El periodista gallego David Saavedra publica el libro más completo de entre los que reflejan el boom de un formato de evento musical que es seña distintiva, desde hace casi tres lustros, del ocio en España.
¿Burbuja? ¿Qué burbuja ni qué niño muerto? Sí, algunos festivales se cancelan o se suspenden, pero son una minoría casi insignificante dentro del proceloso mar de eventos de este tipo que se celebran en España.
Los que funcionaban antes de la pandemia funcionan incluso mejor ahora. Los que hemos podido visitar estas últimas semanas, rozaban (cuando no lograban) la venta anticipada de toda su billetería.
Se empezó a hablar de la dichosa burbuja allá por 2008, cuando el FIB y el Summercase se emboscaron en una guerra fratricida. ¿Lo recordáis? Han pasado catorce años, nada menos. El Summercase no existe y el FIB es un festival completamente distinto. No hay burbuja. Lo que hay es un modelo de ocio (con algo de más o menos cultura, según los casos) que parece inquebrantable. Y que no se resiente siquiera de la repetición
Conocí personalmente a David Saavedra (A Coruña, 1971) precisamente en un festival. En 2004. Él lo ha contado en alguna ocasión, porque lo cierto es que el motivo y el entorno que nos llevaron hasta allí, a recorrer varios miles de kilómetros (él desde Madrid, yo desde Valencia) como si fuéramos peregrinos, era de los que se recuerdan durante años y quizá algún día contemos a nuestros nietos: ver por primera vez en nuestra vida a Morrissey en directo (luego vendrían cuatro o cinco más, pero la primera es inigualable), a unos palmos del escenario y sin apreturas (apenas 3.000 personas), en un castillo medieval de Fuengirola, en la costa de Málaga.
Mientras charlábamos medio acodados (y algo achispados, al menos yo) en la barra, empezó a sonar “The Killing Moon”, de Echo and The Bunnymen. Y juraría que teníamos un pedazo de luna llena sobre nuestras cabezas. O igual fue la cerveza.

Luego vendrían decenas de festivales más. Para él y para mí. De todo tipo. Masivos y minoritarios, de campo o de playa, rurales y urbanos, con producto nacional o foráneo, genéricos o eclécticos, de nicho y transversales. De todo. Incluso libros sobre el fenómeno. Porque hablamos de un fenómeno social, sin ninguna duda. Rentabilizado incluso por la clase política, experta en posar para la foto, aunque sea colgándose medallas que poco tienen que ver con el trabajo de base. El Manual del perfecto festivalero (Lunwerg, 2015), de Jorge Obón y Gerardo Cartón, fue un buen vademécum para empezar.
El segundo de ellos, por cierto, es uno de los personajes que forman parte de Aquí vivía yo. Una crónica emocional de mis 25 años en el FIB (Libros del K.O.), de Joan Vich, otro estupendo libro relacionado con el asunto, desde una óptica mucho más personal y sin intención de trazar más panorámica que el relato sentimental en torno al decano de nuestros grandes festis, desde dentro. Pero Festivales de España (Anaya Touring, 2022), recientemente publicado, es el libro más completo y también más perspicaz a la hora de plasmar la abultadísima relación de festivales que hay en nuestro país a lo largo del año.

Tampoco es de extrañar, sabiendo que David es de esos periodistas que suelen empeñarse en no quedarse en la lectura superficial de las cosas, que tienden a preguntarse y repreguntarse el sentido y la significación de la música que consumimos y el por qué de cómo la consumimos, que presta detallada atención a los textos y a los contextos, que se moja y expresa sus opiniones con claridad, ecuanimidad y sin necesidad de templar gaitas con nadie, valorando tanto los aspectos positivos como los negativos. Un periodista que hace (muy) bien su trabajo, en resumen.
Por eso su libro es valioso. Porque tiene información y tiene opinión. Porque es completo y es entretenido. Porque sabe bien de lo que está hablando. Y porque además, junto a los textos dedicados a festivales como el FIB, Primavera Sound, Mad Cool, BBK Live, Azkena Rock, Monkey Week, Rototom Sunsplash, La Mar de Músicas o Cruïlla, incorpora entrevistas con Shellac, Vetusta Morla, Placebo, Rocío Márquez, Sílvia Pérez Cruz, Mercromina o La Habitación Roja, entre otros.
