
La artista catalana explota en su quinto disco una suerte de americana en cinemascope que refrenda su singularidad dentro de nuestra escena.
Hay quien no entiende que un músico o música que se expresa habitualmente en castellano (o en catalán) grabe sus discos en inglés. ¿Por qué no explicitar tu mensaje en tu lengua nativa?, se preguntan. Tienen gran parte de razón, pero la decisión de utilizar un lenguaje u otro no siempre es una cuestión meramente estética, abonada al terreno de lo aparentemente superficial, también puede ser, en cierto modo, ética: las canciones de Joana Serrat no sonarían igual si las abordase en cualquier otro idioma.
Puede que ese pudor que siente al desnudarse emocionalmente en sus letras -y hay mucho de eso en este Hardcore From The Heart (Grand Canyon Records), quinto álbum de su carrera, por algo la palabra hardcore es sinónimo de pornografía en inglés- tenga también algo que ver, pero lo cierto es que su universo de referentes es tan esencialmente norteamericano que, a estas alturas, no tendría mucho sentido esperar de ella un volantazo idiomático. Sería absurdo.
Lo que importa, al final, es la transmisión de emociones. Que a uno se le erice la piel. Y en ese sentido, este es un trabajo de madurez que presenta algunas novedades respecto a lo ya conocido en ella y confirma las propiedades más reconfortantes de su discurso. Ella dice que ha intentado encontrar un equilibrio entre la americana y el shoegaze, y hay que darle la razón, porque este es un trabajo de coordenadas muy reconocibles pero en absoluto de combustión instantánea. Requiere su tiempo.
Hay que darle minutos, saborearlo con calma, porque la espaciosidad que irradian sus canciones, esa corporeidad que prende en la imaginación del oyente la idea de grandes espacios abiertos, carreteras perdidas que se explayan por vastas llanuras y paisajes diseñados para la escapada (mental y física), es de las que calan sin remisión.
Estamos ante un disco que evoca espacios abiertos en la imaginación del oyente, carreteras perdidas en medio de vastas llanuras y paisajes diseñados para la escapada, ya sea física o mental.
Y las canciones, por supuesto, que siguen rayando al nivel al que nos tiene acostumbrados la artista de Vic, y que rara vez flojean. Habitando su propio espacio dentro de una escena independiente en la que sigue siendo un verso libre, Joana Serrat plasma en estos diez cortes las cicatrices de un periodo de ruptura y transformación, justo antes de que irrumpiera el confinamiento, y lo hace con la misma credibilidad que cualquiera de las luminarias foráneas con las que podríamos compararla, por el dominio de los palos de sus barajas: Angel Olsen, Sharon Van Etten, Cat Power, Julia Jacklin… no extraña que Uncut le haya dado a este disco nueve estrellas sobre diez. No hay brecha cualitativa entre su propuesta y las de ellas. Y eso son palabras bien mayores.

Tomando como inspiración conceptual un libro homónimo de la sexóloga Annie Sprinkle, Joana volvió a viajar a Texas con el experimentado productor Ted Young, pero en esta ocasión lo hizo en Denton, y no en Dripping Springs. Se advierte en todo momento el mimo, la delicadeza, el cuidado en cada uno de los arreglos y la primacía de esa atmósferas que elevan prácticamente todas las canciones a un plano más etéreo que nunca, por momentos levitante.
«Pictures», que ya estrenamos aquí en nuestra playlist de marzo, es un pedazo de single. «Summer Never Ends» o , sobre todo, «Wild Beasts», revelan su faceta más acústica. «Hotel Room 609» prácticamente flota, parece producto de un sueño o de una plácida duermevela. «Take Me Back Where I Belong» es un baño de melancolía. «How To Make You Love Me» es como una borrachera sinestésica, como un dream pop sin un gramo de complacencia. «Demons» suena a clásico country rock. «You’re With Me Everywhere I Go» es casi catedralicia.
Las fronteras del deseo, de la añoranza, de la saudade y del anhelo se emborronan en estas diez canciones que oscilan entre lo material y lo vaporoso, entre lo concreto y lo vago, entre lo sólido y lo gaseoso, entre la canción perfectamente delineada y los puntos de fuga con los que hacerla volar sin ataduras, flotando en una órbita que ahora mismo nadie frecuenta en nuestro país con más dominio de sus capacidades que esta música de Vic. Un nuevo triunfo.