La joven artista mallorquina publica un extraordinario segundo álbum, que revaloriza lo apuntado en su debut.
La sencillez al poder. Y la sensibilidad. Una guitarra, una bonita voz y el talento, claro está, para escribir letras perspicaces y melodías punzantes. Todo eso lo tiene Maria Jaume. Y lo destila poco a poco, en una discografía que crece poco a poco, pero con firmeza y seguridad.
El de esta mallorquina de 23 años fue uno de los nombres más reveladores de 2020, el año en el que el tiempo parecía detenerse y tuvimos que estar más horas que nunca metidos en nuestras casas. Emergió como salida de la nada. Mostraba los mimbres de la cantautora clásica: voz y guitarra acústica. Pero también algo más que eso.
Porque bastaban unos segundos para darnos cuenta de que nos recordaba también a Julien Baker, Stella Donnelly, Julia Jacklin, Snail Mail, Angel Olsen y toda esa cohorte de mujeres que llevan años renovando el panorama folk pop norteamericano. Un terreno poco transitado por aquí, la verdad. Que ella misma dijera en público que su paisano Miquel Serra era uno de sus máximos referentes ya una muestra de carácter, un síntoma de que estábamos ante otra cosa.
Aquel precioso disco se llamó Fins a maig no revisc (Bankrobber, 2020), un título muy acorde con la alergia que algunos tenemos al frío (y lo que nos deprime el invierno, la falta de luz) y también con aquella sensación del confinamiento, de que hasta bien entrado mayo no empezaríamos a recobrar cierta normalidad: el sol, los paseos, las cañas, las comidas grupales y en familia y los abrazos aplazados. Los placeres sencillos de la vida.

Aquel disco lo produjo Pau Vallvé, y llegó después de su triunfo en el concurso Sona 9. Lo estuvo presentando durante aquel otoño en escenarios como el Teatro Principal de Castellón (dentro de la programación del Trovam!, cuando las condiciones para la música en vivo en Catalunya, donde reside, eran aún más estrictas que en ningún otro rincón del estado) y más tarde, ya en la primavera de 2021, en salas como la del Centre Cultural Octubre de València: actuó en muchos más recintos, desde luego, pero yo menciono aquellos dos en los que la pude ver. Y disfrutar.
Voltes i voltes (Bankrobber, 2022) llega con esa razonable cadencia de dos años entre discos y disco, lo suficiente como para que nadie se haya olvidado de ella aún y también como para que el apetito de los fieles se haya ido incentivando, y es (como mínimo) igual de sólido que su debut. Si acaso, un poco más pop y diverso. Más rico en coloraciones. Más diverso en registros. Pero igual de desarmante en la sencilla fluidez con la que brotan todas sus canciones.
La duración es prácticamente la misma, nueve canciones en poco más de 20 minutos. Se pasan en un soplo. Pero tanto la producción de Lluís Cabot como la colaboración puntual de su admirado Miquel Serra en “Tombats en es sol” como la de Núria Graham en “A final de mes”, y no digamos ya el tributo que se marca a Magnetic Fields en el último corte del disco, confirman que lo mejor de Maria Jaume seguramente esté por llegar. Y que cada día se acerca más.
Quizá solo sea una minoría quienes se dejen seducir por su propuesta, por aquello de las diferentes velocidades a las que transcurren los agentes activos de nuestro pop, pero aquí somos de quienes pensamos que deberían ser muchos más. Sin duda.