Las corrientes artísticas que marcaron el socialismo hace un siglo han permeado en la música pop a través de creaciones y cubiertas memorables. Recordamos algunas.
Ay, el socialismo. O el comunismo. Dicen que hasta Putin es comunista. Lo que hay que oír. También dicen que los músicos son, por definición, de izquierdas. Como gran parte del mundo de los artes. Pues de todo habrá, desde luego. Pero generalizar siempre tiene sus riesgos. No es la práctica más aconsejable.
Lo que es innegable es que la música pop se ha hecho eco, como espejo que es de las modas, estéticas y tendencias de cada época, de las vanguardias estéticas que alumbraron mucha de esa iconografía socialista que proliferó en la primera mitad de siglo pasado. Y que son muchos los discos que la han lucido.
Con ingenio, singularidad y perspicacia, son carteles y portadas que pasaron también a ser símbolo de su época, al estilo del arte pop que preconizó Andy Warhol, para quien cualquier objeto de consumo era susceptible de convertirse en una pieza artística. Los más solemnes iconos del socialismo o del comunismo también pasaron a ser gadgets. No podía ser de otros modo.
Aquí hemos querido seleccionar ocho, de entre un listado de discos que podría ser mucho más amplio. Pop, synth pop, electrónica, folk o punk con coartada (al menos estética) socialista, en ocho cubiertas que han pasado a la historia, como muchas de las canciones a las que avalaban. Otra buena excusa, también, para volver a escuchar esas canciones y discos. Que nunca está de más.

Kraftwerk – The Man Machine (Kling Klang, 1978)
Los grandes patriarcas de la música electrónica recurrieron al trabajo del diseñador Karl Klefisch para la cubierta de uno de sus mejores discos, aquel en el que figuran “The Robots”, “The Model” o “Neon Lights”.
Se inspiró para ello en el trabajo del diseñador y arquitecto suprematista ruso El Lissitszky. De hecho, el artwork del disco lo especifica. Y también la imagen de contraportada, que es una adaptación de su libro Cuento suprematista sobre dos cuadrados en seis construcciones.
Ritmos marciales y aparentemente gélidos, maquinales, en consonancia con una estética fría, de formas geométricas.

The Clash – Sandinista (CBS/Epic, 1980)
La portada del cuarto álbum de The Clash fue totalmente coherente con su publicación: Joe Strummer y los suyos querían darle a sus seguidores un disco triple al precio de uno sencillo, como gesto magnánimo con su público pero también como respuesta a la negativa de CBS a publicarles London Calling (1979) en formato doble, algo que sí hicieron luego con The River (1980), de Bruce Springsteen.
El tributo al Frente Sandinista de Nicaragua, que abogaba por el antiimperialismo en un país largamente condicionado por la política estadounidense, casaba perfectamente con esa tipografía en color rojo, con sus estrellas, y la imagen sobria, en blanco y negro, de los cuatro integrantes del grupo, inmortalizados por la gran Pennie Smith.

Depeche Mode – Construction Time Again (Mute, 1983)
El disco más político en la carrera de Depeche Mode debía llevar, por fuerza, una portada acorde. Y no fue esta la única vez que e cuarteto británico recurrió a motivos estéticos de índole socialista. El encargado fue el fotógrafo Brian Griffin, y es que no se trata (ni mucho menos) de ningún montaje: es una imagen real.
El modelo, un Royal Marine. La maza, tan auténtica como que la llevaron ex profeso en avión hasta allí. Y e paisaje, las montañas nevadas de Cervino, en Suiza. Debió pasar su frío, desde luego. Griffin ha dicho en alguna ocasión que es un fotógrafo de la era anterior al photoshop. Esta cubierta es la prueba.

Men Without Hats – Living In China (Statik Records, 1983)
Con Mao hemos topado. “La solución es la revolución, para toda la gente humilde que vive en China, ellos tienen el libro rojo, ellos tienen la imagen nueva, ellos tienen las respuestas a todas las preguntas”. Eso decía la letra de este single de este grupo de Montreal.
No sabemos a ciencia cierta si el texto era irónico o completamente sincero. Lo que sí está claro es que es una de sus portadas más recordadas. No tanto la canción, que no figura entre las diez más escuchadas del grupo en streaming.

Big Country – Steeltown (Mercury, 1984)
La cima comercial y creativa de esta banda escocesa tuvo como eje temático las dificultades de la saga de trabajadores que fueron de su país a la fábrica de hierro de Stewart & Lloyds, en Corby (Inglaterra), en 1935, tras la Gran Depresión, hasta que esta se vio obligada a cerrar a principios de los ochenta, dejando a muchísimos operarios en el paro.
Forjado (nunca mejor dicho) bajo el calor de las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, es este uno de los discos favoritos de James Dean Bradfield, de los Manic Street Preachers, un músico que nunca ha ocultado su simpatía por las políticas de izquierda. El diseño es de Brian Aris.

Billy Bragg – Worker’s Playtime (Go! Discs, 1988)
Otra clara marca estética del maoísmo fue la que se plasmó en la cubierta de uno de los mejores trabajos de Billy Bragg, propagador de un socialismo de corazón que en su caso se transmite desde lo personal. Porque lo sentimental y lo colectivo han sido los dos ejes sobre los que ha girado siempre su obra, independientemente de que estuvieran más cerca del folk, del pop o de la americana.
Es el disco de maravillas como “She’s Got A New Spell”, “Must I Pint You A Picture”, “The Price I Pay” o “Waiting For The Great Leaps Forwards”, y con eso ya está todo dicho. El ocio del trabajador es aquí más bien el gozo de cualquier persona sensible.

Stereolab – Emperor Tomato Ketchup (Duophonic, 1996)
No es tan evidente como en otros casos, pero la estética del mejor disco de Stereolab (podemos decir que es su obra maestra) también tenía su deuda con la iconografía socialista.
Estaba inspirada, de hecho, en la portada del Concierto para Orquesta de Béla Bartók, de 1964. Un bonito diseño para un ramillete de canciones que explotaba mejor que nunca ese retrofuturismo marca de la casa, que bebía del jazz, la bossa, el avant garde, el kraut y el pop.

Franz Ferdinad – You Could Have It So Much Better (Domino, 2005)
Sagaces, listos, elegantes. Así fueron siempre Franz Ferdinand, sobre todo al principio de su carrera. En su segundo álbum costumizaron el retrato de la escritora avant garde rusa Lilya Brik, de Alexander Rodchenko, en 1924, para encapsular un puñado de temazos que aún forman parte indispensable de sus efervescentes directos: “Do You Want To”, “This Boy”, “The Fallen” o “Walk Away”. Todos infalibles.