
En el mundo de la música, las campañas discográficas solían girar en torno a descomunales lanzamientos publicitarios que involucraban a celebridades y al público en general. Sin embargo, todo cambió. En este artículo, repasaremos algunas de las campañas discográficas más impactantes que rompieron con los esquemas tradicionales.
1 – Si los cerdos volasen.
Un cerdo volando. La clásica frase hecha que dicen los niños para despistarse o marcarse unas risas. Pues nada menos que eso fue lo que lograron los Pink Floyd (es la fotografía que ilustra este artículo) cuando decidieron utilizar un enorme zepelín sonrosado y de silueta porcina y lo hicieron sobrevolar la central eléctrica de Battersea, en el área metropolitana de Londres.
Fue su estrategia para promocionar Animals (Capitol/EMI), su álbum de 1977. Un disco que arremetía contra con la industrialización en el contexto sociopolítico del momento en el Reino Unido. Sin duda una campaña discográfica memorable.
El cerdo volador hinchable de Pink Floyd se desmandó y acabó colapsando el tráfico aéreo de Heathrow.
Lo más curioso es que el cerdo de plástico hinchable escapó, estuvo volando durante varias horas, obligó a detener parte del trasiego aeroportuario de Heathrow (por donde pasó) y tuvo que ser capturado a la altura de Kent, tras una persecución policial con helicópteros. Una delirante travesía, que copó los informativos del día.
No contentos con ello, en 2011 reincidieron, con motivo de su reedición. Y Aphex Twin (el músico electrónico Richard D. James) imitó su jugada en 2014, acercando al cielo un zepelín amarillo chillón con el logo de su proyecto impreso, para promocionar su álbum Syro (Warp, 2014).

2 – Megalomanía al cubo.
Si hablamos de campañas mesiánicas, ninguna como la que protagonizó Michael Jackson en 1995 para promocionar su álbum HIStory. Past, Present and Future, Book I. Fue la más tópica estampa del gigante con pies de barro: superado por las modas y sumido en la irrelevancia, el Jackson de mediados de los noventa fue convertido en estatua.
Y no en una ni en dos, no. En diez efigies de casi diez metros de altura cada una, de acero y fibra de vidrio, que fueron diseminadas por lugares emblemáticos de toda Europa como el cauce de río Támesis, la Alexanderplatz de Berlín o el pedestal donde había descansado la efigie de Stalin en Praga hasta la caída del muro. De todas ellas, aún se conserva una en Las Vegas. Más de 30 millones de dólares se gastó la Sony en este megalomaniaco dispendio.

3 – Modernas pinturas rupestres
Arcade Fire adquirieron muy pronto algunos de los tics de las grandes bandas de stadium rock de toda la vida. Con ocasión de la salida de su quinto álbum, Reflektor (Merge, 2013), se dedicaron a inundar las calles de las principales ciudades europeas y norteamericanas (Chicago, Londres, Roma, Berlín o Nueva York) con una retahíla de misteriosos grafittis que mostraban una especie de parrilla dentro de un círculo, con las letras del álbum de marras marcadas en cada casilla.
Arcade Fire se pusieron crípticos y misteriosos para promocionar su último trabajo relevante hasta la fecha.
Paredes, aceras y cabinas de teléfono de muchas calles se vieron orladas con el sospechoso logo. Incluso colgaron una banderola gigante desde lo alto de un rascacielos con el símbolo, la fecha y la hora de edición del primer single que se extrajo de él: 9/9/9. Septiembre de 2013. Entre el vandalismo urbano, el arte callejero, la perspicacia promocional y una intrusividad que podía llegar a ser cargante. En cualquier caso, preludió la salida de su último trabajo relevante. Eso es así.

4 – Queme usted su dinero.
La quema de dinero en público no es exactamente un acto de promoción, más bien un autosabotaje que trata de denunciar el absurdo del capitalismo, del funcionamiento de la industria musical o incluso la política impositiva de algún gobierno.
Precisamente esto último, la política de impuestos de su país, fue lo que denunció en su momento Serge Gainbourg cuando cometía la extravagancia de pegarle fuego a un billete de 500 francos en directo por televisión, en 1984.
Y lo anterior, la caprichosa ruleta del éxito, cuyas contradicciones pusieron en solfa los británicos The KLF durante toda su carrera, fue lo que les impulsó a poner unos cuantos ceros a la osadía de Gainsbourg para montar una pira con nada menos que un millón de libras en la isla escocesa de Jura, en 1994, como epílogo a su carrera. Con un par.

5 – Lo críptico como oposición frontal a la megalomanía.
El dúo escocés de música electrónica Boards of Canada se dedicó a promocionar su álbum Tomorrow’s Harvest (2013) mediante una serie de piezas de audio relacionadas con códigos numéricos, anuncios emitidos en Cartoon Network con grabaciones de sonidos misteriosos, distribuyendo vinilos que contenían solo veinte segundos de audio junto a un número de seis cifras y dando pie con todo ello a un elaboradísimo puzzle cuyas piezas, todas juntas, darían las claves de lo que era su inminente trabajo.
Boards of Canada proponían un auténtico quebradero de cabeza a sus fans.
Un auténtico quebradero de cabeza para el fan más obsesivo, puesto a dura prueba cuando en realidad solo habían pasado ocho años desde su anterior entrega, y el aura de bendita anomalía de su espectral música se había ido desvaneciendo. ¿Valía la pena devanarse así los sesos para descifrar esos códigos ocultos?
