La banda gallega publica SED (2023), uno de los discos más diversos y complejos de toda su carrera. Hablamos con ellos.

Llevan más de quince años funcionando como una de las apisonadoras más fiables del rock español, sobre todo en directo. Un vendaval que funde aspereza punk, ensoñación shoegaze, algunos pespuntes de synth pop y, sobre todo, melodías refulgentes. Canciones rotundas e inapelables. Tiene su mérito que tras tres lustros de actividad a tumba abierta, aún Triángulo de Amor Bizarro le pongan como título SED (en realidad, lo escriben como $€Ð, ya que enlaza también con la idea de la codicia ajena y el turbocapitalismo desbocado) a uno de sus discos. Lo publican el próximo 23 de junio, y podemos decir que es uno de los mejores que ha hecho nunca la banda gallega. Hablamos por zoom con Rodrigo Caamaño y Rafa Mallo, vocalista-guitarrista y batería, respectivamente, del trío que completa la bajista Isa Cea.
¿En qué medida este disco es distinto a los anteriores?
Rodrigo: Otros discos son más de banda, y en este hay como un hilo conductor. Este lo planteamos un poco al revés. Que hubiera homogeneidad en las letras, porque cuando empezamos a hacer las canciones sí veíamos que había mucha variedad en la música. También al tener nuestro propio estudio, fue diferente: nos juntamos con un montón de canciones a medio acabar y fue surgiendo una línea entre ellas. Trazamos una línea de puntos entre las que veíamos que iban bien entre ellas, y nos encontramos con una temática común. Sobre el paso del tiempo, estar en una banda o el mundo del arte, entre comillas, cuando ya no eres novedad. Es un disco extraño porque lo empezamos el primer día de la pandemia, cuando salió el disco anterior y se suspendió toda la gira. Te ves encerrado y dices “igual esto se acabó”. Te plantas la propia mortalidad del grupo. Empezamos a distancia, por ir avanzando. Se estuvo haciendo durante casi tres años. Son canciones en general muy primitivas, pero con cuya temática la gente se puede sentir reflejada.
«Con la pandemia, nos vimos encerrados y nos planteamos la propia mortalidad del grupo»
Rafa: Yo creo que, con respecto a otros discos, la diferencia es que nunca tuvimos tanto material previo acumulado.
El año pasado cumplíais quince años como banda. Supongo que también haríais balance de vuestra carrera, aunque fuera sin querer.
Rafa: Yo creo que ahí hubo una reflexión obligatoria por el parón, pero creo que tampoco nadie se propone “voy a estar veinte años, quince”… no, simplemente llegas ahí.
Rodrigo: Hubo cambios vitales muy tochos. Isa (Cea)y yo tuvimos un niño, y lo que puedes hacer a partir de ese momento en un grupo es muy diferente, claro. El tiempo te desaparece, y tienes que plantearte muchas cosas. Se juntó todo. Pero lo que intentamos es que esas energías, que al final vienen de pensamientos un poco negativos, transformarlos en música. Fue nuestra forma de seguir avanzando. Una de las primeras canciones que salieron, en ese momento, fue “Estrella solitaria”, que empezó a distancia, aunque luego la trajimos al formato de banda, para que no fuera un momento completamente electrónico desconectado de lo que somos.
Rafa: De hecho, también había otras canciones que empezaron así, pero mutaron.
Rodrigo: Es como una evolución de canciones de discos anteriores. De hecho, el planteamiento con Carlos Hernández, el productor, era hacer una canción un poco tecnopop, muy inspirada en influencias muy claras, en New Order o Depeche Mode, incluso el I’m Your Man (1988) de Leonard Cohen, que fue una influencia a saco para ese tipo de canción, porque es una aproximación más adulta a ese género. Pero había que llevarlo a nuestro estilo. Y quedó como una canción suspendida, pero que fija mucho los personajes que luego aparecen en el disco, aunque luego no tenga solución de continuidad en él a nivel sonoro. Porque luego ya el disco suena como más corrupto. Pero al ser un disco que habla de los artistas del pop y su mundo, tiene que tener una canción que simule ser un éxito.

De hecho, “Estrella solitaria” es el momento en el que, en mi opinión, más cerca habéis estado nunca de New Order, al margen de cuando escogisteis vuestro nombre. Y transmite un mensaje anti nostalgia, ¿no?
