Poco se escribe sobre esas superficies que soportan todo el peso de la levedad de nuestra existencia, esas que son encerradas a lo largo de la vida en complejos cubículos de pieles y tejidos variados ajenos a su forma y felicidad.
Qué sorpresa el cómo se transforman, desde lo tierno, con el paso del tiempo en su dúctil longitud, hasta convertirse en el reflejo de nuestra vida misma, con sus deformidades, durezas y cambios.
Cada cual tiene su medida. La mayoría es ajena a la suya. La mía refiere a 25.5cm, diminuta extensión, si se tiene en cuenta el largo camino que han de concretar arrastrando una vida entera, de principio a fin.
Reconozco que los pies me causan extrañamente un enorme pudor y atracción. Cada vez que se acerca el buen tiempo, ese que ahora ya puede acontecer en cualquier época y ciudad, mis pupilas se lanzan atónitas al destape, a la observación que a menudo me lleva a lanzar la mirada a otros puntos, por no sufrir el entretenimiento de recrearme en lo árido y abandonado, porque abunda el abandono en estas partes del cuerpo y eso me da un estremecer en el estómago que no soporto ya que no comprendo cómo no somos más amables con ellos.
A nuestros pies les debemos nuestros primeros pasos, las veces que hemos tenido que salir corriendo de los lugares incomodos, las que hemos caminado hacia los cálidos y los pasos que decidimos dar mientras somos y estamos.
Aún mantengo en la memoria los pies de los que me he enamorado. Creo que muchas personas tenemos una relación especial con los pies, una relación íntima, de las que no se airea, pero existe.
Buscarle tres pies al gato, tener los pies en la tierra, levantarse con el pie izquierdo, ir con pies de plomo, tener un pie dentro y otro fuera, sacar los pies del tiesto… Los pies son discurso y recurso, obedientes a nuestro cerebro generan nuestro movimiento, ese que ya se ha demostrado que es elixir de juventud y dibujan nuestras huellas, aquellas que Machado inmortalizó en aquel poema que decía
“Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”
O Neruda con eso de “Cuando no puedo mirar tu cara miro tus pies”, pero siempre que pienso en los pies pienso en que son los grandes olvidados, conozco muchas personas acomplejadas por sus pies, sintiéndose extrañas con ellos, quizá sea porque siempre han estado ahí sosteniéndonos de continuo, pero la mayoría de veces andan escondidos… Como casi todo lo que nos acaba sosteniendo realmente en la vida.
Está bien pensar que los pies son los que inician los bailes, me pasó aquella vez que descubrí a Joy Crookes en un BBK.
Y comprobar que gracias a ellos siempre podemos seguir bailando, aunque a veces nos podamos sentir como esa expresión en inglés de “Six Feet Under” que dio título a una serie y a uno de los primeros sencillos de Billie Elish.