Es época de regalos en avalancha, y Xacobe Pato reflexiona sobre los libros que nos obsequiamos estos días y qué podemos hacer para no errar el tiro.
Hay una escena muy simpática y tristísima que se repite cada año la semana siguiente al Día de Reyes. Cientos de lectores medio enfurruñados se presentan en las librerías el día ocho, o el nueve, para cambiar los libros que sus familiares y amigos les han regalado por Navidad. Un libro mal elegido tiene algo de patinazo de la civilización, de accidente contra natura.
Los lectores desencantados van entrando en la librería con una cadencia generosa, sin esconder sus dudas sobre el proceso de devolución. Se acercan al mostrador y depositan el ladrillo, que a veces también es un libro, el ticket, el papel de regalo hecho un gurruño y la bolsa. «Ni lo he abierto, eh», suelen decir, ante las posibles reservas del librero. Por nada del mundo pretenden volver a casa con él. Ansían desprenderse del libro a toda costa, como si les quemara en las manos.
¿Quién podría culparles? Algo no funciona cuando uno sostiene un libro que no le interesa en absoluto, o que quizás ya ha leído. Es como estar atrapado en una relación con una persona a la que no se quiere. Para estos lectores sería impensable, por tanto, tener que quedarse con el libro, y de hecho yo apostaría a que la mayoría camina hacia la librería imaginando el pollo que van a montar si allí no se atiende a sus exigencias.
«Algo no funciona cuando uno sostiene un libro que no le interesa en absoluto, o que quizás ya ha leído. Es como estar atrapado en una relación con una persona a la que no se quiere».
Los libreros no devuelven el dinero, pero sí aceptan cambios. Al lector este apaño -una suerte de indemnización- le conviene. «De acuerdo», piensa, «me han regalado un libro de mierda, pero a cambio me puedo llevar este otro a casa». Esto debería calmar su ansiedad, aunque luego tarde meses en leerlo o no lo lea nunca.
Todo esto forma parte de un proceso engorroso y evitable y es el resultado de varios factores, como la desgana, las prisas y la pereza, y de algunos culpables. El primero es el amigo o el familiar de la persona a la que «le gusta leer». Suele ser un tipo bienintencionado y poco pragmático, confiado y comodón. Ante la premisa de regalarle algo a esa persona de la que simplemente sabe que «le gusta leer», cree que resolverá de una forma sencilla, rápida y aún por encima barata.
Piensa que la tarea será fácil solo por saber que el otro tiene una afición. Luego resulta que no es suficiente con ir directo al estante donde hay más libros o coger el más gordo porque «así le dura más», como si estuviera escogiendo entre paquetes de papel higiénico. El segundo culpable son las listas. Los medios mainstream y las grandes editoriales pastorean a los compradores de libros desde septiembre hasta diciembre.
«¿Cómo acertar al regalar un libro? No hay una respuesta infalible».
Qué libros hay que leer, comprar y regalar. Bombardean con cientos de artículos del tipo «Los libros que no te puedes perder este año», que no son más que listas aleatorias, caprichosas, perezosas y uniformes. ¿Cómo acertar al regalar un libro? No hay una respuesta infalible.
Hace unos años un amigo me dijo que si había algo que odiaba en la vida era que le regalasen libros. Recuerdo que me pareció que estaba exagerando un poco. Él sostenía que la persona que regala un libro no hace otra cosa que imponer sus gustos, apremiando a los demás a pasar días larguísimos con una historia que no han escogido. Yo le dije que no fuera soltando esas mierdas por ahí, porque los libreros no viven de los cuatros locos que leen libros, sino de los que los regalan. Pero me dio que pensar.

