
Hay que tener cuidado con las arrugas, están ahí, bajo la piel, como las experiencias vividas, como en aquella canción que compuso Cole Porter, interpretó Virginia Bruce y se convirtió en un clásico de Sinatra.
Hay que tener cuidado con las arrugas. Aparecen de un día para otro: estás pensando en tus cosas y de pronto las ves ahí, en el espejo, como si no fuesen tuyas. Hay que tener mucho cuidado con ellas, para que no estén demasiado planchadas, sin formas concretas, que no pasen desapercibidas y anden preocupadas por el qué dirán, por esconderse, por disimular lo que les pasa por dentro. El mundo está lleno de rostros con arrugas mal dibujadas.
A la vez que las arrugas suelen llegar los “Yo ya…”. “Yo ya no tengo edad para esto”, “yo ya no puedo cambiar”, “yo ya llego tarde”… A los “Yo ya” no les falta razón. Siempre que vengan con sabiduría. Que, a ciertas alturas, algunas cosas ya no. Sobre todo, las que vienen cargadas de tontunas, de cosas que no hacen sentir bien y son zurcidos del compromiso, de lo que se debe y no de lo que se quiere.
Con las arrugas nunca se sabe, suelen salirse por peteneras, que parece que viene de una señora flamenca con un mote que vivió a mediados de 1.800, “Dolores la Petenera”, a la que Concha Piquer le dedicó una canción y es la responsable de que exista un palo en el flamenco llamado Peteneras. Las arrugas son almas libres que van completamente a la suya, pero a las arrugas ya no se las quiere como antaño: ahora existe una batalla latente por borrarlas, por quitarles su lugar y hacer como si no hubiesen pasado, como intentamos hacer con otras cosas de la vida que nos resultan molestas que nos esforzamos en borrarlas del mapa, sin ocuparnos o dejando que se ocupen otros, como con las arrugas que se borran a punta de aguja y unte de cremas, cada vez antes… por si acaso, no vayan a aparecer y se note que hemos vivido.
Yo me pregunto si esto de borrar las arrugas cada vez más pronto es porque queremos evitar la vida o porque nos empeñamos en que esta siga impertérrita a los cambios, a hacer como si el tiempo no hubiese pasado. O tiene que ver con el empeño por fabricar un rostro que se parece al que fue, pero acaba siendo otro, que se acaba apareciendo al de al lado, como esos rostros que a menudo parecen todos iguales.
“Yo me pregunto si esto de borrar las arrugas cada vez más pronto es porque queremos evitar la vida o porque nos empeñamos en que esta siga impertérrita a los cambios”.
En el fondo lo comprendo, el tiempo no nos sucede a todos igual, a cada persona le cae encima de una manera y no siempre nos gusta cómo nos ha caído, con lo que no es difícil que acabemos echándonos de menos a nosotros mismos, a aquello que fuimos y no queremos dejar de ser. Supongo que al borrar las arrugas eres algo así como tu misma, pero en tu mejor versión y en tu mejor momento, aunque también creo que hay que tener cuidado, cuando quieres esconder algo que en el fondo existe hace falta mucha precisión para esconderlo bien ya que siempre se acaba escapando por algún rincón. Cuando se desarruga imagino que cada cual decide pararse a una edad concreta y recordarse ahí, quizá esta suela estar entre los veinte y los cuarenta, no conozco a nadie que quiera desarrugarse como cuando tenía seis años, imagino que eso es mucho desarrugarse.
Una buena amiga me dijo que las arrugas tan solo existen cuando te miras al espejo, y el resto del tiempo no eres consciente de que las llevas puestas, que ella se piensa su cara como si tuviese veinte y tiene unos cuantos más. Imagino que esto es así porque lo que importa es lo que llevas dentro, aunque con el paso del tiempo te mires al espejo y a veces no te reconozcas.
Supongo que, aunque haya empeño en borrarlas, las arrugas están ahí, bajo la piel, como las experiencias vividas, como en aquella canción que compuso Cole Porter que se estrenó en un musical de la MGM en el 37, interpretada por Virginia Bruce, que optó a un Oscar y más tarde en los cuarenta se convirtió en un clásico de Sinatra, “I’ve Got You Under My Skin”.
Supongo que nuestras arrugas las va dibujando la propia vida, que no dejan de ser los rastros que las sendas de vida nos van dejando en la piel, que se van conformando incluso cuando aún no existen, como en la serie In My Skin (2018), que me pareció imprescindible y tierna, a pesar de su dureza, en la que me enamoré de Beth (Gabrielle Creevy), que desde los dieciséis se enfrentó a la vida con destreza para hacer que esas sendas mereciesen la pena.
Hay que tener mucho cuidado con las arrugas, incluso cuando no se tienen, incluso cuando no se quieren, porque quizá eso es señal de que algo falla en la entrega a la vida.
“Hay que tener mucho cuidado con las arrugas, incluso cuando no se tienen, incluso cuando no se quieren, porque quizá eso es señal de que algo falla en la entrega a la vida”.
Aunque nos empeñemos en borrar las arrugas, supongo que habrá un día en el que al mirarnos al espejo estarán todas todas ahí. Ojalá que en ese momento, al observarlas, podamos admirar cada pliegue , y decir aquello de “cada uno de estos pliegues lo he vivido, y qué bien los hemos vivido”.