Lento y Salvaje es el libro de Ricardo Lezón que narra la historia de McEnroe. Las páginas invitan a viajar a través de la voz y compositor del grupo, que relata su evolución, maneras de sentir y hacer canciones.
A modo diario, trotando a través del tiempo, lo narrado destila poesía, amor, realidades, referencias musicales, traslados a paisajes de tierra fértil y escenarios con aroma a directo.
La lectura se desliza a través una mirada tranquila por los tránsitos de la vida echando la vista atrás hacia el caos y la calma. La propia y personal de Ricardo vinculada a las aventuras del grupo que acaba de cumplir 20 años. Sumergirse en el libro, significa acceder a un imaginario de sensibilidad y belleza, esa que se cuela por todas las ranuras de la vida.
¿Cómo estás viviendo las experiencias que traen el después de las letras?
Pues mira, es curioso. Antes de ponerme a escribirlo, sentí que cuando llegó la propuesta estaba preparado. Un grupo editorial fuerte viene ellos a buscarme a mí. Llegaba en el momento más bonito. Tengo mis libros de poesía, mis relatos, escribo en Mùssica. Me sentía muy seguro de hacerlo.
Y resulta que una vez que te montas en el caballo, te das cuenta de que el caballo es el que te lleva a ti, y se me hizo muy difícil. Ha sido muy difícil escribirlo. También por cosas que han pasado durante el proceso de escritura y cambios que he tenido. Pero aparte de eso, me he dado cuenta de lo difícil que es escribir un libro, de que precisa de muchas cosas que yo no tengo. Orden, disciplina, una memoria ordenada y yo funciono mucho por impulsos.
Hasta que me dije, mira, olvídate de escribir un libro increíblemente literario. Escribe para ti, escribe como sabes, y para ti, y ahí es cuando cambió todo y empezó a coger un poco más de forma. Ahora he sentido mucho vértigo. Debutar y con un libro que habla sobre tu vida… Yo no tengo medida, cuando me pongo a hablar, me pongo a hablar, hasta el fondo.
Vértigo también por las personas que me rodean, por personas que aparecen en el libro, por cómo se lo iban a tomar. Y luego he sentido algo que ha sido una cosa que ha sido relativamente nueva, he sentido orgullo de haberlo terminado.
A lo largo del libro te muestras… Haces un striptease de toda tu vida, ¿Te quedas un poco liberado?
Bueno, he ido a muchos sitios a los que tenía que ir, a los que me costaba ir, o a los que todavía no tenía una idea muy formada de qué era realmente lo que sentía cuando iba allí. Ha sido una sorpresa comprobar que los recuerdos cambian. A la hora de ponerte a escribirlos, los pones en orden y los miras tal y como son, no de refilón. Me he quedado contento al ver que soy capaz de escribir de ellos de una manera luminosa y que es mejor. A veces me da miedo mirar atrás, ahora me he dado cuenta de que no me tiene que dar miedo.
Es un ejercicio que le puede resultar útil a otras personas…
Bueno, no sé, es el primer ejercicio que me pusieron la primera vez que fui a terapia. Fernando Marquinez, que era mi psiquiatra en ese momento, me pidió que escribiese mi vida en un folio y me mandó a casa. Al día siguiente, fui con mi vida escrita en un folio, me pidió que lo leyese en voz alta. Es parte de una terapia. Claro que lo es. A cualquier persona le sentaría bien. Se le removería todo, pero poner palabras a las cosas, verbalizar, es muy importante.
También es un buen ejercicio de síntesis, de dar protagonismo a lo que de verdad importa, según qué vidas, un folio es escaso.
Bueno, es verdad que yo tenía 17, 18 años. Pero era un folio por las dos caras.
Nos reímos… Ah, Bueno, entonces, vale… ¿A ti se te había pasado alguna vez por la cabeza lo de escribir la historia de McEnroe?
