El quinto álbum de la canadiense Tamara Lindeman confirma su talento para el art pop elegante y depurado.
No es ni mucho menos una artista emergente, pero se ha hablado poco de Tamara Lindeman (nacida en Toronto hace 36 años) por estos lares. Y lo cierto es que este quinto álbum de su proyecto personal, The Weather Station, lo tiene todo para encumbrarla al listado de mejores discos del primer tramo del año, y de paso auparla a ese pelotón de mujeres (Weyes Blood, Sharon Van Etten, Julia Holter) que, partiendo de un substrato que bebe de la tradición folk rock y la herencia de las grandes singer songwriters norteamericanas de los años setenta (Joni Mitchell, Laura Nyro, Rickie Lee Jones), va ampliando poco a poco su paleta de cromatismos hasta dar con argumentarios que destilan una enorme personalidad, fundiendo pasado y presente, explicando también a su manera el tiempo que vivimos.
«Ignorance» lo tiene todo para que sumemos a Tamara Lindeman a esa liga de mujeres que, como Weyes Blood, Sharon Van Etten o Julia Holter, parten de la tradición folk rock para reformularla en argumentarios de derrochan personalidad.
En el caso de esta vocalista y reputada actriz – cuenta ya con un currículo de órdago en su país – , logrando algo tan aparentemente difícil como es combinar la cicatriz de una reciente ruptura sentimental con la toma de conciencia sobre la preservación del medio ambiente. ¿Un álbum de ruptura modulado en color verde ecologista? ¿Es posible tal cosa? Ignorance (Fat Possum, 2021) nos demuestra que sí. Al fin y al cabo, no es un disco conceptual, aunque se pueda advertir un hilo conductor entre la desazón sentimental y la preocupación que genera el estado en que estamos dejando el mundo. Y lo hace a ritmo de canciones acrisoladas, maduradas a fuego lento, en las que vulnerabilidad, delicadeza y mucha clase se dan cita con plena naturalidad.
Una de las grandes virtudes de este disco es su puesta en escena, su capacidad para sumir al oyente en un relato que tiene su apertura, su desarrollo y su desenlace. Integrarle en su trama. No hay más que invertir un par de minutos en darle al play para darse cuenta de que «Robber», con sus intrigantes arreglos de cuerda, ese saxofón esquivo y de contornos free jazz que comparece tímido hasta ir ganando peso (por algo lo empuña Brodie West, colaborador de The Ex y Getatchew Mekuria) y la cautivadora y misteriosa voz de Lindeman, es una excelente puerta de entrada.
«Robber» fue escogida como single de adelanto hace unos meses, y eso ya es toda una declaración de intenciones, porque hay aquí cortes que responden con mucha más precisión a lo que se entiende como un sencillo de impacto comercial: es lo que ocurre en «Tried To Tell You», con ese aire a los Fleetwood Mac o a la Beth Orton más pop, o en «Parking Lot», que luce unos espléndidos violines, o en la pizpireta «Separated», tan reminiscente del canon Joni Mitchell. Incluso en la fantástica «Lost», con ese ritmo dinámico que tanto recuerda al traqueteo motorik de The War On Drugs, y que la convierten en una de esas canciones ideales para escuchar mientras uno va conduciendo. Haced la prueba.
«Lost», con su ritmo motorik a lo The War On Drugs, es una de esas canciones perfectas para escuchar conduciendo. Haced la prueba.
La percusión de Marcus Paquin, quien además coproduce, al igual que los arreglos de cuerda (especialmente elocuentes en «Wear» y la confesional «Trust», en las que es el geniecillo Owen Pallett quien las conduce), resultan determinantes, pero también el piano, que cobra protagonismo en la recta final, con «Heart» y ese cierre tan subyugante que es «Subdivisions». Entre todos redondean un trabajo de art pop de factura impecable, que seduce más por la suma de sus partes que por cualquier destello en forma de melodía resueltamente inapelable.