El cuarteto publica el álbum más directo, ácido y electrónico de toda su carrera, con la producción de Martí Perarnau IV.
Nueva sinfonía sobre el caos (LAVENTURA, 2024) es el nuevo trabajo de León Benavente. Un golpe sobre la mesa. Una declaración de intenciones. Una colección de canciones, de nuevo autoeditada en su propio sello (que ahora llaman como una de sus nuevas canciones) que parece diseñada para atronar sobre los escenarios. Al menos eso es lo que me parece a mí. Su apretada agenda de conciertos os dará la oportunidad de comprobarlo desde ya. Hablo con Luis Rodríguez, el guitarrista asturiano del cuarteto que conforman – y perdón si lo de los gentilicios suena a chiste apolillado: me sigue pareciendo procedente – el aragonés Eduardo Baos al bajo, el murciano César Verdú a la batería y el gallego Abraham Boba a los textos, la voz y los teclados.
En este disco habéis profundizado en la senda de ERA (2022), y de una forma muy decidida, muy a piñón, con canciones muy directas y reforzando el componente electrónico, entiendo que por eso habéis contado con la producción de Martí Perarnau IV (Mucho, _juno).
Va por ahí. La idea, creo que desde el tercer disco, fue empezar a incorporar elementos más propios de un grupo de electrónica, y hemos hecho un camino, en el que cada vez nos íbamos aproximando más, y es cierto que para este disco teníamos muy claro que necesitábamos una especie de, no diría revulsivo, porque eso no nos hace falta, pero sí una chispa que nos diese… no sé, veníamos de una época un poco oscura, ya sabes, la pandemia y todo aquel horror, y necesitábamos algo como más directo. Y teníamos muy claro que queríamos probar cosas nuevas. De hecho, ya no estábamos con Warner, nuestro anterior disco ya salió en nuestro sello, autoproducido y autogestionado por nosotros, que es una cosa que no habíamos probado, y otra cosa que no habíamos probado era la figura del productor externo, como quien dice. Ya éramos todos muy buenos amigos de Martí (Perarnau) antes incluso de empezar León Benavente, y nos interesaba su visión del rock con tintes electrónicos, o electrónica con tintes rockeros, no sé muy bien cómo llamarlo. Además, él nos conoce muy bien, es fan de la banda, es una persona que respetamos y de quien nos gusta su visión de todo esto. Y tenemos que decir que estamos muy contentos. Buscábamos algo mucho más directo e inmediato. Es la primera vez que nos ocurre que después de un proceso de grabación nos da una cierta pena que se acabe. Porque hubo mucha armonía, mucho consenso, nada de egos… lo que mandaba es la canción. Así que estamos muy felices. Nos morimos por tocar esto en directo.
Entiendo que esa visión externa por parte de un productor que no forma parte de la banda también es esencial porque os daba una perspectiva nueva.
Por supuesto, era lo que buscábamos. Aparte de todo lo que respetamos a Martí y la sintonía que tenemos con él, que tuviese esa visión externa, porque nosotros, desde el primer disco nos hemos autoproducido. Y como nos gusta estar entretenidos y cambiando cosas, y no caer en el inmovilismo creativo, queríamos contar con alguien de fuera. Lo que pasa es que lo que ocurrió superó todas nuestras expectativas porque la química personal se trasladó a la química artística, y esa visión suya llevó las canciones a un punto al que, por nosotros quizá no hubiéramos llegado. Es algo que nos ha ido bien. Yo estoy contentísimo.
Os movéis cada vez con más soltura, creo yo, entre las contradicciones que genera la industria de la música y la sociedad en la que vivimos. Y les sacáis partido. Entiendo que “Úsame, tírame” trata sobre la celeridad con la que consumimos todo hoy en día, como si las canciones fueran productos de usar y tirar. Y esa idea la plasmáis en una canción que podría ser precisamente un single. Y habéis publicado tres adelantos. Y enlaza con la siguiente canción, “Nada”, que reivindica la idea de que ojalá todos nos pudiéramos dar un respiro y aburrirnos de vez en cuando.
El aburrimiento es muy necesario. Hay que aburrirse para que algo en ti realmente se despierte, al salir de él. Aburrirse es un buen acicate para dejar de estar aburrido. Abraham (Boba) es un tipo que escribe increíblemente bien, esto es una opinión mía, y tiene un talento increíble para cuestionar lo que nos rodea, plasmarlo en una canción, usarlo, y, sobre todo, que es muy importante, saber hacerlo dentro de un grupo. Porque él no escribe igual para sus discos en solitario que para León Benavente. A mí eso me parece una dificultad añadida. Creo que en casi todos nuestros discos aparece ese cuestionamiento de lo que hay a nuestro alrededor, para ponerlo ahí y usarlo, como tú dices, en nuestro beneficio. Son reflexiones muy propias del tiempo que nos toca vivir. Sería muy ingenuo tratar de negar eso.
