
Floating Points con Pharoah Sanders y Sufjan Stevens nos proponen desconectar de nuestro acelerado presente para aislarnos del ruido y sumergirnos en el sonido en estado puro.
Hay discos que están hechos para sumergirse en ellos. Para subir el volumen al máximo, desconectar el teléfono móvil, olvidarse del mundo y abandonarse al sonido en su estado más puro. Para abstraerse. Para obviar que vivimos en un presente hiperacelerado. Los de Floating Points y Sufjan Stevens son de esos.
Son trabajos de un enorme impacto sensorial. Para vivirlos sin tratar de entenderlos. Sin necesidad de intelectualizarlos. Pueden llegar a bordear la cursilería new age, aquella máxima acuñada por Ramón Trecet de que conviene buscar la belleza porque es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo. Que ya sabemos que la línea que separa lo trascendente de lo pretencioso puede llegar a ser muy delgada. Pero vale la pena desligarse de prejuicios y correr aquí ese riesgo. Entre Enya o Kitaro y cualquiera de los dos discos que motivan este texto, media un mundo. Afortunadamente.
La línea que separa lo trascendente de lo pretencioso es fina, pero esto no es Enya ni Kitaro.
Se acaban de publicar recientemente dos discos de esa clase. Dos trabajos a los que no se les puede afiliar en ningún estilo concreto o definido. Ambos están facturados por músicos de mucho recorrido y enorme crédito. Ninguno de ellos ha necesitado poner nombre a los cortes de sus discos, porque no se entienden si no es como un todo. Sus composiciones no funcionan solas. No se pueden individualizar.
Están hechos para ser escuchados de principio a fin. Sin cortes. A ser posible, en vinilo o en CD. Ni siquiera en streaming – aunque pueda ser una imprescindible primera aproximación – , porque esas milésimas de segundo de silencio que habitan entre cualquiera de sus tracks son como un crimen. Como rajar con una navaja un cuadro de una pinacoteca elevado a la categoría de obra de arte.
Mucho más que electrónica, free jazz y clásica
El primero de ellos es la impresionante (no se puede definir de otro modo) colaboración entre el músico británico Sam Shepherd, conocido en el mundo de la electrónica como Floating Points, y el legendario jazzman norteamericano Pharoah Sanders. Les separan nada menos que 46 años. Y son también 46 los minutos que dura su Promises (Luaka Bop, 2021), grabado junto a la Orquesta Sinfónica de Londres.
El octogenario Sanders, alumno aventajado de Miles Davis y gurú del jazz cósmico, hace que su saxofón aporte pinceladas de free jazz sobre un arpegio de piano, clavecín y sintetizador orquestado por Shepherd, mientras que la sección de cuerdas de la London Symphony Orchestra se va sumando en un crescendo aparentemente repetitivo – solo aparentemente – pero vigorosamente conmovedor, en el que cada fraseo, cada maniobra, cada movimiento, recae con la solemnidad y la importancia de la música de verdad relevante.
El disco, que podría ser encajado como una síntesis de electrónica paisajística, jazz de vuelo libre y música clásica, se erige en un monumento a la belleza en estado puro. Un trabajo que trasciende esas etiquetas que hemos esbozado para ocupar un espacio propio. Único. Juega en su propia liga. Solo compite consigo mismo.
La primera de las cinco fases del duelo
Las mismas cotas de abstracción demanda lo nuevo del norteamericano Sufjan Stevens. El suyo también es un disco que juega a la contra. Que se cisca en estos tiempos de bulimia informativa, en el reino de la fugacidad del click, del like, del meme y del bailecito de quince segundos. Que te ruega que te aísles del ruido que todo lo inunda y te sumerjas en su éter. En el sonido que fluye en estado puro.
Es algo más corto – solo 27 minutos – , se llama Meditations (Asthmatic Kitty, 2021) y forma parte, en realidad, de una entrega quíntuple llamada Convocations (Asthmatic Kitty, 2021), que verá la luz íntegramente en mayo. Cada uno de sus cinco discos (49 cortes en total) está inspirado en cada una de las cinco fases del duelo, ya que Sufjan perdió a su padre biológico a finales de septiembre del año pasado, justo cuando se publicaba su último disco, The Ascension (Asthmatic Kitty, 2020).
“Meditations” responde a la primera de las etapas de superación del luto de Sufjan Stevens por la muerte de su padre, hace siete meses.
Meditations (Asthmatic Kitty, 2021) es el primero de los cinco discos en hacerse público, y lejos de sonar plañidero, luctuoso o fúnebre, transmite una calma, una luz y un sosiego que resultan francamente sanadores. Sus diez composiciones apenas se sostienen en un piano y un set de cacharrería electrónica, y tratan de describir el tránsito emocional de cualquiera que haya pasado por la pérdida de un ser muy querido.
Es otro disco en el que da la sensación de que no ocurre nada. Tampoco hay voz. Sus cortes, también con el único título de “Meditation”, de forma numerada (lo que aquí son meditaciones, en el de Floating Points y Pharoah Sanders son movimientos, “Movements”), se despliegan como si fueran partículas suspendidas en el aire, sin someterse a las más elementales reglas de espacio, tiempo y dinámica de la música popular de nuestro tiempo. Arañan el misticismo, pero no llegan a resultar cargantes ni pomposos.
Transmiten una paz que fluye con naturalidad, sin recurrir al manual de autoayuda, dejando que sea el oyente quien reinterprete y rellene sus espacios en blanco, quien solvente sus interrogantes. Remite a la mejor música ambient. Trata a la audiencia con respeto. Eso sí, para disfrutarlo en formato físico hay que esperar a que se edite junto a los otros cuatro discos que integrarán Convocations (Asthmatic Kitty, 2021), dentro de un mes.
Tanto el de Floating Points y Pharoah Sanders como el de Sufjan Stevens son discos que demandan su tiempo. Pero la recompensa está garantizada. Palabra.