La verdad es que no. No lo tenía en la cabeza. Yo estaba con mis libros de poesía. Me gusta mucho escribir poesía, mis relatos. De pronto en el último, «El corazón es combustible peligroso», me surgió hablar de una parte de mi vida de México, de cosas que me pasaron ahí. Apareció la oportunidad y en ese momento me acordé de «Open», la biografía de Agassi, que fue un libro que me encantó. Y de repente se me iluminó… y cuando me di cuenta, estaba escribiendo los dos primeros capítulos para enviárselos, para ver si les gustaba, si iba para adelante, fue un poco tirarme a la piscina.
Si antes me parecía difícil ser escritor, ahora después de escribir un libro, me parece el doble.
Escribes canciones desde hace 20 años, también has escrito poemas y relatos, ahora has escrito el libro. Siempre has dicho, y en este libro lo escribes, que tú no eres escritor…
Creo que, para ser escritor, te tienes que dedicar 24 horas al día, tienes que tener una vocación clara de que quieres serlo, trabajar en ello, aprender a hacerlo, tener un montón de cosas que decir, una disciplina, un orden. Y yo no lo tengo. Yo escribo, pero me siento un intruso ahí. Tenía una historia que contar y le he contado. Me encanta escribir, pero no me parece tan importante ser o no ser escritor.
Respecto a la música, más todavía, yo prefiero decir hago canciones, porque yo no he estudiado música. Hay gente que ha estudiado. Es un arte que se estudia.
Cuando era joven, yo quería ser escritor. Me gustaba mucho la liturgia de mi maquinita de escribir, la lluvia y todo preparado para escribir. Lo que no quería era escribir, pero claro, luego hay que ser escritor. Y hay que escribir, que es lo difícil.
Vivimos en un mundo en el que la gente se cree que, con auto ponerse una etiqueta, se convierte en eso. Dices no, no, si lo jodido es serlo, ¿Sabes?
El otro día estaba viendo una serie que me gustaba mucho, no sé si la has visto, la State of the Union, la segunda temporada es fantástica. Hay una frase genial que él le dice a ella, «tú te has convertido de repente en alguien que se cree que porque pertenece a un colectivo, ya es alguien que es realmente de ese colectivo…»
¿El libro se distribuye en más países? ¿Sabes si está previsto?
Pues, la verdad es que no tengo ni idea.
¿No has preguntado?
No, no he preguntado la verdad. Me ha escrito gente de Argentina, de México. … yo siempre les digo lo mismo, como está en Amazon, supongo que se podría pedir por Amazon.
Me encanta tu orientación hacia el negocio…
No sé, de esto sabes tú mejor que yo. Yo no sé, de esto sabes tú mejor que yo. Yo no sé cómo funcionan las distribuidoras. Debería preguntarlo. Sí, la verdad debería.
Y, sobre todo, leer el contrato, ¿no?
¿Sabes por qué no leo los contratos? Porque seguramente, si me los leyese, no firmaría ninguno.
Oye, da gusto leer tu libro y que esté impregnado continuamente de la tierra. Yo creo que, si no fueses del norte, no podrías haber escrito este libro… de repente te traslada a Getxo, a Neguri, a Soria, a ese árbol, a la alergia que tienes a la gran urbe. En la lectura cobra muchísima importancia la tierra. Cuéntame algo de la tierra…
Pues te cuento que me hace mucha ilusión que lo hayas notado tú, porque una de las cosas de haber sintetizado tanto la historia era el miedo a que se perdiesen cosas. Y esta es, una de ellas. Yo soy una persona a la que el paisaje le afecta muchísimo. Soy muy permeable a donde estoy.
Mi hija está haciendo una cosa para sociología y me dijo: «Tengo que entrevistar a un señor y te voy a entrevistar a ti». Era arquitectura urbana y me decía: «¿Tú crees que como estén hechas las ciudades afectan en si la gente?» A mí totalmente, yo soy muy permeable. Las ciudades nunca me han gustado, no me hallo. Dicen de las ciudades, es que hay de todo y tienes un montón de espectáculos… No le he encontrado la gracia a la ciudad sin más, o igual es que hay mucha gente y el gentío no me gusta.
