El colectivo punk rock femenino ruso, azote de Putin, volvió a recobrar notoriedad tras la invasión de Ucrania, y más aún desde huida de una de sus integrantes de Rusia. Justificaron la portada de nuestro primer número en papel.
Podemos estar de acuerdo en que lo de Maria Alyokhina, Yekaterina Samutsévich y Nadezhda Tolokónnikova seguramente no vaya a pasar a la historia de la música popular por su originalidad o genialidad. Pero sí por todo lo que representan más allá de su música, algo a lo que no podemos ser insensibles desde la revista de música que (no solo) habla de música. Por eso ellas también ocupan un lugar destacado en nuestro primer número en papel, ya desde la misma portada, que pone imagen al concepto central de este número: la revolución. Lo puedes comprar aquí.
La cruenta invasión de Ucrania lleva meses poniendo sobre el tapete lo que ya se sabía: que los métodos del presidente ruso, Vladimir Putin, tienen más que ver con una dictadura encubierta que con una democracia consolidada. Pussy Riot llevan avisando de eso con sus canciones y sus performances desde marzo de 2011. Como dignas herederas del punk y del espíritu riot grrrl, no podían dejar de reflejarlo en su obra.
Comenzaron entonces a dar actuaciones y performances en lugares públicos poco habituales. Defensoras del feminismo, de la libertad de expresión, la igualdad de derechos para con la comunidad LGTBI y del arte libre y sin cortapisas en un país en el que todos esos valores estaban ya seriamente amenazados, cuando no totalmente conculcados, y hacerlo además en un lugar tan sagrado como la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, sin previo aviso, era algo que estaba destinado a toparse con el poder. Y así fue.
Era cuestión de tiempo que la sanción llegase. Así que el 17 de agosto de 2012, solo unas semanas después de aquella acción, sus tres integrantes fueron condenadas por «vandalismo motivado por odio religioso», y cada una fue condenada a dos años de prisión.
Fue en diciembre de 2016 cuando Maria Alyokhina y el productor musical Alexander Cheparukhin comenzaron un nuevo proyecto, el programa Riot Days (inicialmente Revolución), una obra de teatro articulada en torno al libro Riot Days (2017), de Alyokhina, que ha tenido ediciones en el Reino Unido, EE. UU., Australia, Alemania, Francia, Japón, Brasil, República Checa y Hungría.
Aquel espectáculo, dirigido por Yury Muravitsky, uno de los principales directores de teatro rusos, redimensionó la música del colectivo ruso mediante una innovadora combinación de música en vivo, teatro y video, que refleja todas las dificultades que la artista se ha encontrado a lo largo de los últimos años por ejercer su derecho a expresarse libremente, así como el enjuiciamiento a otros presos políticos o la reciente agresión a un país soberano como es Ucrania.
Un show que prolongaron solo unos días después de que Maria Alyokhina, una de las tres integrantes del trío original que fue detenido en su momento (es la del centro de la foto que encabeza este artículo), haya escapado de su país, Rusia, hasta Lituania, vestida de repartidora de comida a domicilio, con la ayuda del artista islandés Ragnar Kjartansson (colaborador de The National) y tras la argucia de dejar su teléfono móvil en el país para evitar que fuera rastreada, tras haberlo intentado antes a través de la frontera bielorrusa. Todo digno de una novela de espías, desde luego.