La historia de las cubiertas de discos que desafían los más elementales principios estéticos es un pozo sin fondo. Recordamos algunas de las más memorables.
Inenarrables. Indescriptibles. Atroces. Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que pasaba por la cabeza de quienes las idearon.
Son portadas de discos que han acabado pasando a ser carne de meme, de páginas de facebook, de memorabilia bizarra o de artículos como este. Fotografías y diseños que nos parecen, al menos desde nuestro actual canon estético, más o menos consensuado, absolutas aberraciones.
Cubiertas discográficas que han acabado siendo, por lo general, mucho más célebres que el contenido musical que anunciaban. Algunos de sus artífices renegaron de ellas e incluso las ocultan en su currículo. Otros las blanden aún con todo el orgullo del mundo. Pero, en cualquier caso, ¿quiénes somos nosotros para juzgar?
Aquí desgranamos diez perlas. Desde los años sesenta hasta la actualidad. Diez portadas que desafiaron cualquier consenso estético medianamente establecido.
Echándole valor. Diez diseños que podrían dejar en pañales la estética feísta más consciente. Con ellas no hay ismos que valgan. Son monumentos al despropósito. Gloriosos instantes de una genialidad que se ciscaba en cualquier convención. Antológicos tributos al kitsch más churrigueresco.

1 – Jesus Use Me (Angelus Records, 1964), de The Faith Tones
Fueron un trío de folk de los años sesenta. Uno de tantos. Femenino, en este caso, algo que en realidad no era tan habitual. De folk y también de gospel. Se llamaban Beverly Beecham, Marie Samuels y Vivian Wyler, las Faith Tones.
No las busquéis en spotify, porque no las encontraréis. Sí en youtube, ya que esta portada se ha convertido en los últimos años en toda una sensación. Puede que Jesús las utilizara, sin duda. Pero no queda claro si también fue el responsable de esos peinados imposibles, todo un desafío a la ley de la gravedad. Y también a la modernidad que ya acechaba a la vuelta de la esquina.

2 – Goin’ Back To Miami (Ace, 2014), de Wayne Cochran
Otro tupé en crecimiento, que cantaban Derribos Arias. O más bien rozando la estratosfera. Mirarlo fijamente durante tres segundos equivale a acordarse de un algodón de azúcar de feria tamaño XXL.
Wayne Cochran fue un cantante y compositor soul de los años cincuenta y sesenta, conocido por sus estrafalarias indumentarias y sus impactantes peinados. En los setenta se convirtió a pastor evangelista. Murió en 2017, generado un revival que ha puesto en valor humildes hits como «Last Kiss».

3 – Back To The Shit (Jive, 1989), de Millie Jackson
Indescriptible portada la de esta dama del soul de los años setenta y ochenta. Achinando los ojos en pleno momento estreñimiento. Ese azulejo. Ese inodoro. Ese vestido de noche y ese zapato de tacón en la mano. Ese bonito florero en el lugar que debería ocupar la escobilla.
Lo más increíble es que un título tan escatológico (De vuelta a la mierda) y de tan dudoso aspecto visual asumiera en los créditos de sus canciones a Carole King, Gerry Goffin o a Billy Ocean. Pero así de divina era Millie Jackson a finales de los ochenta.

4 – My Beauty (Creation, 1999), de Kevin Rowland
Tras unos años de ostracismo y adicción a las drogas, al líder de los Dexys Midnight Runners no se le ocurrió mejor forma de emprender carrera en solitario que de esta guisa, envolviendo su poco atlética figura en ropa interior de mujer, y con muy poca maña.
No extraña que cuando lo presentó en el festival de Reading, parte del público le recibiera a lo bestia: a botellazos. Fue un fracaso comercial, claro. Su contenido merecía mejor envoltorio. Su disquero, Alan McGee, siempre lo defendió. Y entendió que la portada echara para atrás a su público potencial. Lógico.