Rodrigo: Claro, es una imagen del pasado, transformado por tus propios recuerdos. Y que se puede convertir en algo monstruoso, esa sensación de que ya has llegado al tope de tu vida y que parece que empiece la cuesta abajo. Es que esto de la música puede ser tan rápido… es muy fácil pensar que a los dos discos ya no te queda nada más. ¿Y qué vas a hacer? ¿Estar recordando toda la vida ese tiempo, cuando estabas en una banda? Ese pensamiento para mí es terrible. Todo eso pasa ahora también con los ochenta y el recuerdo que se tiene de ellos. Ves Stranger Things y te muestran unos ochenta que no ocurrieron. Yo recuerdo unos ochenta de chutas en la playa, de que te daban el palo, que pasabas miedo en la calle… pero se crea una nostalgia muy comercial de algo que no existió. Estás idealizando una época, que mucha gente no vivió. Es el exponente máximo del marketing de las marcas, que ya no te venden un producto, sino que es un universo… ¿Los ochenta de Los Goonies? Eso no sirve para nada.
«Ves Stranger Things y te muestran unos ochenta que no ocurrieron: yo recuerdo unos ochenta de chutas en la playa, de que te daban el palo, que pasabas miedo en la calle…»
Rafa: Los Goonies probablemente hoy estarían muertos.
Rodrigo: Si caes en la nostalgia, te atrapa. Porque a todo el mundo le gusta la nostalgia. Pero si caes en ella no vas a poder disfrutar del presente ni del futuro. Y habla de eso.
No os veo haciendo una gira de aniversario de ninguno de vuestros discos, vaya.
Rodrigo: Que a veces lo piensas, pero luego dices “eh, ni de coña”. Mira, lo hicimos una vez, en una presentación de Salve Discordia (2016), en Coruña, que tocamos el primer disco entero, pero después tocamos Salve Discordia (2016) también. Pero es un rollo al que no hay que darle continuidad, porque si no, te atrapa. Y estás rememorando algo que seguramente no pasó como lo recuerdas.
Rafa: A nivel musical siempre quieres mirar hacia adelante, y no hacia atrás. Esa sensación de estar en una jaula, pensando constantemente en todo lo que ya hiciste y no pensar en hacer nada más, para mí es un infierno.
Hay un par de canciones protagonizadas por personajes marcados por la codicia: “Comprarte un yate” y “Él”. Esta última parece que trate sobre cierto estereotipo de la industria musical.
Rodrigo: Es un estereotipo que creo que está ahí, muy presente, y que se asocia con el rock de siempre, el dad rock que le llaman ahora, personajes que, si tienes un grupo, los ves muy claros, pero para determinados medios generalistas son muy fáciles, porque son como caricaturas, pero que transmiten una idea muy rápida de lo que es el rock, son como una colección de tópicos que, en cierta medida, sí que funcionan a nivel comercial. Ves que ahora está todo muy marcado en cuanto a géneros. Son muy útiles para que los medios generalistas vendan un determinado tipo de música, pero a la vez son estereotipos, una cárcel. ¿Hasta qué punto se puede estar toda la vida escuchando un disco de Queen? Son grupos que son caricaturas de lo que realmente significaba el rock en su momento. Está tratado en la canción con un poco de escarnio. Puedes ver reflejados ahí a muchos artistas.

Supongo que “Huele a colonia Chispas” es un guiño al “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana.
Rodrigo: Sí, claro. Total (risas). Es una canción que partió como algo muy parecido a “Vigilantes del espejo”, el single del disco anterior. Pero nosotros peleamos siempre con nosotros mismos, así que le dimos muchas vueltas. También teníamos otra canción que era como una segunda versión de “Estrella solitaria”, cambiando un poco la letra, y las fuimos fusionando. De hecho, tiene los mismos acordes de “Estrella solitaria”, y a lo mejor es la que más se distancia de ella en lo sonoro dentro del disco. Pero es la misma progresión de acordes. Estamos plagiándonos a nosotros mismos, pero de una forma completamente diferente, porque son dos canciones en los extremos opuestos de nuestro espectro. Y como en este disco había menos canciones con ruido y distorsión, decidimos llevarlas al extremo. Este fue el caso. Y también con “Estrella anti-vida”.
Rafa: Y se mantuvo el rollo adolescente que tiene.
En directo siempre derrocháis una entrega tremenda. No sé cómo lo hacéis, porque da la impresión de que no hay para vosotros conciertos rutinarios o de trámite, ya sea en salas o festivales, en cualquier circunstancia.
