Ana Fernández-Villaverde (Bilbao, 1972) es La Bien Querida, uno de los valores indiscutibles del pop independiente estatal de los últimos tres lustros. Ha publicado siete álbumes de estudio desde 2009, año de su debut. Era entonces cuando músicos como J (Los Planetas) o Sr Chinarro alababan sus virtudes y se convertían en valedores de una carrera que ha mostrado una encomiable consistencia. Algunas de sus canciones han figurado en series como Élite (2018), Paquita Salas (2016) o Valeria (2020-2023), y en películas como Loco por ella (2021).
Justo hoy estrena un nuevo single, “‘Una estrella” (Roma Records, 2024), que habla del paso de la niñez a la adolescencia y está dedicada a su hija Estrella, de doce años. Una declaración de amor maternal con cadencia de balada, que precede al que será su octavo álbum, previsto para 2025. Hablo con ella a través de la pantalla del PC.
Supongo que componer una canción de esta índole es algo delicado: que sea emocional y honesta, y al mismo tiempo que no caiga en lo cursi. ¿Cómo has resuelto ese equilibrio?
Lo he intentado. No quería que fuera una canción infantil. Que fuera sincera. Y guardar este momento en el tiempo, de alguna manera, y regalársela a mi hija. Para que tenga un recuerdo. Tengo una amiga que no se habla con sus madres desde hace muchísimos años, y a mí eso me impacta: es algo que ocurre muchísimo en algunas familias. Con madres y con padres: hablo de madres porque yo lo soy, en este caso. La vida da tantas vueltas que nunca sabes… yo quería guardar este momento en el tiempo y dedicárselo a ella. La canción también habla de ese momento que es el paso de la niñez a la adolescencia, cuando notas que los niños quieren un poco más de independencia, que ya tienen algo de sentido crítico y no se van a creer todo lo que tú les dices. Me parecía bonito hacer una canción sobre esto.
¿A ella le ha gustado?
Le ha gustado, aunque supongo que ella en su cabeza no ha profundizado en lo que cuenta, tiene doce años. Pero le ha gustado.
¿Formará parte esta canción del nuevo disco?
Seguramente.
Entiendo, pues, que el disco no seguirá los pasos del anterior, Paprika (Sonido Muchacho, 2022), que tenía muchas influencias latinas, de estilos como la rumba, la cumbia, la bachata o la salsa.
No, abandono el latineo. Vuelvo un poco al indie. Aunque esta canción, “Una estrella”, es una balada clásica, creo.
Es curioso, porque en algunas de las entrevistas tras haber presentado Paprika (Sonido Muchacho, 2022), decías que la inmersión en esos sonidos tenía que haber sido aún mayor de lo que fue, que en cierto modo te arrepentías de no haber profundizado más en ellos.
Una vez acabado, pensé que lo tenía que haber hecho todo así. Porque no eran todas las canciones con influencias latinas, y en ese sentido, creo que me quedé corta. Lo podía haber hecho todo en clave latina: salsas y bachatas y tal. Y no lo hice. Pero bueno, ya está. Una etapa que ya… intento no mirar hacia atrás. Siempre miro para adelante.
También has confesado en más de una ocasión que tienes la sensación de que cada nuevo disco va a ser el último, pero llevas una cadencia de álbumes muy constante, siete en quince años, prácticamente uno cada dos ejercicios.
Hay bastante trabajo, sobre todo si llevas una carrera ya con bastantes discos. Al principio, todo es más fácil. Como las relaciones. Pero luego ya te lo tienes que currar un poco más. Sobre todo, con las letras. Tienes que experimentar y tener la sensibilidad como a flor de piel para captar un montón de cosas y transformarlas en canciones.
Un nuevo reto cada vez, ¿no?
Sí, un nuevo reto.
¿Hay alguna música que te haya impresionado o influido en estos dos últimos años y que quizá pueda haber influido en tus próximas canciones?