Yo he vivido en muchos sitios, hay sitios en los que te encuentras y en otros en los que simplemente pues, tienes que vivir. Para mí el campo, los espacios abiertos. El tiempo que pasé en Soria, en un lugar deshabitado… me asusté mucho al llegar ahí, al sentirme tan también allí. Y dije pues mira yo aquí me siento bien. Me sirvió muchísimo. Estar en un lugar donde parece que la vida pasa y no depende de ti. Le decía a Modesto, que era uno de los que vivían allí en el pueblo, aquí lo único que sobra, tío, somos nosotros. Si nos quitasen de aquí todo seguiría igual…
Y luego, pues aparece el lugar en el que vivo, que es Getxo y aunque últimamente ya está siendo devorado por el cemento y convirtiéndose cada vez más en una ciudad, pero resistimos unos pocos aquí, en Azkorri, que queda un poco agreste.
Con los árboles me ha pasado desde que era joven. De repente veía una encina en mitad de un campo. Y decía, joder, yo me podría tumbar debajo de esa encina y quedarme toda mi vida ahí. Es un pensamiento un poco extraño, ¿verdad?
En el libro creo que lo has transmitido muy bien, para ti, ese árbol, es tu compañía, algo que está siempre ahí…
En tu libro he encontrado continuamente frases, que permanecen y acompañan (se agradece mucho) dices «La belleza es un combustible que nunca acaba de quemarse…» ¿Dónde se halla esa belleza? ¿Por qué piensas que es inacabable?
A veces pienso que eres tú el que tienes que encontrarte con ella. La belleza no viene y va, está siempre ahí. Depende un poco de cómo miras tú. Hay lugares que incluso dependen mucho de tu estado de ánimo, un día no la ves y otro día sí. No se acaba nunca. Eso, como me decías tú antes, acompaña mucho y da mucha esperanza. La belleza está, incluso en cosas que te están sucediendo.
Me gusta la belleza estética, la belleza poética, que tiene mucho que ver con la poesía. Puedo encontrar la belleza en una conversación, en una persona, en la forma que mira, en la forma en la que te trata. Lo decía también Borges, que la poesía estaba en todos lados, en una conversación, en cualquier sitio, está ahí flotando. Cada uno la ve en un sitio…
Otra frase «La vida no avisa hasta mucho más tarde de si las decisiones que hemos tomado son las correctas o no…» ¿Hasta qué punto tenemos la autoridad?
Yo creo que tienes toda la autoridad del mundo, la de tomar la decisión, ¿no? Pero para el resultado de esa decisión, hay que tener paciencia. Vivimos unos tiempos de impaciencia, queremos las cosas ya y que no cuesten mucho.
Hay muchas decisiones, muchas de las más importantes de la vida, que tienen que madurarse, que llevan un tiempo para llevarte a donde tienes que ir. La experiencia está en el tiempo que tarda una decisión en enseñarte si es la correcta o no.
Yo creo que cuando la tomas, puedes tener una idea generalmente, de si es la buena o la mala, pero luego ese resultado no lo vas a decidir tú. Es la vida la que te muestra las consecuencias.
Tú sí tienes autoridades respecto a quien a quien haces caso. A tu intuición, a tu corazón, a tu cartera, a tu razón… ahí, sí, eliges tú. Luego el resultado no. Claro que no.
¿Podemos decidir mucho más de lo que nos creemos que podemos decidir dentro de nuestras burbujas?
