El compositor japonés, ganador de un Óscar, creó uno de los corpus musicales más sensibles, vastos y versátiles de las últimas cinco décadas.
Los muros de facebook se han llenado de audios de “Forbidden Colors”, también conocida en su versión instrumental como “Merry Christmas Mr. Lawrence”, la inolvidable melodía que firmó para que la cantara David Sylvian, y engrosó la banda sonora de la película Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983), y eso es señal inequívoca de que Ryuichi Sakamoto (1952-2023) se nos ha ido, a los 71 años de edad. Quienes le conocieron en persona, destacan que su talento corría parejo a su modestia y a la extrema afabilidad de su trato.
Hacía tiempo que estaba enfermo de un cáncer que contrajo en 2020, año pandémico, y de hecho el pasado 30 de noviembre había visto la luz un disco colectivo de homenaje a cargo de artistas como el propio David Sylvian, Alva Noto, Thundercat, Devonté Hynes, The Cinematic Orchestra o Hildur Guðnadóttir, entre otros músicos que reinterpretaban parte de su catalogo, sabedores de su delicado estado de salud. Lo que no logró el cáncer de garganta que contrajo hace una década, lo desencadenó otro que se le reprodujo en el estómago. El pasado mes de diciembre daba su último concierto a través de la pantalla de su PC, ya visiblemente desmejorado.
La obra del maestro nipón, desde que empezara en el mundo de la música en la década de los setenta como integrante de los pioneros The Yellow Magic Orchestra, es ingente. Con ellos revolucionó la música electrónica en una órbita compartida con los germanos Kraftwerk, grandes padres del género. Pero su música se expandió en múltiples direcciones desde que debutó en solitario, en 1978. Desde entonces, tramó una discografía de lo más ambiciosa y versátil, sintetizando parte de lo mejor de las culturas orientales y occidentales. Sakamoto fue un creador que siempre tendió puentes.
Creador de bandas sonoras memorables
Admirador de Bach, Debussy o John Cage desde sus años formativos, trabó múltiples conexiones con el mundo del cine y con la escenografía de grandes eventos culturales y deportivos. Siempre destacó la influencia de directores como Jean Luc Godard, Andrei Tarkovsky, Nagisa Oshima o Robert Bresson. Fueron sus máximos referentes cinematográficos. Trabajó con el aclamado Bernardo Bertolucci, con quien conquistó el Óscar por El último emperador (1987). También con Pedro Almodóvar por Tacones lejanos (1991), en un trabajo bastante menos lucido, en el que el entendimiento con el cineasta no fue tan fácil y no pudo imprimir su sello con tanta determinación.
Escribió la música para la memorable ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992. Hizo prácticamente de todo en el mundo de la composición, la producción, la grabación e incluso la interpretación como actor, haciendo siempre gala de una sensibilidad extraordinaria y un talento melódico fuera de lo común. Ryuichi Sakamoto ha sido uno de los grandes músicos universales de las últimas cinco décadas, acreedor de una obra y un prestigio que trascienden cualquier necrológica de urgencia. Y como tal será recordado.