
El emblema presidencial que Arturo Vega adaptó para Ramones en 1976 ha llegado a vender muchísimas más camisetas que discos en las últimas cuatro décadas.
Algunas bandas de rock han llegado a vender muchas más camisetas que discos. A veces, ha pasado incluso después de muertos. De muertos como entidad creativa y también como personas de carne y hueso. Si hubieran llegado a vivir para verlo, sus cuentas corrientes lo hubieran agradecido, sin duda. Y también su ego, que se hubiera hinchado solo con comprobar el legado que han dejado. Pero algunos de esos grupos, como es el caso de Joy Division o de Ramones, los protagonistas de este artículo, no tuvieron esa suerte.
Es paradójico que unos músicos que siempre fueron outsiders en términos comerciales, sumidos en esa incómoda categoría de banda de culto que llena algunos recintos en Europa mientras pasa desapercibida en las listas de éxitos de su propio país, EE.UU., y que siempre registró ventas por debajo de lo esperado por su propia discográfica, haya acabado convertida en mera excusa para uno de los logotipos más rentables en términos de moda.
Millones de personas lucen su estampa en camisetas sin siquiera tener ni idea de quiénes fueron esos cuatro nombres: Johnny, Joey, Tommy y Dee Dee, los cuatro ya fallecidos hace años. Las llevan celebridades y famosos de medio pelo. Currelas y empresarios. Futbolistas y presentadores de televisión. Tu vecina del quinto o el tendero de la esquina. Quizá hasta te sorprendas un día viéndosela a tu abuela. Todo es posible.
Britney Spears o One Direction las lucen. H & M o Zara, entre muchas otras marcas, las venden. Para espanto de cientos, quizá de miles de fans originales que seguían al cuarteto neoyorquino desde finales de los años setenta y sienten como si un símbolo de sus vidas hubiera sido profanado por el inmisericorde capitalismo, y también para gozo de quienes visten esa adaptación del logo presidencial norteamericano sin ninguna necesidad de conocer los discos y canciones de Ramones.
Tan solo porque ven en ese círculo del águila, las estrellas y las flechas un emblema de lo más cool. En cualquier caso, nadie podía pensar hace cuarenta años que el punk acabaría derivando en esto. En otra revolución cultural plenamente fagocitada por el sistema.


La mente que alumbró tan icónico emblema fue la del diseñador gráfico Arturo Vega (1947 –2013), de origen mexicano, a quien siempre se le consideró algo así como el quinto Ramone. Él mismo explicó cómo, en un viaje a Washington, se le ocurrió: «Yo les veía como la última gran banda americana, reflejaban para mí ese carácter, también un infantil e inocente sentido de la agresión, y por eso pensé que el gran logo presidencial de los EE.UU. sería perfecto, con el águila simbolizando la fuerza y la agresividad ante cualquier ataque, cambiando la rama de olivo -símbolo de la amistad- por la rama de un manzano -ya que Ramones eran tan americanos como el apple pie– y haciendo que el águila sostuviera un bate de béisbol, ya que Johnny era un fanático de ese deporte». De hecho, «Beat on the Brat» («with a baseball bat», especificaban) fue una de sus primeras dianas melódicas.
El trabajo gráfico se redondeó cambiando la frase «Look Out Below» por la de «Hey Ho, Let’s Go», el grito de guerra de su primer single, «Blitzkrieg Bop». El logo fue plasmado en el primer álbum del grupo, aquel Ramones (Sire, 1976). Y así es cómo nació, hace nada menos que 45 años, el que es posiblemente el logotipo rock más popular de la historia del rock. Cuando Arturo Vega les dijo a los músicos que lo imprimiría en camisetas para vender en sus conciertos, estos pensaron que nadie estaría interesado en comprarlas. No podían estar más equivocados. Hasta el día de hoy.
El superviviente Marky Ramone también vio su nombre escrito en el logo, pero tras la muerte de los cuatro miembros originales decidió que lo eliminaran para espantar el mal fario.
Se suele decir que cuando un logo trasciende su sentido original para convertirse en un icono popular, es que es un buen logo. Más que eso, un extraordinario logo. «Puede que muchos de los chavales que lo lucen en sus camisetas no hayan escuchado a los Ramones en su vida, supongo que si tienes su camiseta puede que la curiosidad te lleve a descubrirlos, en cualquier caso es un fenómeno extraño», dijo una vez Marky Ramone, el único de los Ramones célebres aún vivo: suplió a Tommy a la batería en 1978, y ninguno de los cuatro nombres de la formación original, la del logo, vive ya. El nombre de Marky llegó a figurar en el logo durante un tiempo, pero tras la muerte sucesiva de los cuatro miembros originales, decidió que se eliminara, por superstición. No quería verse ahí, no fuera a ocurrirle lo mismo. Lagarto, lagarto.
Arturo Vega estuvo manejando durante años las licencias para utilizar el logo desde su loft en Manhattan, desde la disolución de la banda en 1996 hasta sus últimos días. Recibía hasta diez peticiones semanales de marcas que querían emplearlo en alguno de sus productos. En camisetas, pero también en almohadas, vasos y zapatillas. A lo que siempre se negó es a cederlo para ropa para mascotas, sombreros de cowboy o pantalones vaqueros de alta costura, que no tuvieran nada que ver con los jeans raídos y de pitillo que lucían Ramones en las fotografías. Su marketing podía generar pingües beneficios, pero también tenía sus límites.