
Ricardo Lezón nos detalla, en la segunda entrega de «Las voces contadas», su fructífera amistad con David Cordero, uno de los músicos que mejor han sabido filtrar las atmósferas del ambient en nuestro pop.
No recuerdo muy bien el primer día que vi a David Cordero, pero sí la primera vez que hable con él. Un día de verano de 2003, estando yo en el estudio de Paco Loco en Valdelagrana, inmerso en la grabación de El Sur de mi Vida (2003), primer disco largo de McEnroe, decidí llamarle, sin conocerle de nada, para que se acercara al estudio y grabase un acordeón. SabÍa por Paco que David vivía en San Fernando y no estábamos lejos.
Ese año, Todo vuelve a ser lo que no era (2002), segundo disco de Ursula, su grupo, había sido mi refugio sonoro preferido. Un disco que sigue siendo igual de especial que entonces. Fue una conversación corta, me dijo que estaba pintando una casa y que no tenÍa tiempo para acordeones, como me podía haber dicho que estaba pintando un acordeón y no tenia tiempo para una casa o que no tenia pintura para el tiempo y su casa era un acordeón.
En todo caso, fue una excusa llena de poesía, y esas siempre me sirven. Han pasado casi dieciocho años y David sigue negando que aquello ocurriera. Puede ser, lo que sí es seguro es que desde entonces es mi amigo, ha vivido en mi casa y yo he vivido en la suya, hemos hecho canciones juntos, incluso formamos un grupo y sobrevivimos a una gira, y siempre hemos cuidado de nuestra amistad como quien cuida de un bonsai.
Hablamos por videollamada, y lo primero que me dice es que salgo fatal, eso quiere decir que está contento. De fondo suena “Triste pero cierto”, un título perfecto para acompañar su comentario de bienvenida, canción que pertenece a La Banda Sonora de mi Funeral (2013), el primer disco que grabo con Ursula.
Me cuenta que aquella grabación fue muy complicada por el momento vital, y que con la distancia lo siente mucho menos libre que Todo vuelve a ser lo que no era (2002), el segundo, en el que se divirtió de verdad, cuatro chavales de San Fernando grabando samplers de Miles Davis y bicheando con la electrónica que nos flipaba, en total libertad, eso éramos entonces.

En aquel disco David aún cantaba, con una voz lenta y solemne envuelta en un suave acento andaluz construía frases tan demoledoras como aquella que resume casi todos los fracasos amorosos de la historia de la humanidad y que suena al final de “Infidelidades múltiples”, pensaba que eras especial, y al fin y al cabo, eres como los demás. Hemos hablado muchas veces de la frustración compartida que sentíamos cuando alguien nos decía que hacíamos música triste, para mí escribir canciones siempre ha sido fuente de luz, paz y alegría, y comprobar que lo que transmites es tristeza es decepcionante.
David me cuenta que él ha dejado de darle importancia, no se puede controlar lo que se transmite. Me gusta que me digan, me encanta tu música para dormir, o siempre me lo pongo para fregar o para ordenar estanterías. Yo hago música para disfrutar, la vivo como un reflejo de mi personalidad, la uso como expresión sonora de mis emociones, de mis estados de animo. Y así es, porque después de Todo vuelve a ser lo que no era (2002), vino Mejor Seguir al Silencio (2013), y eso es lo que hizo, desde entonces David no volvió a cantar y su música fue deslizandose lenta pero segura hacia los paisajes sonoros, hacia el ambient o el sonido de lavadoras rotas como lo llama él.
“Me gusta que me digan: me encanta tu música para dormir, o siempre me la pongo para fregar o para ordenar estanterías”
Me cuenta que después de presentar Hasta que la soledad nos separe (2012), su ultimo disco como Ursula, en Mallorca se le acercó Alva Noto y le dijo que le había gustado mucho su show y que le mandara sus canciones. Para mí Alva Noto podría ser un extremo del Helsinki F.C., pero resulta que es un capo en esto de la electrónica, así que David le mandó sus discos con Ursula y Noto se los devolvió diciendo que lo que había escuchado en vivo era otra cosa, en ese momento Ursula desapareció y David comenzó a firmar sus discos con su nombre.
Yo no soy musico, soy diseñador de sonidos. De un instrumento saco muchos sonidos. Me gusta mucho las posibilidades de la tecnología y el sonido pero al final lo importante sigue siendo la emoción, la persona. Todos sus discos son temáticos; sobre el mar y las playas El rumor del oleaje (2016), sobre las salinas de San Fernando, su pueblo, Salinas (2020), junto a Miguel Otero o Hacia la luz (2019), la preciosidad que hizo para su madre y conmigo hizo Viento Smith (2014), sobre el humo después de la derrota amorosa. Un póker en toda regla.

