Los protagonistas y el director de la serie televisiva «La Ruta» explicaron ayer en València los pormenores y curiosidades de su grabación.
«Si aquel negocio de la fiesta hubiera seguido en el tiempo quizá hablaríamos ahora de València como uno de los epicentros de la cultura de club europea, tal y como lo que yo experimenté cuando estuve en Berlín, saliendo de jueves a domingo». Son palabras del actor Àlex Monner durante la charla que mantuvieron ayer los cinco integrantes del reparto principal de la serie La Ruta, emitida por Atresplayer, y su director, Borja Soler, con la periodista Mariola Cubells en el Centre de Cultura Contemporània del Carme (CCCC) de València.
«Hay fantasías que deben tener espacio para que se puedan reproducir, y la Ruta generó imágenes que pueden definirte en algún momento de tu vida», comentó el actor catalán, quien remató su argumento afirmando que «cualquier movimiento cultural interesante implica un poco de peligro». Junto a él estaban Elisabet Casanovas, Claudia Salas, Ricardo Gómez y Guillem Barbosa, los otros cuatro actores que, juntos, dan vida al grupo de amigos que protagoniza la serie.
Su acción se sitúa históricamente entre 1981 y 1993 en el circuito de discotecas al sur de la ciudad de Valencia. En locales como Barraca, ACTV, Spook, Espiral o Puzzle: la llamada Ruta Destroy o Ruta del Bacalao, vilipendiada durante años por su lenta decadencia durante los años noventa (la conjunción de drogas, sensacionalismo mediático y progresivo empobrecimiento de su música) pero reivindicada en los últimos tiempos por su primer tramo, el de los años ochenta, más interesante por su conexión con las tendencias musicales anglosajonas de nuevo cuño y por su condición de singular propuesta de ocio e incluso su conexión cultural con otras disciplinas (diseño gráfico, moda, performances, sus rituales particulares).

Estructura en modo rewind
La serie está estructurada en forma de flashback, con su trama comenzando en 1993 y terminando en 1981. Es por eso que su director, Borja Soler, incidió en la particularidad de «rodar hacia atrás, jugando con las elipsis», y en la dificultad de «conseguir que los primeros capítulos mostraran a un grupo de amigos que se conocen desde hace años pero en realidad ya se están despidiendo, con treinta años».
De hecho, uno de los principales retos a los que se enfentaba el reparto, tal y como indicó Ricardo Gómez, era «encarar el paso del tiempo, cómo rejuvenecer y agarrarte a pequeños matices y detalles para plasmar que tras cada capítulo habían pasado dos años y cómo se reflejaba en los propios personajes».
El casting también tuvo sus particularidades: fue más extenso y detallado de lo que suele ser habitual en la industria audiovisual. «Mas que un casting, fue como ir a un lugar a trabajar, como un ensayo e investigación, casi como una masterclass», explicó Claudia Salas. También Elisabet Casanovas reconoció que hicieron «una entrevista larguísima, como si fuera para un documental, pero que nos sirvió de mucho porque ahí generábamos qué clase de novios fuimos el personaje de Ricardo (Sento) y yo, y se crea una magia especial».
El resultado fue de un entendimiento y una química especial entre todos los actores, tal y como afirma Guillem Barbosa: «Tuve la sensación de tener complicidad, de que algo había, de que se buscaba esa complicidad a propósito», corroboró. La serie está nominada en los próximos Premios Feroz, que se entregan el 28 de febrero en Zaragoza.