
La jovencísima artista madrileña confirma su singular evolución en solo pasiones… , un sugestivo mini álbum de seis canciones.
La música más estimulante es la que te descoloca. La que, aunque sea por simple método de prueba-error o por mera casualidad, acaba resultándonos tan difícilmente rastreable que no sabríamos decir de qué país ni de qué ciudad ni de qué franja generacional procede, si no fuera por la pista del idioma en el que se vehicula, y por sus reconocibles acentos.
Es esa música que emerge como si viniera de un planeta remoto. Como un objeto sonoro no identificado. Como algo tan marciano que apenas podemos explicar con las palabras habituales. La que puede no seducirte a la primera, pero te intriga y te deja con ganas de más.
Pues bien, así es la música de rebe (escrito así, en minúscula), y ese efecto es aún mayor cuanto más se zambulle uno en el contenido de su música. Esta madrileña de solo 23 años ya fue uno de los nombres que destacamos hace unos meses entre las nuevas promesas de nuestro bedroom pop, y todo lo que entonces ya adelantábamos se va confirmando.
Lo hace con discos como el reciente solo pasiones… (Elefant, 2021), escrito también (sí) en minúscula, un mini elepé o mini álbum de solo seis canciones en veinte minutos, que pese a su brevedad, es una entidad creativa por sí misma, como cualquier álbum al uso. Tiene su introducción, su nudo y su desenlace. Una trama básica bien visible.
El recurso fácil, y el modo más llamativo de etiquetarla y titular artículos como este (lo asumimos), es decir que es algo así como la Jeanette de la generación Z. La Jeanette que podría haber crecido escuchando a Connan Mockasin o a Ariel Pink, o a cualquiera de los grupos de PC Music. Es el suyo un pop ralentizado, vaporoso, prácticamente evanescente, si nos permitís el recurso al tan socorrido adjetivo. Sintético pero sedante.

Una música aparentemente cándida pero también con su punto perverso, casi siempre lánguido y dotado de un carácter travieso, extraño, retrofuturista en cierto modo. Si sirve de algo para situarnos, hay tres versiones que nos la pusieron en el mapa hace ya meses y que podrían ser una declaración de intenciones: las del “Corazón partío” de Alejandro Sanz , la de “Will You Still Love Me Tomorrow?” de The Shirelles (adaptada como “Me amarás mañana”), la del “Un ramito de violetas” de Manzanita y la de “Ni una sola palabra” de Paulina Rubio.
Es como si algunos de los grandes hits de la música que se vendía en las cassettes de nuestras viejas gasolineras hace más de dos décadas hubieran revivido a través de una nueva sensibilidad y un nuevo sonido. Sería curioso saber qué escuchaba rebe en casa de sus padres cuando apenas era una cría, porque eso quizá nos daría pistas para entender cómo se las apaña para combinar motivos sonoros y estéticos de lo más vintage con ese enfoque turbador que nos devuelve la obsesión actual por las redes sociales y la imagen que proyectamos día a día a través de ellas.
La languidez de “Ven a buscarme temprano”, la especie de electrocumbia ralentizada de “la más wapa del bar” o el r’n’b anestésico de “jamón” son algunos de los momentos más interesantes de un trabajo cuyas coordenadas también han sido comparadas con las de Ana D, Vainica Doble o Hidrogenesse. Vocación popular y selecta al mismo tiempo. Anclaje en lo reconocible y en lo exótico. Una capacidad de seducción extraña la que tiene esta mujer, que se dio a conocer con Luli, Rebe & sus Xocolatinas, junto a sus amigos Luli y Cardevore, pero ya acumula méritos para que no se le pierda la pista a su trayecto en solitario.