
La fusión entre Caixabank y Bankia es paradójicamente publicitada con una canción que nació como tributo fúnebre a la madre – fallecida – de Paul McCartney, y que fue el preludio a la disolución de The Beatles.
Es de suponer que, detrás de las campañas publicitarias de las grandes entidades bancarias españolas -como Caixabank– haya potentes agencias de comunicación. Consultores, copys, redactores, creativos. Competentes profesionales cuya labor es idear estrategias con las que acercar su producto al gran público.
También es lógico pensar que las imágenes empleadas, las fotografías, los colores, la música y el tono general de cada campaña se ajuste a la visión corporativa que la empresa tiene de sí misma y que quiere proyectar a la gente. Hasta ahí, todo normal.
¿Pero qué ocurre cuando el mensaje real de la música escogida no solo no concuerda con el que la entidad quiere transmitir, sino que es meridianamente opuesto? Porque una cosa es que una melodía nos parezca bonita, pero eso no basta para hacer bandera de ella si no tenemos ni idea que cuál es la lectura que su letra nos transmite.
Bien, ya sabemos qua cualquier canción deja de pertenecer a su dueño desde el momento en que se hace célebre y es la gente quien la adopta. Pero hay discordancias que tienen poca explicación.
Una cosa es que una melodía nos parezca bonita, pero eso no basta para hacer bandera de ella si no tenemos una remota idea de qué fue lo que inspiró el mensaje de su autor.
Ese es el caso de lo ocurrido con la reciente campaña que anuncia la esperada fusión de Caixabank con Bankia. Tampoco podemos caernos ahora del guindo y desestimar la potente labor de apropiación – y por consiguiente, descontextualización – que cualquier gran empresa realiza de algunas señas de identidad surgidas de la cultura popular.
Un ejemplo muy gráfico fue aquel «No nos mires: únete», acuñado por el movimiento 15-M, que años más tarde tomó «prestado» ING para una de sus campañas.
Pero cuando lo que se publicita es una unión, una fusión, una alianza entre dos entidades, y se acompaña de una canción intimista que fue concebida en recuerdo de una madre ya fallecida, y que además sirvió como prólogo a la disolución de la banda que la publicó (y con esas connotaciones ha pasado a la historia de la música popular), como es el «Let It Be» de los Beatles, es que algo falla.
O simplemente es que alguien ni se ha molestado en consultar la wikipedia. La canción que aparece en el spot, eso sí, es una versión. No es la original.
«Let It Be» fue la canción que Paul McCartney escribió, aún en The Beatles, en 1970 en recuerdo de su madre, que es la «Mother Mary» que aparece mencionada en su letra. Es cierto que su texto invoca esas «palabras sabias» («words of wisdom») que cualquiera puede acomodar a su propia experiencia como una noción universal. Pero esa sabiduría que acuñan sus párrafos es, en realidad, la sabiduría de una madre fallecida cuando el autor solo contaba trece años, poco que ver con la fusión de Caixabank y Bankia.
Estos contrastes resultan chocantes, pero no son nuevos. En 2014, ING también utilizó el «Like a Rolling Stone» de Bob Dylan para un anuncio. El creativo de aquella campaña, César García, estimaba que los valores del banco naranja eran perfectamente compatibles con los que transmitía la canción de la leyenda de Duluth. Y tampoco los representantes legales del músico se opusieron. Al contrario.
Con los mitos de la contracultura de los sesenta hemos topado
En los últimos tiempos han sido el «Happy Together» de The Turtles (Mediolanum), el «Dicen» de ELE, Elena Iturrieta (Bankinter), el «Me and Bobby McGee» de Janis Joplin (ING, de nuevo), el «Stay Alive» de Jose Gonzalez (Banco Santander) o un fandango interpretado por Estrella Morente (Banco Sabadell) algunas de las tramas sonoras que han servido para ilustrar las campañas de radio y televisión de nuestras entidades bancarias.
Pero cuando los bancos escogen a los mitos de la contracultura de los años sesenta y setenta, el revuelo está servido. Son muchas las voces que se quejan, a través de las redes sociales, de la incongruencia de algunas elecciones. En el caso de Caixabank y los Beatles, las críticas han arreciado. Y no porque los Beatles – ni nadie – hayan de ser sagrados. Sino por la discordancia entre mensaje y trasfondo.
Algo que delata el escaso interés, por otra parte, que aún persiste en muchísimos ámbitos de nuestra sociedad hacia la música y la significación cultural que entraña. Que va mucho más allá de la simple utilidad decorativa que se le suele asignar en casos como el de Caixabank con «Let it Be» de The Beatles.