David el Indio (Vetusta Morla) impulsa un disco que sintoniza con aquellas películas suburbiales de finales de los setenta y primeros ochenta, a ritmo de Las Grecas, Los Chichos, Lole y Manuel, Remedios Amaya y Los Chunguitos.
Delincuencia. Drogas. Marginalidad. Cutrez suburbial. Hubo un tiempo durante el que el llamado cine quinqui fue denostado como una especie de subproducto de nuestra cultura. Un retrato sórdido de los bajos fondos de nuestras grandes ciudades, generalmente protagonizado por actores no profesionales (algunos de ellos eran delincuentes reales), que generaban aún cierto escándalo en la España de la transición a la democracia.
La palabra quinqui es una abreviatura de quincallero: persona que tiene por oficio fabricar o vender quincalla. Y según la RAE, la quincalla es ese conjunto de objetos de metal, generalmente de escaso valor, como tijeras, dedales o imitaciones de joyas, que les sirven de sustento.
Un perfil social que pervive hasta el día de hoy. No hay más que hacer guardia frente a un contenedor. Aunque a finales de los setenta eran barrios enteros (aún los hay) los que servían de materia prima para estas historias.
Fueron las películas de José Antonio De La Loma y Eloy De La Iglesia, fundamentalmente, pero también algunas de Carlos Saura, Vicente Aranda o Pedro Olea, las que alimentaron la filmografía de este género no escrito. Entre 1976 y 1987, aproximadamente. Protagonizadas por personajes como el Torete, el Pirri o el Jaro. Todos fallecidos hace mucho tiempo. Vivieron rápido y dejaron un bonito cadáver, como las viejas estrellas del rock.
Fueron títulos como Perros callejeros (1977), Navajeros (1980), Colegas (1982), El pico (1983) Yo, el Vaquilla (1985) o La Estanquera de Vallecas (1987), que crearon escuela hasta el punto de que hoy en día hay un ligero revival: el de la espléndida Las leyes de la frontera (2021), de Daniel Monzón, premiada con varios Goya. Nada como el paso del tiempo para que algunos géneros vilipendiados acaben siendo reivindicados.

El disco Gypsy Power. La banda sonora del cine quinqui (Sony, 2022), recientemente publicado, confirma ese revival al que también se habían apuntado en los últimos tiempos raperos como El Coleta o Jarfaiter, incluso grandes estrellas como Rosalía o C. Tangana (algunos de sus videoclips no engañan) o bandas de rock como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Son 24 canciones firmadas por Las Grecas, Los Chichos, Lole y Manuel, Remedios Amaya o Los Chunguitos, entre muchos otros, con textos divulgativos firmados por el periodista José Manuel Gómez Gufi, en un proyecto impulsado por David el Indio, batería de Vetusta Morla.
Mucha rumba, pop aflamencado y alguna balada sentimental. Palmas, guitarras acústicas y otras eléctricas con efecto wah wah. Es la música de aquellas calles. La que inspiró una forma de hacer cine casi documental, preñada de un realismo social que con el tiempo se ha revalorizado. Canciones que muchas veces han invitado a la guasa postmoderna, a la chanza irónica, pero también a una justa reevaluación como parte de nuestra cultura que son, por mucho que prosperasen (algunas, comercialmente bien: ahí estaban las ventas de los casetes en las gasolineras) sin sello cool ni nada por el estilo, completamente al margen de cualquier tendencia que copara la atención de los medios.