Rodrigo: Mira, es un rollo que nos sale. El otro día hicimos una presentación en la sala El Sol, en Madrid, y cuando vienes de grabar el disco vienes de un rollo más pijo, más fino, ahí fijándote mucho en los arreglos, y siempre nos pasa: empiezas a tocar y de repente hay una pulsión que dices “esto no funciona”. Lo que te va bien en el local de ensayo no te funciona igual sobre el escenario. Y de repente, todo explota. Es nuestra movida.
Rafa: Hay algo ahí que, si no lo das así, no estás en el concierto. A mí me pasa. Tengo que estar metidísimo y reventando, porque si no, parece que estoy incómodo. Un poco es eso. Y no hay manera de dosificar (risas). Ojalá dijera “voy a llegar fresco a esta parte y no morir”, pero vas ahí.
Rodrigo: La gente también te lleva a eso. Hay un momento que es como un descorche, y los conciertos son así para nosotros. No es nada calculado. Es un rollo de energía. Te encuentras a ti mismo.
Este verano tocáis en festivales como Tomavistas, Canela Party, Contempopranea o Pulpop, que son de mediano aforo. ¿Cómo os sentís en ese tipo de citas, que no son los clásicos macrofestivales en los que suelen tocar los mismos de siempre pero tampoco son pequeños?
Rodrigo: Cuando haces un concierto, a partir de un número equis de gente, se convierte en una cosa impersonal. Es así. Ves un montón de gente que, en el caso de les grandes festivales, que por mucho que se hinche tu ego, no están ahí para verte a ti. Cuando puedes ver a la gente, identificarles por separado, como a personas, es el punto ideal para dar un concierto. Veo ahora que han suspendido la primera jornada del Primavera Sound en Madrid y han reubicado el concierto de Blur en La Riviera. Claro, ver un concierto así, como podías verlo hace 25 años, con esa cercanía, pues la experiencia es incomparable. Yo, con 30.000 personas delante de un escenario, ya no tengo ni vista para ver tan lejos, ni oído. En un festival como el Canela Party, con cuatro o cinco mil asistentes, aún puedes verlos como personas distintas. Ante masas de gente, veo complicado que ningún grupo se pueda sentir ahí bien. Yo soy mucho de mirar al público, cómo lo está pasando, cómo reacciona. Te afecta, tanto para bien como para mal. Es algo reactivo. En cuanto hay una masa de gente, es diferente. Una fiesta, otro rollo. Pero en lo musical es distinto.
«Cuando haces un concierto, a partir de un número equis de gente, se convierte en una cosa impersonal: cuando puedes ver a la gente, identificarles por separado, como a personas, es el punto ideal para dar un concierto»
Rafa: Yo creo que es distinto ya no solo por parte del público sino por parte del músico. A mí me ha pasado alguna vez en ese tipo de grandes festivales: demasiado estímulo.
Rodrigo: Nosotros no somos un grupo masivo ni lo pretendimos nunca, y creo que nuestros conciertos brillan más en ese ámbito más reducido. Puedes ver lo que está pasando en el escenario.
Rafa: También es cierto que nosotros nos criamos en eso: en ir a salas, ver a grupos como Beach House o Deerhunter, por ejemplo, en una sala de A Coruña, o a los Liars, que fue la ostia.
Rodrigo: Somos de esa cultura, y también como grupo, nos basamos en los grupos que íbamos a ver.

¿Creéis que el circuito de festivales perjudica a las salas?
Rodrigo: Mira, yo lo tengo muy claro, nosotros cuando empezamos, en Galicia no había ni salas ni festivales ni nada. No había nada. Hablar de los festivales, generalizando, es como hablar de las tiendas de ropa. Nosotros hemos tocado en todo tipo de eventos, tanto pequeños como grandes. Y muchísimo en salas. Pero el circuito de salas es importantísimo para el desarrollo de los grupos minoritarios. Es esencial para la música que pueda haber cosas que no sean minoritarias. Que todos los huevos caigan en la misma cesta, la de los festivales, es lo que provoca la homogeneización de las bandas. Cuando una banda empieza queriendo parecerse a un artista gigante, me genera muy poco interés. Si ya empiezas así… Nuestra fijación cuando empezamos era destruir la música (risas). Una cosa completamente nihilista. Si a los veintipico, ya con esa edad, vas a ver la música como Coldplay, ¿qué pensarás cuando tengas cuarenta?