5- Por primera vez (Musart, 1983), de Tino
Primera (no será la última, avisamos) aportación hispana a esta selección. Tino Fernández, la ficha roja del grupo infantil Parchís, debutaba en solitario con un disco con esta portada. Tal cual.
Jeans cortos bien ceñiditos, polo Lacoste al borde de reventar sus costuras, pulsera dorada en la muñeca, flequillo azabache y una mirada pretendidamente seductora. No sabemos si hacia las niñas y niños que habían sido su público natural hasta entonces o directamente hacia sus madres.
Él mismo confesaba que su público también había crecido, que no era muy natural ver a un chaval de 16 cantando tonadas infantiles. Que lo que tocaba era cambiar. Podéis encontrar más pistas en el recomendable documental que sobre Parchís emitió Netflix.

6 – Liebe Mutter (Columbia, 1971), de Heino
Heinz Georg Kram, más conocido por Heino, fue toda una estrella del pop en la Alemania de los años sesenta. Vendió más de cincuenta millones de discos. Muchos de ellos, piezas esenciales del schlager, un estilo caracterizado por sus letras ligeras e intrascendentes y sus melodías facilonas.
Pero Heino fue, sobre todo, un personajazo. Y esta portada, correspondiente a uno de sus primeros grandes éxitos, a principios de los años setenta, una de sus máximas cotas expresivas.

7 – Up At The Crack (Perris Records, 2004), de Boned
¿Alguna vez os habéis preguntado qué diablos es eso del polla rock? ¿El rock henchido de testosterona? ¿La falocracia de las guitarras? ¿El complejo sexual de quienes las esgrimen como su absoluto tótem? ¿El sexismo más rancio hecho riff de guitarra?
Pues bien, la respuesta más concluyente es esta portada, que no deja resquicio alguno para vocablos como imaginación, sutileza o elegancia. En absoluto. De unos clones de AC/DC llamados Boned.

8 – Do You Know Jesus? (1969), de Uncles Les & Anni Nancy Wheeler ft. Randy
Esta portada enlaza, en cierto modo, con la de The Faith Tones: ¿qué habrá hecho el gospel para merecer esto? ¿Qué necesidad había de que el tío Les y la tía Nancy se hicieran acompañar por Randy, aquel muñeco aún mas inquietante que cualquiera de los alter egos del siniestro José Luis Moreno?
Hemos buscado denodadamente algún testimonio sonoro de la pieza, por aquello de comprobar si de verdad el muñeco también sonaba en sus surcos, activado por su ventrílocuo. No ha habido forma de localizar tan singular documento sonoro. Casi mejor. Podremos dormir por la noches.

9 – Amorica (American Recordings, 1994), de The Black Crowes
No, no todo iban a ser frikadas desde los márgenes de la industria. Ni mucho menos. El rock mainstream también tiene sus monumentos al despropósito estético. Pero los Black Crowes se llevaron la palma con este pubis cubierto por un tanga con la bandera yanqui, con el vello rizado asomando sobre sus estrellitas. Pura poesía.
En realidad la habían tomado prestada de una portada de la revista Hustler, de 1976, y huelga decir que fue censurada en varias cadenas de supermercados. Sí, los supermercados vendían discos en los años noventa.

10 – Los chulos son pa’ cuidarlos (Hispavox, 1989), de Alejandro Magno
Todos tenemos un pasado. Momentos de los que nos avergonzamos. Episodios en nuestra vidas que no queremos rescatar. Instantes que nos sacan los colores. Trabajos de aliño que directamente borramos de nuestro currículo.
Pues bien, eso es lo que le pasa a Alejandro Sanz con este, su primer disco, cuando se hacía llamar Alejandro Magno. Ni él mismo lo quiere recordar. No aparece en su web. No consta en sus biografías. Con eso está todo dicho.
La portada es una indescriptible fusión de estética flamenquita seudotorera y hiphopera (la gorra en su contraportada) con el smiley del acid house que tanto furor hacía entonces en medio mundo. Imagen cutrelux, cortesía de Antonio Arenas «Capi» y Luis Miguélez. Mucho más cerca de Paco Clavel que del cantautor melódico en quien se convertiría en solo unos meses. Espeluznante, en todo caso.