Abraham Boba rescata, en una nueva entrega de “Escrito al oído”, el viejo y vibrante alegato de Nina Simone contra el racismo.
Fue por unas fechas navideñas, como las que hemos vivido recientemente, poco antes del cambio de siglo, cuando sufrí uno de los peores retrasos en un vuelo de mi dilatada vida viajera. Un Madrid-Vigo que me dejó tirado en alguna de las tres terminales de Barajas (la T4 era todavía un proyecto) prácticamente un día entero.
Empecé a deambular por la terminal para hacer tiempo. Así di con una tienda en la que vendían aparatos electrónicos y CDs. Entre los éxitos del momento (a saber cuáles eran) encontré una serie dedicada a grabaciones clásicas en directo. De esta serie, que llevaba el rimbombante nombre de The Gold Collection, me llevé unos cuantos discos.
Eran series baratas que incluían dos CDs elegantemente empaquetados en una funda de cartón negro con letras doradas en relieve. Compré uno de Lionel Hampton, otro de cantos místicos de la India (¿?) y éste que hoy tengo en mis manos, Nina Simone. Sentado en alguna de las incómodas sillas junto a la puerta de embarque, esperando noticias, abrí el disco de Nina y lo puse en mi discman.
“Mantengo la costumbre de escuchar música desde que cruzo la puerta de entrada a un aeropuerto hasta que llego a mi destino”.
Mantengo la costumbre de ponerme auriculares desde que cruzo la puerta de entrada al aeropuerto hasta que llego a mi destino. Casi siempre escucho música, aunque a veces también los llevo apagados solo para reducir unos cuantos decibelios el barullo que se crea entre las conversaciones de la gente y los innumerables avisos de megafonía, tanto en el aeropuerto como en el avión.
Especialmente en el avión. Por favor, bajen el volumen de los avisos, les escuchamos perfectamente y, de paso, no nos da un vuelco al corazón cada vez que suenan.

Treinta y cuatro canciones registradas en directo en algún lugar y alguna fecha, no hay ni siquiera créditos en el libreto. Las series baratas eran así. El sonido no es bueno, pero, en casos como los de Nina Simone, eso poco importa. Todas las canciones mantienen la misma instrumentación y guardan similitudes con otras grabaciones de Simone en los años sesenta: guitarra eléctrica, contrabajo, batería, unas percusiones magistrales y el piano y la voz de la diva. El resultado es hipnótico en los tempos lentos y trepidante en los rápidos. La fuerza de Nina Simone es arrolladora.
“La vida de Nina Simone tuvo mucho de calvario, y “Mississipi Godam” es su primera canción de temática social, porque todas sus canciones son políticas”.
Llevé durante años el primero de los dos CDs, el 1, en el coche. EL 2 lo tengo menos escuchado, pero hoy es el que elijo, en concreto una canción emblemática de su repertorio, “Mississipi Goddam”, la que se puede considerar la primera canción de temática social de Nina Simone. Porque todas sus canciones son políticas. Su vida tuvo mucho de calvario y es ese carácter indomable el que se cuela en su música, trate la temática que trate.
El 12 de junio de 1963, el líder del movimiento de los derechos civiles Medgar Evers fue asesinado por un supremacista blanco en su casa de Decatur, Mississipi. Tres meses más tarde cuatro miembros del Ku Klux Klan hacían estallar una bomba en la Iglesia Baptista de Birmingham, Alabama, matando a cuatro niñas negras. Estos hechos generaron una oleada de manifestaciones por todo el país y sirvieron a Nina Simone para dar comienzo a una vida relacionada con el activismo y la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana.

