La cubierta del legendario Exile On Main Street (1972) preludió la estética collage y do it yourself de finales de los setenta.
Ahora lo tenemos plenamente asumido. Forma parte de nuestra cultura. De la cultura pop y de la cultura en general. Pero en 1972 había decisiones estéticas que eran bastante más audaces de lo que ahora nos parecen. Y la de los Rolling Stones al escoger la portada de unos de sus discos fundamentales, lo fue.
Exile On Main Street (1972) es un disco fragmentario, espontáneo, orgánico y muy vivo. Y su portada es exactamente igual que su contenido. Mick Jagger quería una cubierta que reflejase a la banda como “un puñado de forajidos a la fuga, utilizando el blues como un arma para luchar contra el mundo”. Hace cincuenta años de aquello.
Una lucha contra el mundo que, en su caso, se libraba desde una villa en Nêllcote, al sur de Francia, como auténticos millonarios, surtidos por un buen abanico de drogas y alcohol. Qué bien se llevan las revoluciones así, dicho esto sin desmerecer su sobresaliente contenido. Todo es más fácil si se tienen los recursos necesarios y las revueltas se limitan a lo expresivo.
El diseñador gráfico John Van Hamersveld y el fotógrafo Norman Seef eran quienes, una vez finalizadas las sesiones de grabación del disco, se encargarían de darle forma visual. Suyas son las fotos interiores y de contraportada del grupo, pero no la cubierta. Porque también el fotógrafo Robert Frank andaba por allí, y fue él quien acabó suministrando, sin que estuviera planificado previamente, uno de los descartes de su libro The Americans (1958), en concreto una fotografía que se llamaba “Tattoo Parlor”, y que había sido tomada en un local de la famosa Ruta 66 norteamericana.

El mural transmitía, desde luego, ese espíritu anárquico y outsider, ya que los personajes que lo integran son un puñado de freaks, artistas de circo, traficantes de droga y excéntricos varios, propios de la contracultura de finales de los años sesenta y principios de los setenta. La imagen turbia y deforme del amargo despertar del sueño hippie. El personaje con las tres bolas en la boca (una de billar, otra de golf y otra de tenis) es seguramente el más recordado de todos los que florecían en la pared de este salón de tatuajes.
John Van Hamersveld y Norman Seef se encargaron del resto de fotografías que forman parte del artwork de esta obra maestra de los Stones. Ahmet Ertegun, el capo de Atlantic Records dio el visto bueno. Y la portada se convirtió en todo un icono de la cultura pop, proyectando su influencia sobre la generación del punk de finales de los años setenta, cuyos diseñadores (como Jamie Reid o Linder Sterling) ahondaron en el carácter parcheado, feísta e irreverente de aquellos collages que tanto le debían a la portada de Exile On Main Street (1972).