El brillante decimotercer álbum del proyecto del canadiense Dan Bejar es nuestro disco de la semana.
¿Es mejor este disco que cualquiera de los cuatro anteriores de Destroyer? Poco importa. Tanto si os sirve como puerta de entrada a su discografía como si ya lo domináis y os vale como la pieza que le faltaba a su particular puzzle. Es seguramente el más completo, eso sí.
El más laberíntico y complejo, haciendo honor a su nombre, aunque sea una dolencia (y no un capricho) la que lo justifique. El que mejor funciona como síntesis de sus virtudes. El que parece menos preocupado que ningún otro en cómo va a ser recibido.
Todo el tramo de la discografía de Destroyer que empezó con el sensacional Kaputt (Merge, 2011) y prácticamente cierra el círculo con este Labyrinthitis (Merge, 2022) es impecable, hay que decirlo. Su líder, el canadiense (de padre español, aunque el acento de su apellido se haya perdido para siempre) Dan Bejar, aúna productividad y calidad con una eficacia pasmosa.
Él mismo se ha marcado un listón que no ha bajado a lo largo de una década completa que ha convertido en una auténtica fantasía sonora. Un sonido perfectamente reconocible. Al mando de una voz sedante y distinguida, entre la ironía y el hedonismo.
Todo lo que han ido publicando Destroyer en los últimos años ha recordado mucho a los requetesobados años ochenta, pero lo hecho sin regodearse en un inmovilismo nostálgico que se limite a copiar aquel sonido. Siempre ha ido un poco más allá.
Ha combinado probaturas experimentales con dianas seguras, que calan a la primera. Se han movido entre el synth pop y el soft rock, podríamos decir, ya sin mucho rastro del folk o el indie rock de aquellos años noventa en los que germinaron.

Es el suyo un sonido lujoso pero sin ostentación. Satinado pero sin pompa. Retrospectivo pero sin nostalgia. Ideal para hacerlo atronar en un buen reproductor doméstico y disfrutar de cada uno de sus detalles. Repite aquí, además, el eficaz John Collins (viejo amigo desde los tiempos de The New Pornographers) a la detallista producción.
Los discos de Destroyer resultan muy funcionales. Aptos para escuchar en casa, conduciendo, en desplazamientos en transporte urbano o incluso, en sus momentos más ambientales, trabajando (aunque se recomienda zambullirse en ellos a conciencia, sin ninguna distracción). Este vuelve a no ser una excepción. Porque tampoco dispensa minutos de la basura.
“Tintoretto, It’s For You” o “The States” te puede recordar a Depeche Mode. “Labyrinthitis”, a Talk Talk o incluso a Boards of Canada. “Eat The Wine, Drink The Bread”, a Chic y a New Order al mismo tiempo. Pero en esencia, siempre acaban sonando a Destroyer, un grupo de acusada personalidad, de aguda inteligencia, de contrastada sagacidad para olfatear sangre en cualquier vestigio del pasado, masticarlo y digerirlo hasta secretar una fórmula tan seductora como intransferible. Que les dure la mecha.