El grupo de Nueva Jersey llama a las puertas del gran público con un disco notable que tiene mucho de la influencia de Death Cab For Cutie, donde militó su mezclador, Chris Walla.
Cómo se nota la mano de Chris Walla (Death Cab For Cutie) en las once canciones del quinto álbum de Pinegrove. Hay algo de emo, algo de folk, algo de pop y algo de indie rock en cada una de ellas. O un poco de todo ellos a lo largo del disco. Y hay, sobre todo, mucha honestidad y también bastante emoción en sus surcos.
Puede decirse de ellos que se inscriben en la estela de Death Cab For Cutie, Modest Mouse, Twin Peaks y todos esos grupos indies inequívocamente norteamericanos de las últimas décadas.
Son otra más de las muchas bandas que pueblan el panorama del rock independiente norteamericano en los últimos tiempos, pero tienen algo que les hace despuntar. Pinegrove son de Montclair, Nueva Jersey, una zona con amplia tradición de grupos de rock con cierto épica de clase trabajadora, y algo de eso también permea en sus canciones.
Esta “Habitat” es una de las mejores. Una composición larga, con sus cambios de ritmo, sus subidones y bajones de intensidad, su narrativa interna y su propio universo de sensaciones. Es la primera del disco, y una estupenda puerta de entrada a su contenido. Una acogedora bienvenida para quien no les conozca.
11:11 (Rough Trade/Popstock!, 2022), que así se llama este nuevo álbum, tiene forma de palíndromo, tanto en su título como en su portada. Su interés por la simetría y la geometría se dan cita en él, con esa cubierta que es como una paleta de colores primarios. Una estética que se suma al interés que siempre han mantenido por reflejar aspectos sociales y medioambientales en muchas de sus canciones.
Vamos, que Pinegrove son uno de esos grupos que no van a cambiar tu mundo, pero sí van a hacer de él algo mucho más llevadero.