
Lo diseñó el bajista y cantante Denis Wilcock, ausente de la banda y retirado de la música desde los años setenta, aunque el fundador Steve Harris también fue acreditado y mantuvo una agria polémica con él.
Ahora que Iron Maiden vuelven a ser noticia ahora mismo por la publicación de un notable nuevo álbum, el ambicioso y desmesurado Senjutsu (2021), y que están siendo acogidos gracias a él con inusitado fervor por algunas de las biblias mediáticas del hipsterismo como Pitchfork, diarios tan exigentes en lo cultural como The Guardian y medios musicales de tanta solvencia como New Musical Express o Rolling Stone, no está de más echar la vista atrás y recordar cuál fue el origen del logo y la tipografía más célebres en la historia del heavy metal. La suya.
Un emblema que ha sido reproducido millones de veces en portadas y en toda clase de artículos de merchandising durante más de cuarenta años, nada menos. Tan reconocible como el logo de la Coca Cola o de la Ford. Toda una marca, a la que también ha acompañado infinidad de veces Eddie, Edward T Head si nos ponemos en plan formal, esa siniestra mascota tan ligada también por siempre a la banda británica.
La primera vez que pudo verse en una portada, y en compañía del célebre Eddie (inventado por el artista británico Derek Riggs) fue en la cubierta del álbum homónimo de Iron Maiden, justo cuando estaban a punto de postularse como la principal franquicia de la New Wave of British Metal, aquella hornada de bandas de la que también formaban parte Judas Priest o Mötorhead.
Curiosamente, la mente detrás de tan exitosa grafía pasaría pronto a formar una parte totalmente olvidada en la historia del grupo: muchas veces, las decisiones más aparentemente casuales o aleatorias acaban siendo las más prósperas.
En los albores de movimientos musicales que luego se convertirían en hegemónicos en su estilo, como fue el caso de todos estos músicos británicos, era imposible predecir que fueran a gozar de una prosperidad tan longeva: nadie podía augurar a finales de los años setenta que Iron Maiden venderían alrededor de ochenta millones de discos en todo el mundo. Ni que en 2021 seguirían aún haciéndolo.

Y es que fue Dennis Wilcock, el bajista y vocalista del grupo entre 1976 y 1978 (esto es, justo antes de editar su disco de debut) y personaje más que estrafalario sobre los escenarios (como se puede ver en la imagen sobre estas líneas: era un tipo que bebía de la estética shock rock de Alice Cooper) quien tuvo la feliz ocurrencia de adaptar esos caracteres angulares, tajantes, casi agresivos, de aspecto germánico y militarizado de la Segunda Guerra Mundial, al nombre del grupo.
Como suele ocurrir en estos casos, mucho se especuló en su momento en torno a su paternidad. Pero la fuente más fiable es la que encarnó el director de arte británico Roy Hollingworth, quien en una entrevista para Maiden World, una web de fans del grupo, reconoció haber trabajado junto a Wilcock en un estudio de Londres, en septiembre de 1977. Ambos trabajaron codo con codo durante aquella época.
Lo que nadie podía esperar es que en pleno 2018, cuarenta años después de su salida del grupo, Dennis Wilcock demandara por dos millones de libras a Iron Maiden porque decía que estos se habían apropiado de algunos textos suyos para componer algunas canciones, como “Prowler”, “Charlotte The Harlot”, “Phantom Of The Opera”, “Iron Maiden” o “Prodigal Son”, todas grabadas y lanzadas por la formación en sus primeros álbumes, entre 1980 y 1981.
Alegó que lo hizo tan tarde, nada menos que casi cuarenta años después, porque nunca las había escuchado, en casi cuatro décadas de tiempo que había tenido para prestarles un oído. El representante de la banda contestó que aquello era “indignante y absolutamente ridículo”.
El caso es que, volviendo al asunto del célebre logo, aunque la autoría a cargo de Dennis Wilcock sí que resulta poco discutible, lo cierto es que la tipografía empleada no era en realidad tan original en el mundo del arte. Coincide , por ejemplo, con la que había utilizado el cineasta Nicolas Roeg para el cartel de The Man Who Fell To Earth (El hombre que vino de las estrellas, fue el título en España), en 1976, protagonizada por David Bowie.

Dennis Wilcock, quien siempre arrastró consigo fama de ser un tipo conflictivo, y que en la época en que era la cara visible de Iron Maiden solía emplear cápsulas de sangre falsa para simular que sangraba por la boca y también rodeaba uno de sus ojos con una estrella roja pintada en la cara, al estilo de los Kiss, prácticamente desapareció del mundo de la música tras su salida del grupo en 1978, reemplazado por Paul Di ‘Anno, a quien más tarde sucedió Bruce Dickinson.
No se volvió a saber mucho más de él hasta que decidió interponer aquella demanda ante su antiguo grupo en 2018. Pero lo que nadie podrá arrebatarle, al César lo que es del César, es haber dado en su momento con el emblema que define el carácter de una de las bandas más legendarias (quizá la que más) del metal mundial.