
La artista canadiense, integrante de una de las familias musicales más dotadas y célebres de las últimas décadas, publica un álbum que se encuentra entre lo mejor de toda su producción, avalado por canciones de una belleza tan punzante como esta.
De casta le viene al galgo, se suele decir. El dicho es bien antiguo, pero viene que ni pintado para describir a Martha Wainwright, cuya familia guarda una relación estrechísima con la música. Desde siempre.
Es hija de Loudon Wainwright III y de Kate McGarrigle, y hermana del gran Rufus Wainwright. Y sus discos no gozan del relumbrón mediático ni de público de los de su hermano, pero su carrera es igual de sustanciosa y honesta. Como mínimo.
Sus canciones son también lecciones de vida, válvulas de escape a través de las cuales ella deja fluir todo lo que alberga dentro, ya sea el duelo por la muerte de su madre, la maternidad, el divorcio de quien era su pareja o, ya últimamente, los rigores del dichoso confinamiento.
El reflejo de esto último es bien patente en Love Will Be Reborn (Cooking Vynil, 2021), su último trabajo. Y en canciones como esta «Middle Of The Lake», en la que muestra su plenitud vocal, interpretativa y compositiva. Otra nueva colección de canciones en la que exhibe su exorcización de demonios interiores.
Cuando la música ayuda, en resumen, como terapia personal y a la vez como fuente de gozo para el resto de la humanidad. O al menos para esa parte de la humanidad que muestra una tendencia natural a empatizar con sus historias y con su forma de vehicularlas. Martha Wainwright es siempre sinónimo de pedigrí y de calidad, sin duda.