Nuestras vidas están repletas de últimas veces y no somos conscientes de ellas. Solo el paso del tiempo, con sus andares y peripecias, es capaz de demostrarnos que aquella vez, que entonces era una vez corriente y cotidiana, era realmente una última vez.
Así es la vida y así es el tiempo, ese que aparentemente transcurre con mundanidad, pero a la vez es traicionero.
Cuantas veces habremos entrado en un café, una librería, una sala de conciertos o un cine en el que fuimos felices, del que nos gustaba su atmosfera, sus sabores y aromas, pero el tiempo arrebató su existir.
La vida cuando se va completando no deja de ser un cúmulo de lugares que dejan de existir, un carrusel de reemplazos que va generando otras formas de vida y tejiendo nuestra pericia.
Con las canciones no deja de suceder lo mismo. Nunca se sabe cuándo es la última vez que dejarás de escuchar una. A lo largo de mi vida he tenido relaciones muy intensas con las canciones, a modo TOC (sé que no soy la única) la historia se repite una y otra vez. Descubres una canción, te atrapa no sabes muy bien por qué y no dejas de escucharla, una y otra vez, una y otra vez…
A lo largo de mi vida he tenido relaciones muy intensas con las canciones, a modo TOC (sé que no soy la única) la historia se repite una y otra vez.
A veces pienso que por qué no se ha inventado un contador de canciones, al margen de que ahora los algoritmos de Spotify puedan aportar pistas de lo escuchado a final de año. Me refiero a un contador real, que sea capaz de registrar el número exacto de veces que hemos escuchado una canción a lo largo de nuestras vidas, porque hay muchos huecos por donde una canción se cuela y aparece, aunque no hayas decidido darle al play para escucharla…
Imagino la existencia de una playlist, que albergue con métricas los hits de cada vida, algo así como que pudiésemos acceder a la huella musical que cada cual dejamos antes de marchar. Eso sí, en eso creo en la utilidad para la consciencia, como en la vida, de que se diferencie la imposición del deseo, porque hay épocas que por las rendijas se cuelan canciones que nunca hubieses elegido escuchar y la vida te las impone, como esos hits momentáneos que son como las moscas a los manjares en un mantel de verano… Ahora esto quizá suena muy Black Mirror, pero supongo que todo llega… con lo que quizá, llegará.
Yo como antídoto al olvido, tengo una lista donde voy acumulando todas esas canciones que han sido bucles en mi vida, porque cada una de esas canciones representa muchas de las veces cotidianas en las que se decide que sean banda sonora por una larga temporada. La lista es de lo más extensa y ecléctica, desde Nico Fidenco, McEnroe, Andrew Bird, Los Piratas, Prince, Mazy Star, Ramones, Xoel López, Beach House, Biig Piig, Belako a Bach o Radiohead, y, aunque por el batiburrillo de lo temporal puedas llegar a sentir la estupefacción al descubrir algunos temas ahí, algunos aún son rescatados como pequeñas islas bucle.
Me pasa con el tema que descubrí en aquella adaptación fílmica del “Less than Zero” de Bret Easton Ellis, película con una atractiva banda sonora, que mostraba el desenfreno de niños ricos de un L.A de los 80, aunque como adaptación de guion me temo que sería bastante discutible. La de veces que he escuchado ese “Hazy Shade of Winter” de The Bangles con el que todavía hoy, hay temporadas en las que me da por jugar con el play en la búsqueda de que esos riffs de guitarra coincidan exactamente con el despegue del avión.
Las canciones bucle aparecen de la nada y de repente son el todo, me sorprende ese arrollo con el que irrumpen en la soledad para formar la mejor de las compañías.
Muchas de esas canciones permanecen ahí para siempre, esbozando lo íntimo y privado, lo que solo tu sabes y disfrutas… Y luego están esas canciones momento y persona. En todas esas canciones también hay canciones que son última vez, a veces última vez elegida, porque hay canciones que son veces, momentos y personas que se convierten en rotundas bandas sonoras de últimas veces que no se quieren recordar, aunque a veces se deslicen por cualquier ranura cuando menos te lo esperas y sean capaces de mutar el acero en fuego, demostrando el gran poder y magia que tiene la música.
Muchas de esas canciones permanecen ahí para siempre, esbozando lo íntimo y privado, lo que solo tu sabes y disfrutas…
Hay últimas veces que avisan, como las que traen consigo esas veces en las que las vidas se van apagando poco y poco y da tiempo a hacerlo todo, aunque nunca parezca suficiente. Pero, por lo demás, las últimas veces suelen venir por sorpresa, y a veces actúan como tsunamis que lo devastan todo.
Las últimas veces que más importan suelen ser sutiles y silenciosas, pasan desapercibidas, camufladas en una vez corriente, ¡y de pronto zas! ahí están. La última vez que habitaste un bosque antes de un incendio, la última vez que te sentiste realmente bien, la última vez que viste una imagen que siempre te acompañará, la última vez que estuviste en aquel lugar, el último baile hasta el amanecer que colma en abrazos extinguidos, la última vez que viste a esa persona, él último directo que ya no puedes disfrutar más, un último beso, el último tacto, una última piel, o todas esas últimas veces que se llevan lo que de verdad importa.
Las últimas veces que más importan suelen ser sutiles y silenciosas, pasan desapercibidas, camufladas en una vez corriente, ¡y de pronto zas! ahí están.
A veces la consciencia de una última vez no sucede hasta que llega otra vez que te hace volver a estar ahí donde estuviste, algo así como cuando te pasas un rato largo de vida dentro de un pozo y de repente sucede algo que te saca de ahí y puedes respirar… y entonces recuerdas que puedes volver a respirar y eres consciente de cuanto rato llevabas sin respirar y no entiendes muy bien cómo podías vivir así, pero vivías… Aunque hay pozos de los que a veces no se sale y simplemente aprendes a respirar dentro de ellos.
Hay días que me pregunto qué pasaría si fuésemos capaces de desenmascarar a esas veces corrientes y cotidianas que acaban siendo una última vez, quizá nos agarraríamos a ellas tan fuerte como pudiésemos para poder transformarlas, quizá seríamos capaces de abrigar los fríos que dejan, pero quizá eso solo puede pasar en las películas, cuando las personas comunes se convierten en héroes, como le pasaba a Spiderman a mitad de jornada laboral… Aunque por suerte siempre nos quedarán esas canciones momento que son capaces de transportarnos a cualquier tipo de vez… Como si fuese la primera o la posibilidad de que una última vez nos haya mentido…