Enésima tormenta en un vaso de agua, la polémica a cuenta de la grabación del videoclip de C. Tangana y Nathy Peluso en la catedral de Toledo pone de relieve el largo historial de encontronazos de la cúpula eclesial con músicas de todo pelaje.
Que C. Tangana es un maestro del autobombo, lo tenemos claro. Es no solo un músico inteligente (lo de genial mejor lo dejamos para los genios, que son muy pocos en este mundo), sino un espléndido promotor de sí mismo. Un tipo extremadamente hábil. Sabe cuáles son las cuestiones candentes en la sociedad, sabe qué teclas pulsar, sabe a qué públicos dirigirse y sabe muy bien cómo provocar y regodearse en su propia provocación. Reírse de sí mismo y de quienes se indignan tras sus bravatas. Aunque la reacción opuesta sea de lo más previsible. Basta ver el videoclip de «Ateo». O el de «Hong Kong», con Andrés Calamaro. O sus famosas fotos rodeado de mujeres.
También sabemos que la religión y sus creencias son una cosa, y que la jerarquía eclesiástica (más aún en este país) no tiene por qué ser exactamente lo mismo, ni mucho menos. Aunque sea su principal embajadora. Y que esta última suele tener la piel especialmente fina con algunas conductas ajenas que consideran reprobables y particularmente gruesa con otras que afectan directamente a su propia reputación. Rauda como el trueno cuando se trata de afear conductas ajenas, y premiosa como un paquidermo cuando se trata de entonar el mea culpa y reconocer sus errores. Ha sido así históricamente, y lo sigue siendo. Mejor no entrar en detalles.
La jerarquía eclesiástica suele ser rauda como el trueno al afear conductas ajenas y premiosa como un paquidermo para reconocer sus errores.
El encontronazo del arzobispado de Toledo con C. Tangana y Nathy Peluso a cuenta del último videoclip que han protagonizado ambos, grabado íntegramente en la propia catedral de la ciudad hace unas semanas y estrenado el pasado viernes, es el último capítulo de una larga serie de desencuentros y polémicas alrededor de la religión católica y sus ofensas en España por parte de músicos: desde el video de Psychic TV con un Cristo con cabeza de cerdo que precipitó el cierre del programa La Edad de Oro, en 1984, hasta el juicio a Javier Krahe (luego absuelto) por aquel video satírico, emitido en 2004, en el que explicaba cómo cocinar un Cristo para dos personas. La polvareda por el «Ateo» de Tangana y Peluso se veía venir a la legua. Desde el mismo viernes pasado, día en que se estrenó.
Son expresiones creativas que pueden ofender a muchos creyentes. Y hay que entenderlo. Sin duda. Pueden ser desafortunadas. Inoportunas. O de dudoso gusto. Pueden herir alguna sensibilidad. Pero se olvida con frecuencia que hay un valor, que es el de la libertad de expresión, que merece especial protección y debería prevalecer. Y si en el marco de esa muestra de creatividad (más o menos afortunada) alguien se siente con derecho a defenderse personalmente porque entiende que se ha atentado contra su honor, ahí tiene el delito de injurias y calumnias. Lo recoge el Código Penal, y puede acogerse a él.
O incluso al delito de ofensa a los grupos religiosos, que por algo está en revisión y suscita muchas dudas entre juristas. Lo que no es coherente es proclamar que todos somos Charlie Hebdo y luego poner el grito en el cielo cuando lo nuestro es objeto de sátira. Que en esta ocasión, ni eso. Hay guasa, travesura, quizá irreverencia, pero no ridiculización ni sátira. En absoluto.
Lo que no es coherente es proclamar que todos somos Charlie Hebdo y luego poner el grito en el cielo cuando lo nuestro es objeto de sátira.
A estas alturas es bastante obvio que C. Tangana se la ha metido doblada, hablando pronto y muy mal, al deán de la catedral de Toledo, Juan Miguel Ferrer, quien restó importancia a la grabación y dio su consentimiento (previo pago de una cantidad que estaría entre los 15.000 y 30.000 euros, en principio destinados a causas sociales) para que el madrileño y la argentina se marcaran su baile tórrido en tan solemne entorno. Pero que con las urgencias sociales, económicas y sanitarias que tiene el mundo en el que vivimos, esto haya llegado a provocar la dimisión del deán y a copar minutos de prime time informativo, ya es todo un síntoma de cuán extraviado tiene el punto de mira la cúpula católica y sus estamentos más cerriles, aquí encarnada por el arzobispo Francisco Cerro. Y de cuánto nos gusta al resto la polémica y el morbo, por pueriles que a veces resulten.
Seguramente el deán pecara de ingenuo cuando argumentó que la historia de la canción representaba «una conversión mediante el amor humano». No parece que fuera precisamente eso lo que quería decir el madrileño con lo de «yo era ateo, pero ahora creo, porque un milagro como tú ha tenido que bajar del cielo». Pero nos quedamos con otra cosa que dijo sobre el vídeo de marras: «que no afecta a la fe, que es un lenguaje propio de nuestro tiempo y que se ha atendido al bien que pueda producir en los alejados», pese a reconocer que la imagen que proyecta pueda ser «provocadora».
Quizá el hombre sea un alma cándida (ojalá hubiera más de ellas, por cierto, igual nos iría mejor), y vale que lo de Tangana tampoco va a provocar que nuestras parroquias se llenen de agnósticos fans de la bachata, del trap y de la rumba a partir del domingo que viene, súbitamente convertidos a la fe. Pero difícilmente incrementará o renovarán su clientela los templos de nuestro país con reacciones tan rancias, envaradas y desproporcionadas como la del arzobispo de Toledo y la de toda la clac que se personó hace unas noches frente a la catedral, vela en mano, para purificar el ambiente y denunciar el ultraje.