La banda estadounidense La Dispute ha lanzado el tercer acto de su nuevo álbum No One Was Driving the Car, un proyecto conceptual que verá la luz al completo el próximo 5 de septiembre a través de Epitaph Records. El Acto III incluye cinco canciones inéditas que continúan trazando una narrativa íntima, fragmentada y profundamente emocional, fiel al estilo lírico y experimental que caracteriza a la banda desde hace más de una década.
Este nuevo fragmento —disponible ya en plataformas de streaming— no solo aporta nuevas piezas a la estructura narrativa del disco, sino que amplía las resonancias existenciales y espirituales que han marcado la carrera de La Dispute desde Wildlife (2011) hasta Panorama (2019). La música fluye entre lo susurrado y lo desgarrador, acompañando al narrador en un viaje hacia atrás por su memoria, donde lo cotidiano y lo brutal conviven sin jerarquía.
Una narrativa a través del trauma
Jordan Dreyer, vocalista y principal letrista de la banda, ha explicado que este acto representa “una mirada más enfocada del narrador hacia el pasado”, iniciando desde un presente compartido con su pareja donde la disociación emocional —introducida en el primer acto— comienza a filtrarse en su entorno cotidiano.
A través de cuatro eventos clave de su vida, el narrador reconstruye momentos que lo han definido:
El primero, una excursión de caza con su padre y hermano durante la adolescencia, donde encuentran un pozo lleno de cadáveres de ciervos junto a lo que creen un antiguo complejo paramilitar. Mientras el hermano sigue adelante, el narrador se queda paralizado ante los cuerpos, en una escena que funciona como metáfora de caminos vitales opuestos.

El segundo episodio ocurre años después, en el 50 cumpleaños de su madre, marcado por una pelea entre hermanos en plena escalera del sótano. La violencia familiar da paso a una introspección materna, que cuestiona su papel en esa historia compartida. La segunda parte de la canción los sitúa años después, reunidos de nuevo en casa de los padres para celebrar los cumpleaños de sus hijos, añadiendo capas de tiempo y reconciliación sin cerrar del todo las heridas.
El tercer pasaje narra cómo a la pareja del narrador, entonces estudiante universitaria, le proponen entrar en un sistema de venta multinivel relacionado con el trasfondo religioso y económico de Grand Rapids, la ciudad natal del grupo. La mención al rapto cristiano en el clímax de la canción tiñe de ironía y desesperanza el sueño del enriquecimiento.
El acto se cierra con una canción dedicada a un amigo fallecido, ya mencionado en el segundo acto. Se evocan momentos compartidos de juventud, como una noche de invierno derrapando con el coche en el aparcamiento de una iglesia hasta acabar estrellados contra un bordillo. El recuerdo no solo devuelve al narrador a la fragilidad de la vida, sino que reactiva su conexión con los dogmas calvinistas que lo formaron: culpa, control, redención y castigo.
DIY emocional: vídeo, arte y gira
El lanzamiento se acompaña de un nuevo vídeo para “Sibling Fistfight at Mom’s Fiftieth / The Un-sound”, dirigido, grabado y protagonizado por el propio Dreyer. Un gesto coherente con el espíritu autodidacta y visceral del grupo, donde la estética visual se convierte en extensión directa del discurso emocional.
Además, cada acto de este disco viene acompañado por un documental corto, dirigido por Martin, que descompone el proceso creativo y emocional del álbum. Los dos primeros capítulos ya están disponibles y se espera que el tercero llegue en breve.
No One Was Driving the Car está inspirado —entre otras fuentes— en el thriller psicológico First Reformed (2017), y toma su título de una noticia sobre un accidente mortal con un coche autónomo, donde el agente de policía declaró que “nadie estaba conduciendo”. La frase funciona como eje temático de un disco que cuestiona la noción de control en nuestras vidas, cada vez más mediadas por pantallas, algoritmos y decisiones tomadas por otros.
En palabras de la banda, el disco recorre momentos de dolor ordinario —sueños recurrentes de ahogo, rupturas sentimentales, suicidios indirectos, visiones de animales muertos— para convertirlos en fragmentos líricos donde el grito se refina y las guitarras se vuelven aún más filosas.



