El recopilatorio Sturm & Thrum desenterró, hace justo un año, 28 gemas ocultas del resplandeciente pop independiente norteamericano de los años ochenta.
“Hey, Mr. Tambourine Man, toca una canción para mí, en la mañana jingle jangle te seguiré”. Lo cantaban los Byrds en 1965, adaptando a Bob Dylan, dándole una pátina de folk rock angelical y tintineante de la que el original de este carecía. ¿Y qué demonios era eso de una mañana jingle jangle? Los diccionarios de inglés definen aquello como un sonido ligero de objetos metálicos: el jingle jangle es como el soniquete que hacemos cuando sacamos las llaves del bolsillo o las depositamos en la cómoda de nuestro recibidor. También puede aludir al equívoco entre dos cosas que se llaman igual, pero son distintas. Sin embargo, el jangle aplicado a la música pop es otra cosa algo distinta, que nació (precisamente) de aquel que los Byrds enunciaron en “Mr. Tambourine Man”, y que tenía un sonido plenamente identificable: el de la guitarra Rickenbacker de doce cuerdas de Roger McGuinn.
Las melodías prístinas, los estribillos radiantes, un sentido de la belleza casi virginal y, sobre todo, el distinguido y tintineante sonido de sus guitarras, fueron el santo y seña de lo que nació de todo esto: el llamado jangle pop, abordado con profusión y devoto arrojo por músicos norteamericanos y británicos (no exclusivamente, pero sobre todo) desde la primera mitad de los años ochenta. ¿Fue solo un revival o una reformulación? Poco importa si las canciones merecen la pena. Y desde luego que lo valían. Hasta el punto de que, más allá de que R.E.M. fueran la única banda surgida de aquel substrato en lograr el éxito masivo, a día de hoy todavía podemos seguir sorprendiéndonos al descubrir pequeñas gemas semienterradas bajo capas y capas de olvido, ajenas incluso al conocimiento de – disculpen la redundancia – los conoisseurs más entregados a la faena.
Las melodías prístinas, los estribillos radiantes, un sentido de la belleza casi virginal y el tintineante sonido de sus guitarras fueron santo y seña de lo que nació de todo esto: el llamado jangle pop.
De hecho, se puede uno saber al dedillo el contenido de los libros Nuevo Rock Americano. Luces y sombras de un espejismo (Milenio, 2011), de Carlos Rego, y de Tres Minutos de Magia. Una Historia del Power Pop y la New Wave (Efe Eme, 2018), firmado por un servidor (disculpen la auto promoción umbraliana), y aun así desconocer la práctica totalidad de las bandas que aparecen en el extraordinario doble disco recopilatorio Sturm & Thrum: The American Jangle Underground 1983-1987 (Captured Tracks, 2020). ¿Por qué? Pues seguramente porque tanto el Nuevo Rock Americano, como el sonido Paisley Underground o el power pop de aquella época tuvieron muchos puntos de contacto con el aquel jangle pop ochentero, pero no eran exactamente lo mismo.
The Reverbs, Start, The Cyclones, Three Hits, The Springfields, Riff Doctors, One Plus Two o The Reactions son algunas de las 28 bandas que se incluyeron en esta primorosa recopilación, repleta de estribillos impetuosos, ritmos traqueteantemente ágiles, bajos fornidos, voces cándidas pero arrebatadas, letras sencillas, sentimentalmente desenvueltas y transparentes, y guitarras tan finas como el papel de estraza, de las que se adhieren con facilidad a la sesera. Como los R.E.M. de Murmur (1983), vaya, pero sin una milésima parte de su popularidad.
Es curioso cómo los norteamericanos han primado siempre, en su relato de lo que fue su escena underground de los años ochenta, el punk y el hardcore por encima de cualquier otro estilo: recuerden el libro de Michael Azerrad, aquel Nuestro grupo podría ser tu vida. Escenas del indie underground norteamericano (de 2001, publicado aquí por Contra en 2013). La generación del jangle nortamericano no tiene un equivalente al británico Freak Scene de Richard King (de 2012, también traducido por Contra en 2018), ni siquiera visiones retrospectivas tan amplias estilísticamente como la que trazó la neoyorquina Lizzy Goodman en Meet Me In The Bathroom (de 2017, traducida aquí por Neo Person) en torno a la escena de la Gran Manzana del cambio de siglo.
Es como si Hüsker Dü, Minutemen, Minor Threat y sus compañeros de farra hubieran gozado de un foco mediático del que carecieron los epígonos de R.E.M., quizá porque estos subieron muy pronto de escalafón en la industria y no pudieron hacer de efecto locomotora con sus semejantes. El raca raca de los primeros se impuso al jingle jangle de los segundos, sin duda. Hacían más ruido, en todos los sentidos. Puede que los primeros R.E.M. fueran los Smiths yanquis, pero la sombra que proyectaron sobre bandas posteriores quedó fuera del radar mediático, a diferencia del enorme influjo que Morrissey y Marr plasmaron en la generación británico del C-86 y derivados. Por diversos y complejos motivos.
«La sombra que proyectaron los primeros R.E.M. sobre bandas posteriores de su propio país quedó fuera del radar mediático, a diferencia del enorme influjo que Morrissey y Marr plasmaron en la escena británica del C-86 y derivados».
Se lamentan por ello los responsables de Captured Tracks, con razón, de no haber rescatado antes el fondo de catálogo de sus sellos independientes con la misma diligencia que lo han hecho Creation, Sarah, Cherry Red o Postcard en el Reino Unido o Flying Nun en Nueva Zelanda. Incluso la zaragozana You Are The Cosmos les podría dar alguna lección (esto ya lo digo yo) con sus espléndidas recopilaciones de la serie Twelve String High.
Sturm & Thrum: The American Jangle Underground 1983-1987 (Captured Tracks, 2020) fue, en resumen, la primera de las piedras de un proyecto de recuperación de sonidos norteamericanos del pasado que el sello de Brooklyn ha bautizado como Excavations, y que tendrá más entregas en el futuro. Y fue, por si no lo hemos dicho ya, una auténtica delicia. Uno de los grandes recopilatorios y una de las sorpresas más gratificantes que nos dejó el 2020.