Me da la sensación de que tanto él con las letras como los cuatro con la música habéis aprendido a decir más con menos. Con menos palabras y con menos elementos. Como una depuración de estilo, que es algo a lo que yo creo que todo creador debe aspirar, se dedique a lo que se dedique. Y más en estos tiempos.
Por supuesto, y enlaza con el contexto en el que estamos: la síntesis, a la hora de escribir, creo que es un valor. Nos encantaría vivir en una sociedad de escuchantes que te permita hacer cosas más reflexivas, con más poso. Pero, amigos: la realidad no es esa. Hay que ir a lo que vamos. Discos más directos, no por ello más frívolos, pero sí más sintéticos, que vayan más al lío. Estoy de acuerdo con lo que dices sobre Abraham. Y va también de la mano de la música. Es un todo. Todo tiene una cierta coherencia. Aunque ser coherente en una sociedad totalmente cambiante es un poco ingenuo también. La contradicción, bien entendida, no está mal.
Una contradicción que también se plasma en cortes como “Baile existencial”: dos ideas teóricamente contrapuestas, la del baile y la de la reflexión. Me da la impresión de que Abraham ironiza, como recurriendo a esas frases baratas de autoayuda tan propias de Instagram, a lo Paulo Coelho.
Muchas de las canciones de León Benavente tienen algo muy valioso, desde mi punto de vista, que es que no están cerradas del todo, están abiertas a interpretación. Cuando hay gente que me viene y me cuenta su versión sobre una canción nuestra y luego llega otra y me cuenta otra totalmente distinta, me parece que eso es un valor que tiene. Incluso a nivel topográfico, porque tenemos canciones con referencias muy locales, y cuando vamos de gira a México, hay gente que a pesar de ser una canción que hable del parque del Retiro, por ejemplo, o del Cabanyal, hay algo que conecta con ellos. Que te llegue un mexicano y te diga “me flipa esta canción porque me veo reflejado” … que las canciones tengan varias lecturas me parece de puta madre.
También habéis logrado mantener un público fiel a lo largo de estos más de diez años, que no todo el mundo lo consigue, y vosotros lo habéis logrado, por el motivo que sea…
Ya te digo yo cuál es el motivo: vivimos en una sociedad que genera tal cantidad de propuestas que es imposible que nada perdure. Si desapareces es posible que te den por muerto. Antes, la lógica de un tío como yo, de casi cincuenta años, era hacer discos, pero no convenía pasarse ni tocar demasiado, no te vayas a saturar. No convenía sobre exponerse. Y eso ahora es contraproducente. Ahora no puedes parar porque la gente se olvida de ti. Hay que estar ahí tocando, aparte de que nos gusta mucho. Creo que me fui un poco por las ramas, no sé si te estoy respondiendo (risas).
No, entiendo lo que dices. Hace años el estar unas cuantas temporadas sin publicar nada era algo que alimentaba el misterio en torno a un artista, generaba más hambre por parte del fan.
Sí, lo de echar de menos… ahora, como te vayas, es que hay tantísimo que desapareces. De hecho, los discos duran muy poco. Ya puedes haber hecho un esfuerzo titánico, porque hay que tomar muchísimas decisiones artísticas y logísticas, y luego llega y no dura tanto. Antes los discos tenían una vida útil mucho mayor de la que tienen ahora. Por la sobreproducción y saturación. El otro día leí, no recuerdo la cifra, la cantidad de música que sale cada viernes en España, y es flipante. Nosotros seguiremos haciendo música porque hay una cosa que es capital, y es que nos divierte muchísimo y nos hace muy felices. Luego, que el contexto social cambie, pues es lo que hay.
Te comentaba lo de la trayectoria del grupo, tan estable en el tiempo, porque una de las canciones se llama “A la moda”, y en su retrato de lo que es la independencia de las modas y tendencias, tiene una frase que me ha gustado: “cada vez tengo más claro que un teléfono apagado es lo mejor para ser feliz”.
Yo puedo estar con tres dispositivos a la vez. El móvil, el IPad, y mi Nintendo Switch jugando al Zelda. A lo que se refiere la canción es a toda esta cosa de vender una vida una vida que no tienes a través del teléfono, eso de estar más pendiente de lo que parece que eres que de lo que realmente eres. Toda esta esclavitud falsa, de cara a la galería. Pero bueno, es lo de antes: puede tener varias lecturas. De todos modos, yo hay veces que miro a mi alrededor, mientras espero un taxi, y está todo el mundo por la calle mirando para abajo. Mirando sus móviles. Imagino que como todo es cíclico, quizá surja una nueva tendencia en la que todo esto deje de ser así.
O cuando vas en el metro: todo el mundo mirando lo mismo, y rara vez suele ser un libro.