¿Cada emoción tiene un sonido?, le pregunto. Estás en plan gafapasta, recibo como respuesta. Nos reímos. Yo con David me río mucho siempre. Cada emoción, que no es sino el paisaje interior, tiene su sonido, y ese sonido es definitivo para dibujar el que acompañará al exterior. Y a veces, también al revés. No es lo mismo ir a grabar a una playa estando triste que estando alegre. Pero tal vez el hecho de ir a una playa a grabar, de ver ese paisaje, de cómo esté el mar, de que el viento te dé en la cara, puede transformar esa tristeza en otra cosa. Nos perdemos en esas disquisiciones mientras se toma una manzanilla, otra señal inequívoca de que nos hacemos mayores.
Estamos hablando de música ambient, así que yo solo puedo preguntar. David me cuenta que hay una escena muy rica en el país, de gente haciendo música experimental, que sucede eso de que crees conocer a todos y no, siempre te sorprende encontrar a alguien nuevo. A pesar de ello, la mayoría editan sus discos fuera, en sellos rusos, japoneses, italianos o ingleses. En España tenemos a ARCHIVES, un sello muy interesante que curiosamente edita sobre todo a autores extranjeros. Es una música muy globalizada.
Quizás la música electrónica siga manteniendo la esencia real de lo que es la música alternativa, ahora que el indie es un festival mainstream y casi nadie arriesga.
Quizás, o sin quizás, la música electrónica siga manteniendo la esencia real de lo que es la música alternativa. Ahora que el indie es un festival mainstream, ahora que casi nadie arriesga, ni el público yendo a ver a bandas que no conoce, ni muchas veces las bandas yendo a lugares donde creen que no van a tener público, circuitos como el del ambient o el trap son pequeños grandes reductos.
David va a coger un tren hacia Sevilla, ciudad en la que residió mucho tiempo antes de regresar a San Fernando. Va a La Mina, el estudio de nuestro amigo Raúl Perez, productor, mago y compañero en Viento Smith , allí van a mezclar su nuevo disco junto a Ramón Rodriguez, o sea The New Raemon, y Marc Clos, otro mago. A David le gustan las colaboraciones y de todas dice haber aprendido y disfrutado, sus discos junto a Miguel Otero, El Niño de Elche, el anterior con Ramón y Marc, con Tape, formando parte de Viento Smith o el que prepara ahora con Combray, llevan su sello inconfundible.

Le gusta grabar, no quiero tocar en directo, solo quiero grabar. Le gusta la música, mucho. Siempre hablamos de música y eso me gusta, nos peleamos, él dice que los grupos que me gustan a mí son malísimos y yo le digo que si vuelve a hablarme de Kiss le retiro la palabra. También hablamos de literatura, de películas no porque no quiero volver a escucharle intentando convencerme de que la saga de Rocky es cine de autor.
Le digo que hay una cita de Yukio Mishima que define muy bien lo que siento al escuchar sus discos, “Sin duda es más fácil atacar que defenderse”. Me vuelve a llamar gafapasta pero me da igual, siempre he encontrado refugio y defensa en su música, defensa contra lo agresivo de la vida o contra la debilidad propia. Uno de los discos mas bonitos de David se llama El rumor del oleaje, igual que una de las novelas de Mishima. Estaba claro.
No recuerdo qué año fue, ni qué mes. Yo vivía en una pequeña aldea de Soria llamada Noviales, y David vino a pasar unos días conmigo. En la aldea éramos tres, cuatro con su llegada. Se trajo el ordenador, el micro y todos esos cacharros que desconozco y que sirven para grabar. Un día decidimos grabar una canción desde cero, tendría que ser en una tarde noche. Saqué la guitarra mientras él echaba hielos y abría la ginebra. Tres horas después la canción y la botella de ginebra estaban terminadas. Al día siguiente nos fuimos al río y con un móvil grabamos un video. David, la música y yo. Ni rastro de tristeza. La canción se llama “Así surge un recuerdo”. Este.