
La portada de Goo (1990), el debut del cuarteto neoyorquino en el ámbito multinacional, ha sido mil veces imitada y customizada, pero poca gente conoce su escabroso origen real.
Es uno de los diseños más icónicos en la historia del rock. Como la del primer disco de los Ramones o la del primero de Joy Division. Los neoyorquinos Sonic Youth debutaron a lo grande en la multinacional Geffen, a lomos del que era su sexto álbum, con una portada cuyo dibujo, en forma de viñeta de cómic realizada por Raymond Pettibon, acabaría no solo impresa en miles de camisetas y objetos de merchandising por todo el mundo, sino también siendo imitada, fusilada sin piedad y reproducida en decenas de apropiaciones ajenas.
La imagen de cubierta del estupendo Goo (Geffen, 1990), uno de los mejores trabajos de estos pioneros y reyes absolutos del noise rock y del llamado rock alternativo de los años ochenta y noventa, muestra a una joven pareja dándose a la fuga en un coche, tras haber matado – tal y como reza el texto de su bocadillo – a los padres de uno de ellos. “Le robé al novio a mi hermana. Fue todo un torbellino, calor y relámpagos. En una semana matamos a mis padres y nos dimos a la carretera”, decía.
Seguramente los propios Sonic Youth, al igual que la mayoría de la gente, no eran conscientes de que la imagen que Raymond Pettibon había tomado como modelo para esa portada era, en realidad, una fotografía de Maureen Hindley y David Smith. ¿Y quiénes eran esa pareja, en realidad?
Eran un joven matrimonio británico que, en el momento de la instantánea, acudía a prestar declaración, sentado en el asiento trasero de un coche policial, en calidad de testigos de un horrendo crimen que sacudió a la sociedad británica de los años sesenta: el cometido por Myra Hindley (hermana mayor de aquella) y su marido Ian Brady, quienes asesinaron y abusaron de cinco menores entre 1963 y 1965, en la tristemente célebre saga de los “crímenes de los páramos de Manchester”.

Myra Hindley e Ian Brady acabarían siendo sentenciados a cadena perpetua por sus crímenes, pero sobre el jovencísimo David Smith (18 años cuando se casó con Maureen, de solo 19), protagonista de la foto, testigo involuntario de la muerte de uno de aquellos niños a hachazos y responsable de dar el chivatazo a la policía, recayó siempre la sospecha de la culpa, azuzada por las insidias de la que hasta entonces había sido su cuñada, en un caso que aún coleó hasta los años ochenta. Un calvario que acompañó durante décadas al joven inspirador de la portada de Sonic Youth (porque ella, su ya ex mujer, murió en 1980) hasta el fin de sus días, hace ya casi una década, como recogía la prensa del país.
Estaba tan obsesionado con el último aliento en vida de uno de los asesinados, cuya muerte – a manos de Ian Brady – presenció muy a su pesar, que le pidió a su mujer que abandonara durante un rato la habitación de hospital en la que falleció en 2012 para así ahorrarle aquello que él había sufrido cuando aún era un adolescente y tanto le había torturado durante años: la visión de su último suspiro.
A David Smith, el joven que aparece junto a su mujer en la foto, le persiguió durante toda su vida el tormento de los crímenes que delató; había sido testigo de uno de ellos.
En realidad, bajo aquel inquietante aspecto que lucía la pareja en la fotografía, ambos ocultos bajo sus gafas de sol y con ella fumando un pitillo, tanto Maureen como David eran exactamente lo opuesto a unos delincuentes: si no llega a ser por ellos, difícilmente hubiera dado la policía con los asesinos reales, que eran su hermana y su cuñado. Parece ser que Raymond Pettibon confundió a Maureen y a David con un caso en Estados Unidos donde, en efecto, un chico homosexual que mantenía una relación en secreto con el novio de su hermana, asesinó a sus padres y se dieron a la fuga, tal y como luego rezaba el bocadillo del dibujo.
Con el paso de los años, han sido decenas, quizá cientos, las readaptaciones que la portada de Goo (Geffen, 1990) ha ido sufriendo por parte de fans, dibujantes, diseñadores y toda clase de devotos. Sin saber, obviamente, que el trasfondo que se oculta tras ella, al menos su punto de partida, es algo tan macabro como aquella sucesión de crímenes. Todos reales.




Curiosamente, en una insospechada conexión en la que no mucha gente ha reparado entre Sonic Youth y The Smiths, una de las bandas esenciales de los años ochenta en el Reino Unido, fueron estos últimos los únicos músicos del ámbito del pop que alguna vez abordaron, en una de sus canciones, aquel infausto crimen de los páramos. Y lo cierto es que, dado lo sensible y delicado del asunto, no era fácil. Fue en la canción “Suffer Little Children”, uno de los temas de The Smiths (Rough Trade, 1984), el debut homónimo de la banda de Morrissey y Johnny Marr.
The Smiths evocaron el crimen que dio lugar a la foto que luego sirvió como modelo para la portada de “Goo” en la canción “Suffer Little Children”.
The Smiths abordaron aquellos desgraciados sucesos sin ningún atisbo de ironía ni frivolidad, pero los de Manchester tuvieron que enfrentarse a los previsibles ataques de la prensa amarillista de su país y a las malas lenguas, igual que le ocurrió en su momento al cuñado de los asesinos, David Smith. De hecho, fue el propio Morrissey, tan de actualidad en los últimos años por sus desplantes y salidas de tono, quien tuvo el sensible detalle de mantener por aquel entonces algún encuentro privado con los padres de una de las víctimas para explicarse.
Tampoco podría decirse que Sonic Youth, desconocedores de toda esta historia, quisieran con esta portada banalizar el crimen, aunque ya hubieran grabado antes canciones como “Death Valley’ 69” (1985), en alusión a la matanza de la familia Manson en una mansión de California. Simplemente querían valerse de un cómic transgresor para utilizarlo como tarjeta de presentación en su debut para una multinacional, como una forma de desafiar al universo del rock corporativo y al ámbito multinacional de las listas de grandes éxitos del momento.
Sin ser plenamente conscientes, habían creado una de las imágenes más potentes e imitadas del rock de las últimas décadas.