Yo creo que tenemos más miedo a la parte en la que podemos elegir que a la que viene impuesta. Hay una frase que me encantó (no me acuerdo de quién, de un rockero que no te esperas que te cuente algo así). Contaba, cuando un amigo mío, viene a contarme sus movidas, yo le escucho porque es mi amigo, pero llega un momento en el que le digo “Bueno, te entiendo y señalando la pierna, le decía, pero a partir de aquí para arriba, la mierda es tuya, ¿sabes?». Está claro que el mundo tiene cosas y que no están bien y que te pueden arrastrar. Pero luego hay una parte, tío, en la que tú puedes elegir y a esa parte mucha gente le tiene mucho miedo más que a la otra. Es como cuando no soy feliz en mi trabajo. Estoy super puteado, no estoy bien con esto o lo otro. Pues déjalo. Ah, qué fácil es eso… Bueno, no es fácil, nadie te ha dicho que sea fácil, pero lo puedes hacer.
Le tengo mucha manía a esa frase cuando dicen… que fácil es decirlo de tal, es que claro el sistema… ¿Quién es el quién es el sistema? El sistema eres tú. El sistema no es un señor con el que te vas a tomar un café allá abajo, no puedes hablar con él, oiga, que quiero hablar con el sistema, no, el sistema eres tú. Otra cosa es que te da miedo, que ha conseguido que te dé miedo, o que te hagan pensar que no hay otra manera de vivir.
No sé si es fácil decirlo, pero es igual de fácil o difícil que hacerlo. Si no te atreves, entonces, ¿Qué quieres que hagamos? …
Cuando lees Tokio blues de Murakami te enamoras o te inspira Naoko, a mí también me pasó. A la hora de crear te han inspirado otros libros, pelis o canciones… Escribes «Poco a poco lo que está dentro sale, sin tiempos para despedidas ni permisos…» ¿Hay que tener cuidado con lo que ingerimos a través del cerebro y el corazón? Es decir, somos lo que vemos, lo que leemos, lo que escuchamos y lo que compartimos.
Yo creo que sí, hasta al final. Todo eso se te queda y es lo que te conforma. Yo cuando escucho a otros músicos o artistas que hablan de sus influencias de una forma super nítida, decir yo estoy muy influenciado por la música blues de los 60, por ejemplo. Pienso, qué gozada, qué bien beber de esas fuentes. Yo no. Creo que la mayoría de las influencias que tenemos ni siquiera sabes de dónde llegan. Y llegan de todo, de las películas, de las conversaciones. Dices ¿A mí por qué me atrae una historia triste de Murakami? Un me interesa mucho más eso que otras cosas que deshechas, cosas que no van contigo, podríamos hablar de las anti influencias. Recuerdo la primera vez que vi Pulp Fiction, todo el mundo estaba maravillado y yo me dije, no, no pertenece a mi universo, a las cosas que me inspiran y me llegan.
¿Y cómo está la ingesta actual de influencias e inspiración?
Yo creo que ha cambiado tanto el mundo en tan poco tiempo. Ahora al tener a mano cualquier cosa, me preocupa muchísimo y me da muchísima pena el cómo se ha arrasado con el misterio. Ya nada es un misterio. Todo aparece. No solo en el tema de la música y del cine. Yo antes, por ejemplo, pensaba en un tiburón y decía jo, qué miedo. Ahora le das a YouTube y ves 300 tiburones en todas las posturas posibles. Ya no necesito la imaginación para para imaginar un tiburón. Lo tengo ahí y con la música con el cine, con todo…
Hace poco estuve tocando en México, me llevaron a un buffet que era increíble. No he visto tanta comida, tanta clase de comida, en mi vida, pues creo que fue el día que menos comí, ¿sabes? De lo que te abrumaba todo eso.
Anari me decía en un Voces Contadas que es necesario que haya un break también, que se rompan las cosas para que se vuelvan, pero yo no tengo muy claro que esto vaya a volver. Muchas de las cosas que se han ido ya no van a volver.
También todo esto tiene alguna ventaja ¿no?
Sí, la parte buena. La gente, las pequeñas esperanzas que encuentras, en gente que todavía dedica tiempo y que le da importancia al tiempo a la lentitud, a lo bien hecho, que tiene paciencia, la vas encontrando también. Y bueno, el que ahora lo tiene, tiene más mérito que los que la teníamos antes, sobresale más.
