
El libro Starlust, del periodista británico Fred Vermorel, recoge algunos de los más escalofriantes testimonios de fans de estrellas del pop como David Bowie, Boy George, The Police o el inenarrable Barry Manilow.
Fantasías sexuales, adoración sin límites, bombardeos epistolares, confesiones íntimas, pensamientos suicidas… solo los más profundos pliegues del alma humana saben lo que un fan irredento sería capaz de hacer por su ídolo. Hubo, incluso, quien llegó a acabar con la vida del suyo. Como fue el caso del infausto Mark David Chapman con John Lennon. Por suerte, no cundió su ejemplo. Todos salimos ganando.
Echen un vistazo a esta confesión: “Cuando hago el amor con mi marido, imagino que es Barry Manilow. Siempre. Pero después, cuando acabamos y me doy cuenta de que no es él, me echo a llorar. Como acostumbramos a estar a oscuras, me las arreglo para que no se dé cuenta. Eso mismo le pasa a un montón de chicas; no me di cuenta de cuántas éramos hasta que conocí a otros fans de Barry. Muchas de ellas están casadas, tienen más o menos mi edad, sienten lo mismo que yo y hacen cosas parecidas. Es un consuelo pensar que no soy la única”.
Lo dice Joanne. Una mujer. Inglesa. Casada y con hijos. Y es una de las confesiones de Starlust. Las fantasías secretas de los fans, el libro que escribió el periodista británico Fred Vermorel en 1985 sobre los fans del pop, y que acaba de ser traducido y publicado en castellano por la editorial barcelonesa Contra. Ahora entendéis por qué Barry Manilow aparece encabezando este texto, ¿no?
Una locura con mucha historia
Porque la locura por las estrellas del pop no ha nacido, evidentemente, ni con los ídolos del K-Pop, ni tampoco lo hizo con aquellos fenómenos adolescentes de los años noventa, los Backstreet Boys o las Spice Girls. El fenómeno fan es incluso anterior a Elvis Presley, pero fue con el rey del rock, y más tarde con los Beatles, con quienes rozó el paroxismo.
De ahí en adelante, no ha hecho más que perfeccionarse. Y lo cierto es que su apasionada entrega, tan desatada, tan a borde de la locura, forma parte – lo queramos a no – de la magia de la música popular desde mediados del siglo pasado.
Desde entonces, son muchos los tratados, los artículos e incluso los libros que se han detenido a analizar la pasión arrebatada, al filo del delirio, de quienes están dispuestos a darlo todo por esos referentes musicales que acaban por convertirse ya no solo en modelos de conducta, sino en objetos de un deseo que va mucho más allá de la razón. La música pop y rock no se explica sin el fandom.
El fenómeno fan, presente desde los tiempos de Elvis Presley, ha sido detallado en muchos estudios, pero en ninguno con tanta profundidad como en este libro, que recoge más de cuatrocientos testimonios.
Pero ninguno ha llegado tan lejos como este libro apasionante, único en su estilo. Se trata de un singular y totalmente fascinante ensayo, basado en cuatrocientas entrevistas, desarrolladas en 350 horas a lo largo de cuatro años, en las que su autor se empeñó en indagar en los pensamientos más ocultos e inconfesables – por pudor, por vergüenza – que cientos de fans albergaban respecto a sus ídolos de la canción.
Starlust recoge decenas de testimonios desgarradores, explícitamente eróticos o profundamente tristes y desesperados de algunos seguidores irredentos – ungidos por un concepto de la fidelidad a sus referentes que les puso al borde de perder la cordura – de cantantes y grupos de pop surgidos en las décadas de los setenta y los ochenta como David Bowie, Marc Bolan, Boy George, The Police, Barry Manilow o Nick Heyward.
Cuando la realidad supera a la ficción
El autor de Starlust trata al fan del pop sin condescendencia. Sin paternalismo, pese a que las vidas grises de algunos de ellos lo podrían haber propiciado. En ¡Mússica! lo hemos leído de cabo a rabo y podemos dar fe de que algunos de sus pasajes son más imaginativos, apasionantes y originales que algunas de las letras que los músicos idolatrados han llegado nunca a escribir.
Starlust es uno de esos libros que prueban, una vez más, que la realidad muchas veces acaba superando cualquier ficción imaginable.