Un extraño insecto nunca visto fue la imagen de uno de los discos más definitorios del pasado fin de siglo.
Fue un disco clave. Rompedor, en cierto modo. Quizá el mejor de los que nunca publicó la banda de Bristol. Y eso que lo tenían casi todo en contra: dos trabajos precedentes encumbrados por la crítica, que habían puesto un listón que parecía demasiado alto, y la marcha del músico Andrew Wowles (Mushroom), quien desertó tras diferencias personales respecto a unas sesiones de grabación tensas. Tan solo quedaban Robert Del Naja (3D) y Grant Marshall (Daddy G) en la formación Massive Attack. Y fue también el disco en el que su sonido se correspondía mejor con su imagen.
Esa especie de gran insecto desconocido, de apariencia amenazante. Una portada en blanco y negro que encapsulaba el desasosiego del fin del milenio. Aquella tensión a la que cantaba su amigo Tricky. Aquel miedo al fin del mundo. O al desbarajuste que nos temíamos que podía traer consigo un efecto 2000 que luego no fue, ni mucho menos, para tanto.
En la grandes enciclopedias y guías del pop y del rock figura su debut, Blue Lines (1991), como el disco que lo cambió todo. Pero el que vendió más que ninguno y les convirtió en leyendas fue este Mezzanine (1998). Más de dos millones de copias en todo el mundo. También el que les convirtió en una imponente maquinaria en directo, como pudimos comprobar en su gira británica de finales de aquel mismo año o en su concierto del FIB de 1999.

Efectivamente, era un disco más oscuro, más intrigante, más amenazante que cualquiera de sus precedentes. Pero también más arriesgado y magnético. Por primera vez incorporaban guitarras eléctricas. Y se sacudían de encima su propio estereotipo, el de un trip hop al que habían ayudado a dar forma pero del que ya no querían ni oír hablar.
Su impactante portada fue fruto de la colaboración entre Robert Del Naja (3D), el director de arte Tom Hingston y el fotógrafo Nick Knight. Del Naja llevaba ya un tiempo obsesionado con las arañas, al más puro estilo Robert Smith (The Cure), pero lo que en realidad se ve aquí es la imagen de un escarabajo del Museo de Historia Natural de Londres, con la particularidad de que el animal que se ve en portada está formado por varias fotografías, como si fuera un monstruo de Frankenstein hecho insecto, lo que le confiere esa apariencia irreal, como si fuera un ser de ciencia ficción.
Robert Del Naja consideró que era perfecta, porque de algún modo reflejaba la fase de transición por la que atravesaba la música de Massive Attack. Ellos mismos se sentían como una crisálida, un proyecto que estaba en plena mutación. Y lo cierto es que el carácter icónico de esta cubierta se explica por sí mismo: la correspondencia entre lo que muestra (o insinúa) y su contenido es total. Es lo que merecía, al fin y al cabo, una obra maestra como esta.