
Nombres como tUnE-yArDs, Ho99o9, !!!, The xx o Megan Thee Stallion suponen un quebradero de cabeza para quienes escribimos sobre música pop.
Las normas de estilo son esa serie de reglas según las cuales quienes trabajamos en los medios de comunicación regimos nuestros textos. Teóricamente, lo hacemos para que el lector entienda mejor lo que queremos decir. Las normas suelen ser sencillas, y se atienen a los principios más básicos de la ortografía: podemos discutir si es mejor escribir el título de un álbum con cursivas o con comillas, por ejemplo, o enredarnos en si las palabras del título de una canción han de empezar todas en mayúsculas, como suele ocurrir con aquellas que están escritas en inglés (“Knocking On Heaven’s Door”, por ejemplo), o en minúsculas – salvo la primera, claro – como suele ser el caso de las canciones en castellano (“En el centro del baile”, pongamos). Artistas como tUnE-yArDs, Ho99o9 o !!! desafían a los periodistas musicales.
Pero lo que todos tenemos claro es que, por regla general, los nombres propios empiezan siempre en mayúscula, y tanto los títulos de discos como los de canciones, películas, series o libros, han de de escribirse siguiendo las reglas más elementales, al igual que (teóricamente, que luego hay de todo, y a veces sangran los ojos) tampoco podemos utilizar los signos de puntuación a nuestro antojo, repartiéndolos como nos venga en gana.
Las reglas de ortografía más elementales han saltado por los aires en los últimos años ante una serie de músicos que hacen de su nombre una marca heterodoxa e irreverente.
Pues bien, de un tiempo a esta parte, esas reglas han ido saltando por los aires ante determinados artistas que hacen de la heterodoxia de su propio nombre una imagen de marca. Alteran las reglas del juego a su antojo, seguramente porque la mayoría de ellos también buscan diferenciarse mediante propuestas creativas singulares, irreverentes y rupturistas. O también porque se gastan un sentido del humor que tiene mucho que ver con las postmodernidad en que vivimos.
Y aunque en su derecho están, que por algo al arte y a la creatividad no hay que cortarles – bajo ningún concepto – las alas, su irrupción supone a veces un auténtico quebradero de cabeza para quienes escribimos o editamos textos sobre música pop. Nos vemos muchas veces obligados a darle al corta/pega para no meter la pata, salvo que queramos perder la chaveta en el intento. Qué remedio.

Hay quienes directamente se pasan por el Arco del Triunfo las más sencillas reglas de cómo utilizar las mayúsculas y las minúsculas para mezclarlas a su antojo, como tUnE-yArDs, seguramente porque su música tampoco es nada convencional, ya que se alimenta de diversos nutrientes que a su vez proceden de distintas latitudes. Por algo encarnan la mejor world music posible en el siglo XXI.
Hay quien hace uso de los números como si fueran letras, como es el caso de la banda norteamericana de rapcore Ho99o9 (leer como “Horror”), o quienes, en otro alarde de osadía, tan solo recurrieron a tres signos de exclamación para bautizarse, como los también norteamericanos !!! (leer como “chk, chk, chk”), la estupenda batidora rítmica de Nic Offer, cuya transcripción ha generado una confusión en muchos editores similar a la que los los punks norirlandeses Therapy? generaron al rematar su nombre con un interrogante a mitad de los años noventa.

Cuando entramos en el fregado de las mayúsculas y las minúsculas, el pitote está servido.
Hay músicos que escriben su nombre artístico íntegramente en minúsculas – slowthai – al tiempo que bautizan con su nombre de pila real uno de sus discos empleando íntegramente mayúsculas – TYRON – , quienes hacen lo propio con varios de sus álbumes – ídem de tUnE-yArDs con su disco WHOKILL – y quienes recurren sistemáticamente a las mayúsculas en su nombre bien como seña distintiva – ALASKALASKA, HAIM, IDLES – o bien como una forma de desmarcarse de su tradicional perfil creativo: Jarvis Cocker (ex Pulp) ha decidido llamarse en su último disco JARV IS… , así, con mayúsculas y puntos suspensivos, como riéndose de su anterior proyección pública. Y también hay quienes, por contra, reducen su nombre a la minúscula, como los británicos The xx.
Ambos tienen en común que no son músicos muy propensos a exhibir su vida privada en público.

Luego están los músicos que alargan a capricho el artículo que les sirve como introducción, posiblemente como una forma de reafirmar su contundente presencia física, como la rapera Megan Thee Stallion o el combo de r’n’b THEESatisfaction, quienes además de estirar el “The”, lo escriben íntegramente en mayúsculas y sin separarlo del sustantivo.
Y para terminar de liarla parda, podemos entrar en el terreno de quienes toman su nombre haciendo juegos de palabras con los de celebridades del mundo de la música o el cine, como Chet Faker o Com Truise (casi todos ellos son del ámbito de la electrónica), para hacer que todo este embrollo no tenga fin.
Seguramente no lo hagan adrede, ni tengan en absoluto en mente soliviantar el ánimo del editor más paciente. Seguro que habrá asuntos más importantes a los que dediquen su tiempo. Aunque a veces no lo parezca, vaya. Porque vaya forma de complicar la vida en aras de la estética.
Lo que está claro es que, a pesar de su dificultad de escritura, nombres como tUnE-yArDs, Ho99o9 o !!! han revolucionado el panorama estilístico y de identidad musical.