El brillante músico francés publica, a treinta años vista de su debut, un disco que resume algunas de sus mejores virtudes.
Es un gigante. ¿Hace falta recordarlo? Nunca será un súper ventas, ni encabezará el cartel de un macrofestival, ni lo veréis en un telediario. Pero Dominique A lleva tres décadas demostrando que es uno de los mejores músicos del pop europeo. Quizá mundial.
El de Provins acaba de publicar Le monde réel (2022), su decimoquinto álbum de estudio, justo a los treinta años de la publicación del disco que le puso en el mapa y nos lo dio a conocer por aquí, La fossette (1992). Con lo que estas diez nuevas canciones tienen un punto de culminación, de plenitud, de efeméride y a la vez de cierre del círculo, por mucho que su carrera seguramente nos depare más alegrías en un futuro.
Extraordinario vocalista y letrista, certero siempre a la hora de escoger los arreglos de sus composiciones y un auténtico titán a la hora de llevarlas al escenario en conciertos en los que a menudo se sirve y basta solo con su guitarra y un buen arsenal de pedales, Dominique A es de esos músicos que tienen el extraño don de la infalibilidad. Quizá como producto también de su propia auto exigencia: muchos aún recordamos el cabreo con el que despidió un concierto en el escenario grande del FIB, en 2002, que era directamente para sacarlo a hombros.
Siempre ha portado con soltura su condición de heredero de los mejores chansonniers franceses, cuyo legado mezclaba sin complejos con lo mejor del pop y del rock anglosajones. Nadie ha fundido ambas tradiciones en un corpus expresivo personal mejor que él, y es todo un lujo que aún continúe publicando discos tan emocionantes como este, del que destacamos su último videoclip, el de “Avec les autres”.
Si les dais una oportunidad, os puede resolver gran parte del fin de semana.