Nada, olvídate, en el metro es terrible. Pero bueno, yo confío en lo cíclico que es todo. Nosotros estamos muy en contacto con gente joven, con nuevas propuestas, con bandas noveles, y es flipante el hecho de que, hace unos años, el concepto de músicos tocando sobre un escenario, el formato de bajo, guitarra, batería y unos sintes, era algo que estaba demodé, pero es que ahora se ve como algo casi revolucionario, que es otra vuelta de tuerca. Hay grupos jóvenes, y ahí yo sí te reconozco que me siento súper viejo, que están reivindicando grupos de hace años. Es un revival de grupos que yo viví en su época, como Weezer. Tengo amigos que reivindican a Weezer como lo más moderno… ostia puta, qué viejo soy (risas). Pero bueno, yo también flipé en su momento con los Beatles sin haberlos vivido en su momento. O Black Sabbath, o lo que sea. Pero ahora hay grupos de gente de 19 o 20 años reivindicado el shoegaze y a Slowdive, y para ellos lo revolucionario ya no es un tío solo cantando con una base por detrás y tal. Ahí ven ellos la novedad. Y me parece perfecto.
Yo ayer me descubrí enganchado a un youtuber que me explicaba la historia de los Pixies. Y él reconocía que tenía solo seis o siete años cuando los Pixies sacaban sus discos buenos, entre finales de los ochenta y primeros noventa. Los descubrió cuando no existían.
El comportamiento humano es lo de siempre. No hay nada nuevo. Cuando yo empecé a formarme como músico, a mí lo que me gustaba tampoco era lo que había en aquel momento. Echaba la vista atrás o buscaba otras cosas. Es una necesidad de afianzar tu identidad buscando algo distinto. Y ahora lo distinto para un tío de 19 años es escuchar grupos de los noventa.
Sí, en realidad es como cuando nosotros escuchábamos a The Velvet Underground a finales de los ochenta, cuando ni estaban de moda ni existían. Por ejemplo.
Otro ejemplo clarísimo.
Volviendo al disco, hay una canción, “La aventura”, que en la nota de prensa describís como posiblemente la mejor que habéis hecho nunca.
Hasta el momento (risas). Con esa canción pasó algo muy curioso, ya desde el inicio. Nosotros trabajamos con jerarquía nula, en el sentido de que las ideas, todas, pueden ser buenas. Las escuchamos, la valoramos y siempre llegamos a un consenso muy rápido. Y con esta canción, ya haciendo la base, notábamos que había algo. Se la pasamos a Abraham y también notó que había algo muy especial. No sé por qué. Entró muy bien, muy redonda. Y en el momento de la grabación, en el estudio que tiene Abraham en Galicia, donde vive ahora, es vecino de Iván y Amaro Ferreiro, son grandes amigos. Iván se pasó por el estudio, la oyó, le gustó y le invitamos a hacer algo que más que un featuring es un cameo, porque nosotros nos guiamos más por decisiones artísticas que buscando rentabilidad industrial, por llamarla de alguna forma. Iván hizo su voz, y hubo tan buen ambiente… recuerdo que salimos del estudio y salió un arco iris… igual me estoy flipando un poco, pero con esta canción hay algo muy bonito. Y lo percibimos.
Me decías antes lo mucho que disfrutáis haciendo esto. Teniendo en cuenta que os conocéis desde mucho antes de formar la banda y que estáis de gira continuamente, ¿cómo lo hacéis para mantener intacto el entusiasmo y que la convivencia no se desgaste?
Yo creo que hay dos factores clave. Uno, que nos encanta hacer lo que hacemos. Es nuestro modus vivendi y comemos de esto. Pero esto es lo que nos da felicidad, y eso va al margen de tendencias. Y en segundo lugar, creo que se debe también a la fraternidad que tenemos entre los cuatro. Después de haber pasado un mes en México, por ejemplo, hemos llegado a Madrid y con el jet lag y todo, hemos quedado al día siguiente para tomar unas cañas juntos. Hay un buen engranaje, una buena amistad que hace que sepamos que tenemos algo muy valioso entre manos y que sabemos cuidarlo. Esto para mí es mi vida. La mejor experiencia del mundo. Tengo 49 años y llevo tocando desde los 16, he tocado con millones de bandas, y cuando decidimos montar esto teníamos 38 años ya. Cuidado. Ver que algo tan bonito pasa en ese momento, hace que todo cobre más valor. Es un flipe, y yo estoy encantado.
Justo te iba a preguntar eso, si haber llegado a adquirir cierta notoriedad y poder vivir de ellos tan tarde es algo que te hace valorar más lo que tenéis. Debe ser muy distinto para alguien que ya a los veintipocos años lo ha petado. Claro, esta perspectiva hace que valores realmente lo que te pasa y por qué te pasa. Y luego también el carácter de cada uno de nosotros, que somos adultos, joder. No nos llamaría viejos, pero somos señorescentes (risas). Son muchos años y eso hace que tengas mucho más respeto por cosas como la convivencia, tienes un bagaje… si León Benavente ocurre teniendo veintipico años, seguramente no estaríamos hablando ahora mismo.