Yo creo que todos los artistas tenemos como un estilo un poquito marcado. Y si eres una cantante pop, la voz hace muchísimo. Por mucho que la vistas… el anterior disco tenía salsas y bachatas y en cuanto salió decían que eran un disco de indie pop. Que por mucho que yo me empeñe, ya me han metido ahí, en ese saco. Así que, por mucho que haga, estoy ahí. Mi tercer disco, Ceremonia (Elefant, 2012), era bastante electrónico, y también lo calificaban de pop, o sea que…
Bueno, eso también se puede ver desde una óptica positiva: cuando la voz de un artista o su forma de cantar es tan reconocible, acaba impregnando de esa personalidad a todo lo que hace, independientemente del estilo.
Totalmente, es así. No puedo escapar de mi personaje.
David Rodríguez sigue a la producción. Entiendo que su aportación debe ser casi insustituible.
Bueno, pero Brujería (Elefant, 2019) no lo hice con él. Necesitamos un poquito de aire, porque es importante también escuchar otras cosas. Pero al final, con quien mejor me entiendo es con David. Él sabe los sonidos que me gustan y los que no me gustan.
¿Podías imaginar allá por 2009, cuando publicaste tu primer álbum, que tu carrera llegaría al punto al que ha llegado en este momento?
Nunca. Jamás. Saqué mi primer disco sin ninguna pretensión de nada. Y sin pensar en si iba a sacar otro. No me lo hubiera imaginado nunca.
¿Y cómo valoras todo esto desde dentro de la industria? ¿Era como lo esperabas? ¿Qué es lo que menos y lo que más te gusta?
No me hacía ninguna fantasía. No tenía ni idea de cómo era. Lo que menos me gusta es la industria discográfica en sí. Lo que tiene de industria. Eso no me gusta. Pero estás metida aquí y al final tienes que saber dónde estás. Y está bien saber cuál es tu medio. Me hubiera gustado no saberlo, pero no tienes más remedio que enterarte. Has de tripular tu barco, porque es así.
¿Qué es lo que no te gusta exactamente?
Ver cómo funciona todo. Hoy en día, las megamultis compran streamers, compran plays. Al igual que gente como influencers, actores y actrices compran seguidores en Instagram, pues también se compran las escuchas en streaming. Y eso me parece muy fuerte. No te puedes fiar de nada. Es todo súper falso. Si tienes dinero, si tienes una megamultinacional detrás apoyándote, puedes conseguir muchas cosas. Si lo haces todo de un modo independiente, lo tienes mucho más difícil: hay que estar con el pico y la pala. Es terrorífico. Pero es así. Es lo que es.
¿Crees que se ha agrandado la brecha entre lo multinacional y lo independiente?
Ahora está todo un poco mezclado. Pero al mismo tiempo, no lo está. La palabra independiente no significa ya lo que significaba hace veinte años. Pero, por otra parte, está claro que si yo decido sacar las cosas por mi cuenta, es muy complicado llegar a tener la visibilidad a la que pueden llegar artistas que tienen el apoyo de una multinacional. Que pueden ser millones.
En Paprika (Sonido Muchacho, 2022) contaste con tres colaboraciones, las de Tulsa, Santiago Motorizado y J de Los Planetas. ¿Habrá en este?
No.
¿Hay alguien con quien te gustaría colaborar en un futuro?
En este momento, no.
Eres de las pocas personas personalidades del ámbito del pop independiente que ha sido entrevistada en El Hormiguero y en La Resistencia (ahora La Revuelta). ¿Cómo ves la competencia a la que han llegado ambos programas?
Me parece un rollo porque se ha politizado. Si vas a uno eres tal y si vas al otro eres cual. Yo creo que hay público para ambos programas. La gente que ve La Revuelta no ve El Hormiguero. Y se ha visto que hay público para los dos programas. Me da muchísima rabia que, teniendo problemas tan horribles en España como es de la vivienda, por ejemplo, no salgamos a quejarnos por eso, que sí que es verdaderamente importante. Me da rabia que se politice todo. ¿Que no te gusta este programa? Pues no lo veas. Me da rabia también que antes los artistas utilizaban estos programas para promocionar su trabajo, y para eso tiene que ser.
Sí, ahora parece que de lo que menos hablan en esos programas es precisamente de su trabajo.
Así es. Y volviendo al problema de la vivienda, que haya gente que con 45 años aún tenga que estar compartiendo piso, me parece súper fuerte.