
Se le atribuyó tradicionalmente a Kurt Cobain, pero el origen del peculiar smiley desencajado de la banda de Seattle sigue siendo un misterio envuelto en demandas y acusaciones legales, tres décadas después de nacer.
Si Kurt Cobain (1967-1994) levantara la cabeza, seguramente querría volver a esconderse bajo su lápida. Los últimos tiempos son un goteo incesante de triquiñuelas por las que más de un aprovechado trata de sacar partido a las migajas del éxito de sus Nirvana. Sin el menor escrúpulo.
Hace solo unos días que Spencer Elden, aquel bebé que aparecía en la portada de su celebérrimo Nevermind (Geffen, 1991) y ahora es un tiarrón de treinta castañas, anunciaba su decisión de demandar a la banda de Seattle, a estas alturas, acusándoles de pornografía infantil.
La noticia corrió como la pólvora, y generó algunas réplicas tan cachondas como la del satírico The Hard Times, que redactaba la noticia -obviamente, una guasa, aunque al paso que vamos, todo podría ser- de que el maniquí transparente que aparecía en la cubierta de In Utero (Geffen, 1994) también se planteaba demandar legalmente al grupo por la exhibición obscena de sus glándulas mamarias.
El sinsentido, alentado por una corrección política (retroalimentada por los iluminados que creen en las realidades alternativas y las fake news del trumpismo) que en los EE.UU. cobra a veces tintes que rozan lo demencial, está merodeando cotas que nunca habríamos imaginado. Pero es que todo lo que rodea a Nirvana, desde la exhumación inmisericorde de antiguas grabaciones a cualquier clase de objeto de merchandising, sigue dando beneficios, 27 años después de que su líder decidiese quitarse la vida. Es la suya una leyenda que no se extingue.
Lo que no mucha gente recuerda es que no solo las portadas, sino también su reconocido logotipo, han sido motivo de controversia, incluso también desde el punto de vista legal. Hace solo tres años, en 2018, el despacho de abogados de Nirvana demandaba al modista Marc Jacobs por el uso fraudulento de su famoso logo, el del smiley amarillo con los ojos tachados en forma de cruz y la lengua asomando entre las comisuras de sus labios. Un emblema ciertamente feísta, en consonancia con la estética del grunge y del rock alternativo de los noventa, al que Jacobs había sacado partido para su colección de moda Redux Grunge 1993/2018, con un logo prácticamente igual al de Nirvana, en un indisimulado tributo.

Cuando esto ocurrió, Marc Jacobs se permitió poner en duda la versión oficial sobre el origen del logo de Nirvana: que su autor había sido Kurt Cobain, casi treinta años antes. De hecho, el modisto presentó una contrademanda al estimar que Nirvana no podían probar que él hubiera infringido la ley de derechos de autor. No había constancia por escrito de que Cobain hubiera sido su autor, y hace 27 años que es imposible consultárselo, por razones obvias.
Pero, ¿cuál fue en realidad el origen del famoso logo, estampado en millones de camisetas, posters, tazas e incluso mascarillas por todo el planeta desde principios de los años noventa? La versión más extendida es esa, que fue en realidad Kurt Cobain quien lo ideó, en septiembre de 1991. Y que lo utilizaron por primera vez en una de las fiestas de presentación del álbum Nevermind (1991), el 13 de septiembre de aquel año. Sabiendo de la acusada personalidad del líder de Nirvana, la versión es más que plausible. Conociendo su gusto por controlar la imagen y todo lo que rodeaba al grupo, así como su peculiar sentido del humor, tiene perfecta lógica. Pero tampoco está concluyentemente probado.
El smiley de Nirvana era como el reverso cachondo y ciertamente tenebroso del famoso símbolo que había popularizado al acid house durante los años previos. Un semblante ya pasado de rosca, con los ojos fuera de órbita y la lengua fuera. Un emblema customizado de esta guisa por un grupo de rock que estaba en las antípodas, al menos estilísticamente, de los ritmos electrónicos y lisérgicos de aquella rama de la música house.
También se ha especulado siempre con que la carita desencajada que pasó a ser apéndice visual de Nirvana era en realidad una adaptación de una cara similar que aparecía en The Lust Lady, un viejo club de strippers de Seattle, la ciudad de la que procedía la banda. Los abogados de Nirvana afirman que el logo fue creado en 1991 y registrado en copyright en 1993, pero Mark Fisher, el hombre que diseñó casi todas las portadas del grupo mientras militaron en la multinacional Geffen, lo negó a finales de 2020, afirmando que había sido él mismo quien lo concibió. Directamente. En persona.
Obviamente, Nirvana LLC, que es una compañía creada en 1997 para hacer valer los derechos de Nirvana, lo niega. Aunque ninguno de los ex integrantes del grupo que aún están vivos, el bajista Krist Novoselic o el batería Dave Grohl, ha podido atribuir en público el origen del logo a Cobain. Todo es un asunto directo de Nirvana LLC, que representa por igual, en tres partes alícuotas, a Novoselic, Grohl y los legítimos herederos de Cobain, que han sido hasta ahora su viuda, Courtney Love, y luego su hija, Frances Bean Cobain, quien acaba de cumplir 29 años.
Resulta algo inaudito que casi tres décadas después esta controversia aún colee con tanta fuerza. El caso es que la polémica en torno al célebre logo, ese smiley absolutamente desencajado y desmañado, tan típico de los noventa, tiene visos de prolongarse durante mucho más tiempo. El culebrón continúa.