¿Hasta qué punto pueden las plataformas absorber y distribuir música? Las recientes negociaciones entre Deezer y Universal, junto con los despidos masivos de artistas anunciados por Altafonte, subrayan un dilema creciente: la acumulación sin freno de grabaciones musicales.
El panorama de la música digital se encuentra en un estado de constante transformación, marcado por una sobreproducción sin precedentes y una lucha por la calidad en medio de la acumulación incontrolada de grabaciones. Este fenómeno se hace evidente con las recientes decisiones de importantes actores en la industria musical, como Altafonte y Deezer, que han generado un debate sobre el futuro de los artistas y las plataformas de streaming.
A mediados de septiembre de este año, Altafonte, una compañía discográfica y distribuidora digital, envió correos electrónicos a más de mil artistas anunciando la terminación de sus contratos de distribución. La razón: las grabaciones distribuidas por Altafonte para estos artistas tenían un rendimiento editorial insatisfactorio en el mercado. Esta noticia dejó a muchos artistas minoritarios en una situación precaria, obligándolos a migrar su música a otras distribuidoras en un plazo de tres meses. Según Miguel Martorell, director gerente de Altafonte, esta decisión fue parte de una estrategia empresarial para centrarse en artistas consagrados o con potencial de crecimiento, dejando de lado a aquellos que no generaban suficientes ingresos o no cumplían con ciertos criterios profesionales.
Por otro lado, Deezer, una de las plataformas de streaming más grandes del mundo, anunció un acuerdo con la discográfica multinacional Universal para limitar las pistas de audio no musicales y redistribuir los ingresos de manera más equitativa entre los artistas. Este cambio de reglas, implementado en Francia y planeado para extenderse a otros países en enero, afecta a todas las distribuidoras digitales y a cientos de miles de autores. La medida busca eliminar el incentivo para subir contenido de baja calidad y asegurar que los artistas con más de mil oyentes mensuales reciban una compensación adecuada.

Ambas decisiones reflejan el desafío que enfrenta la industria musical en la era digital: la sobreabundancia de contenido. Según un estudio de la compañía de análisis de datos Luminate, en 2023 se están incorporando a plataformas como Spotify aproximadamente 120,000 pistas de audio cada día, lo que equivale a 3.6 millones de canciones nuevas cada mes. Este aumento exponencial en la producción musical ha llevado a una saturación en las plataformas de streaming, dificultando que los oyentes descubran música nueva y de calidad.
En declaraciones para ElDiario.es Ainara LeGardon, experta en propiedad intelectual, señala que se está vinculando la calidad artística con los números y que las plataformas están trabajando en su propio interés económico. La concentración del control de acceso a la música en manos de unas pocas empresas multinacionales ha creado una jerarquía donde los millones de artistas independientes dependen de un puñado de distribuidoras, que a su vez están sujetas a las decisiones de estas grandes corporaciones.
Por su parte, Ricardo Álvarez, director de La Cúpula, una distribuidora digital que cobra a los artistas por subir su música, plantea una preocupación adicional: el impacto medioambiental de esta sobreproducción. A medida que se crean más pistas de audio, los servidores que almacenan estos archivos consumen una cantidad significativa de energía, lo que plantea preguntas sobre la sostenibilidad de este modelo.
En este contexto, los artistas se enfrentan a la disyuntiva de permanecer en plataformas de streaming masivas como Spotify o explorar alternativas como Bandcamp, que es percibida como una opción más justa y amigable para los músicos. Sin embargo, incluso Bandcamp ha sido objeto de cambios recientes debido a su adquisición por parte de Songtradr, lo que demuestra la volatilidad del mercado digital.
En última instancia, estas dinámicas resaltan la necesidad de una reflexión profunda en la industria musical. Los modelos de negocio y las prácticas de distribución deben evolucionar para adaptarse a esta nueva realidad digital, equilibrando la oferta y la demanda de música, protegiendo los derechos de los artistas y considerando el impacto ambiental de la sobreproducción. En un mundo donde la música está al alcance de un clic, encontrar el equilibrio entre cantidad y calidad se ha convertido en uno de los mayores desafíos para la industria musical moderna.