Su primera reacción tras conocer los asesinatos fue buscar un arma y vengarse. En su lugar, escribió esta canción en menos de una hora, ella misma decía que era como devolverles diez balas a los asesinos. Musicalmente frenética y bastante divertida, es una de esas canciones que funciona por contraste, un envoltorio musical alegre para derramar toda su ira en los versos que canta.
A lo largo de los años, Simone fue cambiando la letra cada vez que la interpretaba (no existe registro en estudio de esta canción, de hecho). Concretamente estos versos con los que comienza: “Alabama me ha dejado molesta/ Tennessee me ha hecho perder el descanso/ Y todo el mundo sabe lo del maldito Mississipi”. Las referencias geográficas cambian en sus diferentes versiones. El racismo, al fin y al cabo, está en todas partes.
En esta versión que ahora escucho no cambia esos nombres, pero hacia el final de la canción introduce un name dropping que da una pista de la década en la que se pudo haber grabado: “Todo el mundo sabe lo de Michael Jackson/ Todo el mundo sabe lo de Margaret Thatcher/ Todo el mundo sabe lo de Ronald Reagan/…”. Así suena la canción veinte años después de haber sido compuesta. Su significado, lamentablemente, seguía y sigue vigente.

Es probable que el concierto tuviese lugar en algún lugar de Europa. En los ochenta, Simone había abandonado ya los Estados Unidos, harta de que no le dejasen molestar al poder con sus reivindicaciones. Nina Simone era una experta jugando con las dinámicas. Su poder con el piano hacía que toda la banda fuese a su ritmo, acompañándola en cada respiración, dejándola malear el tempo y estirar o recortar la canción a su gusto.
Me encanta el momento en el que la banda responde a lo lejos esos “Do it slow” cada vez que Nina suelta frases como “Lavando las ventanas/ Recogiendo el algodón/(…)/ El pensamiento es demasiado peligroso”. El lenguaje es directo, no hay ningún artificio poético en esta letra, se nota de dónde viene y en qué mentes quiere explotar.
“Una de las características de “Mississipi Goddam” son sus continuas interrupciones del frenesí rítmico de la canción; otra, su técnica pianística”.
Una de las características de “Mississipi Goddam” son sus breaks, continuas interrupciones del frenesí rítmico de la canción, que lejos de cortarlo generan un impulso a las palabras de Simone, coincidiendo con la frase central de la canción, “Everybody knows about Mississipi Goddam”.
Otra es, sin duda, su técnica pianística. No hay que olvidar que Nina Simone había comenzado una carrera musical destinada a ser concertista de piano clásico. De hecho, lamentaba no haber podido llegar a serlo debido al color de su piel. Las manos de Nina Simone en el piano se mueven de forma vertiginosa, con una naturalidad apabullante. Podéis echar un vistazo a cualquiera de sus videos de conciertos para comprobarlo.
También para ver cómo le gustaba generar ante el público situaciones incómodas, retando directamente a la audiencia que se ponía en pie en medio de una canción, o mirándolos fijamente sin decir palabra.
Algunas de las personas más importantes en mi vida son grandes admiradoras de Nina Simone. Eso me hace pensar en la suerte que he tenido en conocerlas, y en que algo he debido hacer bien acercándome a ellas, porque creo sinceramente que si no te gusta la música de Nina Simone es que parte de tu corazón está helado.
“Me resulta muy difícil pensar que alguien no pueda emocionarse con las canciones de Nina Simone”.
Me resulta muy difícil pensar que alguien no pueda llegar a emocionarse con sus canciones. Hace pocos días escuchaba en voz de una de esas personas esta frase: “A Nina Simone me la pone en un altar”. Es un verso de una de las nuevas canciones de Nacho Vegas. Me sacó una sonrisa cuando la escuché por primera vez, porque este disco que compré en aquellas navidades de fines del siglo XX guarda un lugar especial en mi estantería. Por las noches puedo ver el brillo de sus letras doradas, iluminadas por la luz de una vela.
Llevo todos estos años sin dejar de escucharla, siempre acabo volviendo a alguna de sus canciones. Por eso cuando ahora me toca esperar más de la cuenta en algún aeropuerto procuro tomármelo con calma y pasear tranquilamente por la terminal. Quizá encuentre algo valioso, quizá dé con otra fuente de inspiración. Nunca sabes dónde se esconden los premios que dan sentido a esta extraña y maravillosa vida.