
El hiperactivo productor y músico norteamericano se marca un petardazo de soul funk electrónico que augura un nuevo álbum de lo más colorista y divertido.
Pensar. Repensar. Reformular. Darle al menos dos vueltas a las cosas. Si algo nos ha dado este último año y medio, sobre todo aquellos meses de mitad de 2020 en que medio mundo estaba confinado en sus casas, es la oportunidad de pensar en lo nuestro. Tiempo para tener muy claro qué es lo que queremos y lo que no.
En el caso de los músicos a quienes todo aquellos les pilló trabajando en canciones nuevas, la oportunidad de dar un giro de guión, de volver una y otra vez sobre esos bocetos para darles la forma definitiva tras muchos esbozos. Prácticamente podía hablarse del género pandémico como un nuevo estilo musical: el de aquellos discos que cobraron una forma distinta después de que el mundo se detuviera.
Ese fue el caso de lo nuevo del norteamericano Matthew E. White, quien reconoce que las técnicas de producción más excitantes de su nuevo disco surgieron de la oportunidad de grabar dos veces cada una de las canciones. Fue ese parón obligado el que le permitió explorar con más determinación en sonidos electrónicos, progresivos y psicodélicos de todo pelaje.
Prolífico productor de Natalie Prass, Bedouine, Nadia Reid, Dan Croll e incluso de nuestra Alondra Bentley en su estudio Spacebomb, el músico de Richmond (Virginia) ha grabado un disco audaz, colorista y, sobre todo, jovial. Se llama K Bay (Domino/Music As Usual, 2021), saldrá el próximo 10 de septiembre, y cuenta con canciones tan divertidas como esta “Electric”, segundo adelanto tras “Genuine Hesitation”. Suena como un cruce en Talking Heads y The Go! Team.
Nada que ver, como se puede deducir tras ver el videoclip, con aquel músico que hace seis años decía inspirarse en The Band, Simon & Garfunkel, Staple Singers, Dr. John o Blind Willie Johnson.