Si alguien es capaz de sobrevivir a este alud de información y mal gusto y sale de ahí teniendo un gusto refinado bonito y un discurso esperanzador. Es un crack.
¿Crees que en estos tiempos se confunde la calma y sensibilidad con la tristeza? Las canciones de McEnroe alguna vez han sido encasilladas ahí…
Sí, ha sido una de las peleas de nuestra vida, aunque no duró mucho, no somos nada peleadores. En los primeros tiempos, existía un choque desde dónde escribíamos nosotros y lo que la música significaba para nosotros, que era brillante, luminoso y una parte de nuestra vida que teníamos que cuidar y que nos hacía tan felices. Pero lo que recibíamos a veces era, «jo, sois unos tristes». Luego, apareció otra gente, personas que coincidían con nosotros y que encontraban la luz, la calma, la serenidad, un acompañamiento en nuestras canciones.
¿Sueles dormir bien? «Un rayo de Luz» y «La Electricidad», dos de vuestros hits, fueron escritas por ti a mitad de la noche, en una habitación, una de ellas a las cinco de la mañana. ¿La quietud favorece la crudeza y el fluir de lo que llevamos dentro?
«La Electricidad» la escribí a las cinco de la mañana. La hice cuando me fui a Marbella después de una ruptura sentimental. Tardé mucho en recuperarme, y no me apetecía marchar, pero sabía que era lo mejor. Esa es una de las decisiones que la vida luego te dice que era la correcta. Luego leí que cuando estás así un poco jodido, hay un mecanismo del cuerpo que dicen que te despiertas automáticamente a esa hora durante un tiempo. Me dije, «bueno, a mí me está jodiendo esto, voy a hacer algo con este tiempo que tengo», e hice la canción. Pero sí, he dormido mal toda mi vida…
«Rayo de Luz» la comencé a escribir en una de esas noches, pero no se escribió en un día, ni en un momento. Fue una canción que estaba ahí, que iba y venía, estaba flotando durante mucho tiempo, hasta que de repente, un día nos llamaron de una discográfica y salió.
Cerremos con algo de poesía. Nombras a Tagore, Kavafis, Borges. La poesía siempre te ha acompañado, ¿qué te ha marcado? ¿Cómo llegaste a la poesía?
Esos que has mencionado, los leí en mi adolescencia. Me tragaba unos ladrillos bastante puros. Tenía bastante aguante. En la peor época de ansiedad mía, que además no sabía que era ansiedad, yo escribía mucho en casa. Había una cafetería debajo de mi casa, la llevaba Lino. Yo solía bajar de vez en cuando a tomar una cola o a tomar algo, y un día empezamos a hablar. Él tenía un club de lectura allí, yo no pude ir porque me entraba un ataque de ansiedad. Recuerdo el primer libro que me compré, «Los Cantos de Leopardi», es durísimo, un tocho de poesía antigua, pero me lo tragué entero. De ahí salté a ediciones baratas de bolsillo de Tagore, Kavafis, Bukowsky…
En la edad adulta siempre he leído mucha poesía. Me gusta muchísimo Jaroslav Seifert, premio Nobel checo. Me gustan mucho los poetas checos, Holan que también es checo. Me gusta Paul Celan, mucho, y de ahora me gusta muchísimo Alejandro Simón Partal, que es amigo y un poeta fantástico. Siempre me ha atraído mucho la poesía y siempre me ha gustado mucho escribir poesía.
Comienzas el libro con la idea de Havel que expresa lo de que todos somos dos hombres, uno el que se enfrenta al mundo y otro el que vive por dentro. ¿Expectativas?
Para mí, haber escrito este libro es un milagro y todo lo que pase me va a parecer fenomenal. No sé si son expectativas, pero me hace mucha ilusión cuando alguien me escribe y dice que le ha gustado. Me parece un milagro…
Como la otra frase con la que comienzas el libro, la de Cioran: «Cada instante es un milagro».
Así es. Una maravilla, ¿no? y así hay que vivirlo.