El teclista de Depeche Mode encarna otra de esas inesperadas muertes de un miembro discreto cuyo papel en su banda era más importante de lo que parecía.
No siempre quienes tienen más números en la rifa son quienes se marchan antes. No siempre quienes más se castigan el cuerpo son los primeros en morir. Se fue George Harrison. Se fue Charlie Watts. Ahora se ha ido Andy Fletcher, con solo 60 años. No importa que fuera Dave Gahan el miembro de Depeche Mode que con más ahínco coqueteó con la guadaña. Ni él sabe aún cómo sobrevivió a sus pasotes en Los Ángeles durante aquellos noventa. En sus últimas entrevistas promocionales, tenía vetada cualquier pregunta sobre drogas. Damos fe. Tampoco importa que Keith Richards hiciera lo propio en los Stones. Ahí sigue.
Será un tópico que podréis leer decenas de veces durante estas horas, pero Andy Fletcher (1961-2022) era el Depeche Mode discreto. No es que tuviera la sangre de horchata, tenía su carácter y sus manías. Que le pregunten a Alan Wilder, el miembro con quien se las tuvo tiesas hasta su salida en los noventa. Pero siempre estuvo a la sombra de la inagotable capacidad de Martin Gore para componer melodías deslumbrantes y del apabullante carisma escénico de Dave Gahan, uno de los pocos grandes animales de escenario que nos quedan como recuerdo, aún vigente, del siglo XX.
Rol como hombre bisagra
También se dice que su rol a la hora de ejercer como pivote, como arbotante entre los diferentes componentes de Depeche Mode, fue fundamental. Que su presencia, más allá de lo estrictamente musical, era como una argamasa que rebajaba tensiones y acercaba posturas. En cualquier proyecto musical de largo recorrido es siempre necesaria una figura así. Es muy difícil aguantar cuatro décadas de carrera sin que al menos uno de los músicos muestre un carácter conciliador y fiel a los principios que inspiraron el combo. Son muchos los testimonios que dan fe de que Fletcher encarnaba ese papel.
A última hora de ayer se anunciaba su deceso en todos los medios. Fletcher era importante, esencial en la arquitectura sónica de Depeche Mode, uno de los grandes vértices del pop electrónico de siempre. Sus teclados y su bajo eléctrico, su forma de proyectar las composiciones del grupo de Basildon, eran otra marca distintiva. Fue también el más inquieto a la hora de buscarse la vida al margen del grupo, también en el más precoz, el que más pronto se aventuró a publicar un disco en solitario.
Su actividad como DJ y empresario
Una de sus facetas más activas era la de DJ. Sobre todo, a partir de los primeros 2000, en paralelo a su actividad al frente de su propio sello discográfico, Toast Hawaii. Recaló por aquella época con cierta frecuencia en España, como telonero (a los platos, desde la cabina) del dúo femenino Client, formado por Sarah Blackwood (ex Dubstar) y Kate Holmes (esposa de Alan McGee, el jefe de Creation Records). Ellas estaban en perfecta sintonía con la entonces pujante moda del electroclash. Él se dedicada a hacer proselitismo de sus gustos, más que a tratar de ser un DJ de referencia: pinchaba a New Order, The Charlatans, Donna Summer o Madonna. También remezclas de canciones de sus Depeche Mode, mientras mostraba eufórico su portada al público. También damos fe.
Aciaga semana esta, desde luego, con los fallecimientos (también) del actor Ray Liotta, la fotógrafa Ouka Leele, el músico Cathal Coughlan y ahora esto. Todos sin haber cumplido los setenta.