Por el contrario, a mí me parece hermoso enseñarle a una persona querida un libro amado y viceversa. Estar leyendo algo y detenerte un segundo: «Creo que esto le va a gustar». Merece la pena hacer el esfuerzo y estrujarse un poco la cabeza. Además de un objeto, regalar un libro supone regalar una historia, una filosofía, mil conversaciones, algunos conocimientos y, con suerte, también un poco de emoción.
Es cierto que es un regalo complejo porque requiere de cierto compromiso por la otra parte, pero lo mismo ocurre con otros regalos como los viajes o los cursos de paracaidismo. También es el regalo perfecto para las personas que nos caen mal. No son excesivamente caros (tampoco es cuestión de dejarse el sueldo en un merluzo) y pueden hacer muchísimo daño.
Uno puede martirizar durante semanas a un compañero de trabajo intolerable solo con obsequiarle con un bodrio de setecientas páginas. Al entregarlo, conviene aclarar que el ticket regalo se perdió. «Pero yo creo que te va a gustar».
En diciembre, los periodistas culturales, los críticos literarios y hasta los tuiteros se esfuerzan por convencernos de que leamos lo que ellos leen: «Aquí la lista de los mil doscientos cincuenta mejores libros del año». A lo que la gente común en las librerías responde con gracia: «Me pones el Premio Planeta, niño». Por eso el Premio Planeta suele aparecer una y otra vez en las devoluciones de Navidad.

También la novela negra del momento, el ensayo del que todo el mundo habla, o esos libros gordos, de tapa dura, con cubiertas cursis. Sin olvidarnos de los regalos neutros «para padres», en plan Posteguillo, Reverte y Ken Follett.
Con esto no digo que sea mejor o peor regalar libros que estén en las listas de los más vendidos. Regalarle un libro de Carmen Mola a una persona a la que le gusta Carmen Mola es perfecto. El problema es cuando todos los miembros de la familia le regalan el mismo libro a esa persona. Por no hablar de que hay lectores que no son apasionados de Carmen Mola, sino de la poesía medieval.
Conocemos las listas de los libros más vendidos y yo creo que sería justo conocer también las listas de los más devueltos. Generalmente, suelen coincidir: a más ventas, más devoluciones. Y es normal: lo que sería terrible es que los libros que más se devuelven fuesen los que solo compran los familiares y los amigos del autor. A mí esa relación me parece muy justa.
Está bien que los escritores que más venden se lleven esa alegría, pero también conviene que reciban una pequeña hostia. «Has vendido cien mil ejemplares, sí, pero se han devuelto dos mil quinientos». Necesitamos que no se confíen, que se mantengan en guardia.

Instrucciones para regalar un libro: Regalar un libro es sencillo, pero acertar es complicadísimo, por no decir imposible. Saber que a alguien le gusta leer es como saber que le gusta comer, una información neutra e imprecisa. Lo sustancial aquí no es si a esa persona le gusta leer o comer, sino qué es lo que le gusta leer y qué es lo que le gusta comer.
A menudo los libreros se enfrentan a una pregunta terrorífica. ¿Me recomiendas un libro para una persona que lee mucho? Es terrible porque decir eso es no decir nada. ¿A dónde llevarías a comer a alguien al que «le gusta mucho comer»? Pues depende.
1 – Hay que tratar de conocer algo más sobre las personas que leen mucho para tener alguna posibilidad de acertar. Informarse sobre sus gustos. Cuando le regalamos unos zapatos a un amigo, le preguntamos a alguien de su entorno la talla que usa, y no se nos ocurre entrar en la tienda pidiendo unos zapatos «para una persona que se calza todos los días», que por otra parte ya tendría que ser una borracha. Sería suficiente con saber el último libro que le haya gustado, o su editorial favorita, para hacerse una idea.
2 – Leer todas las listas de los mejores libros del año, y después procurar olvidarlas.
3 – Pasear por las librerías con mucha calma y la cabeza alta. Alejarse de la zona de los más vendidos. Hay un montón de libros esperando a ser descubiertos.
4 – Preguntarle a las libreras. Dejarse aconsejar. Dejarse sorprender. Ser abierto ante sus recomendaciones.
5 – Preguntarle a un amigo o a una amiga que también lea mucho.
6 – Enterarse en la librería del barrio si va a ir algún autor interesante a presentar su libro y aprovechar para llevárselo dedicado.
7 – Si a ti también te gusta leer, regala libros que hayas leído y te hayan emocionado. Si el regalo es un fracaso, y no le gusta, al menos se generará una conversación interesante.
8 – Consultar en Instagram. Hay algunas cuentas de personas muy lectoras que comentan sus impresiones y de las que se pueden sacar ideas que se salgan de la norma, o que instaladas en la norma, también acierten. Algunos ejemplos son @queridajuliet, @lovasaleer, @gabbiconsuegra o @eclipsedemar.
9 – Uno debe fiarse de su intuición pero sin volverse loco.
10 – La última y más importante: pide un ticket regalo, por si las moscas.