
La publicación en castellano del libro Dios salve a los Sex Pistols, de Fred y Judy Vermorel, nos sirve para reivindicar una vez más los históricos diseños y carteles de Jamie Reid, indisolubles del aura de excepcionalidad que envolvió al cuarteto punk.
Hay quienes dicen que su importancia no fue menor que la de Andy Warhol. Y hay mucha razón en tal afirmación. Los estallidos de color, preñados de sensacionalismo, a veces también de una atractiva agresividad algo feísta, que impregnaron los carteles y las portadas de la música punk a finales de los años setenta llevan su indeleble sello. No se entiende la música de los Sex Pistols, el grupo más punk entre los punks, sin sus imágenes.
Jamie Reid es un británico de 1947, aún plenamente activo, que saltó a la notoriedad a finales de los años setenta por ser el responsable de la imagen que lucía la banda de Johnny Rotten, Sid Vicious y compañía cuando emergieron como elefante en una cacharrería en medio del panorama musical de la época, que (generalmente) se tomaba demasiado en serio a sí mismo.
Si el punk demostraba que no era preciso ser un virtuoso de ningún instrumento para prosperar, que el precario do it yourself era también una herramienta válida como cualquier otra (aunque no podamos obviar que los Pistols contaron con el respaldo de hasta tres sellos multinacionales en su corto periplo), también los collages en los que trabaja Reid, muy similares a los que podía emplear cualquier fanzine doméstico, podían convertirse en arte pop para las masas.
Su trabajo estuvo siempre muy influido por las teorías situacionistas, tan en boga cuando la generación punk decidió adoptarlas, por un ácido comentario sociopolítico y por unas dosis de humor vitriólico, que acabaron por ser sus señas de identidad. La moda, el arte y el diseño se vieron influidas por su seminal trabajo.
Un trabajo que siempre se enmarcó en la tradición británica de esos disidentes intelectuales, tocapelotas vocacionales con ganas de buscarle las cosquillas al sistema y al establishment de su época, de la que también formaron parte William Blake o Gerrard Stanley. La confrontación, la polémica, formaban parte del discurso creativo que enhebró junto a Malcolm McLaren, manager de los Pistols, a quien había conocido a finales de los años sesenta en la Escuela de Croydon.
Un libro que rescata un talento único
Jamie Reid es uno de los grandes protagonistas del libro Dios salve a los Sex Pistols (Contra, 2021), publicado esta misma semana, por primera vez en castellano, tras haber visto la luz originalmente en 1978 como Sex Pistols. The Inside Story. De hecho, quien fuera entonces su pareja, Sophie Richmond, es una de las voces más presentes en sus páginas gracias a las transcripciones de su descarnado diario personal como secretaria y manager de la oficina de los Pistols, cuando solo contaba 26 años (Reid tenía 30). Se trata de un libro más que recomendable, un vívido y muy coral reflejo de lo que la banda representó en su fugaz pero impactante trayecto, en el que también el trabajo del lúcido diseñador británico tiene su reflejo.
Los colores chillones, las tipografías anárquicas, los imperdibles y la resignificación de símbolos convertidos en descontextualizados iconos culturales de nuevo cuño (el rostro de la reina Isabel es el más notorio) son algunas de las claves visuales que debemos a Jamie Reid, y que influyeron posteriormente en decenas de músicos de las décadas siguientes. Sobre todo en aquellas que, como The Libertines (por ejemplo), basaban su poder de atracción en la relectura de los preceptos del punk, en todo eso que puso patas arriba a la biempensante sociedad británica de la época, justo cuando Margaret Thatcher estaba a punto de tomar el poder.
Carteles, portadas, flyers, octavillas y diseños que son historia desde hace más de cuarenta años.



