Hablamos durante un buen rato con la singular e inimitable artista norteamericana, a unas semanas de sus cuatro conciertos en España.
Es un tópico decirlo, pero no hay nadie como ella. Nadie como Chan Marshall (Atlanta, Georgia, EE.UU., 1972), que es el nombre real de Cat Power.
Nadie que sepa somatizar el material de leyendas de la música popular en versiones tan intransferibles como las que brinda Covers (Domino/Music As Usual, 2022), el último de sus once discos, hecho de relecturas de Billie Holiday, Jackson Browne o Iggy Pop.
Nadie que transpire tanta verdad en su forma de integrar rock, soul, folk y americana en canciones propias con tan doliente embrujo. Nadie que inspire tanta incertidumbre antes de cada actuación porque cada concierto suyo puede bordear el desastre o bien ser una exhibición.
Hace unas semanas nos visitó. Fue el 30 de junio en el Vida Festival de Vilanova i la Geltrú, el 2 de julio en el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza, el 4 de julio en Noches del Botánico de Madrid y el 5 de julio en los Concerts de Vivers de València.
Tuvimos la ocasión de hablar con ella hace unos días, en el primer día libre que tuvo dentro de su gira norteamericana. Nos atendió por zoom, desde Pensilvania, y se mostró tan locuaz que la conversación estuvo a punto de llegar a la hora. Valió la pena. Mucho.
¿Cómo está yendo la gira?
Muy guay. El otro día me di cuenta de lo bien que lo está pasando todo el mundo, sobre todo la gente de mi banda. Normalmente no me lo paso bien cuando canto mis propias canciones. Puede que sea estúpido que lo diga. Me resulta doloroso cantarlas cuando estoy de gira. Proceden de un lugar al que pertenezco, ¿sabes?, pero espiritual y psicológicamente me resultan muy difíciles. La última vez que afronté una gira así fue con el álbum Jukebox, en 2008, y fue la mas feliz de mi vida. Y me doy ahora cuenta de que estoy feliz porque me limito a cantar canciones que adoro, pero que no vienen de mis profundidades. Vienen de… bueno, no lo sé. Mi alma simplemente tiene un acuerdo con ellas, creo.
Te sientes más cómoda interpretando canciones que no son tuyas.
Creo que sí. No me siento tan ligada a ellas. No escribí sus letras. Cambio algunas palabras a algunas de las versiones para que encajen mejor con mi vida o con la de la gente que me rodea, pero me siento más cómoda con ellas. Me resulta difícil explicar por qué.
En cualquier caso, es como si hicieras tuyas esas canciones, aunque no lo sean. Como si las revivieras, de un modo que no es común a la gran mayoría de músicos del mundo.
Quizá por eso son más fáciles de cantar, es el premio que se lleva quien roba algo. Quizá por eso me siento tan bien con ellas. El motivo principal por el que mis versiones son tan diferentes a los originales es que yo no soy una música muy entrenada, con una gran formación. Debería avergonzarme el decirlo, pero soy autodidacta. No sé gran cosa de acordes, me siento incapaz de decirle a alguien cómo hacer un cambio de acorde. Cambiar del B al D o al E. Ese tipo de cosas. Por eso suenan distintas en mis manos. Porque no sé cómo tocarlas. De todos modos, las canciones del disco que suenan más tradicionales, más parecidas a las originales, son así porque mis compañeros de banda saben perfectamente cómo tocarlas, y las clavan. Como “I’ll Be Seeing You” (Billie Holiday), “Here Comes The Regular” (The Replacements) o “These Days” (Jackson Browne). Por eso suenan más tradicionales. Está ahí Erik Paparozzi con su guitarra, y se nota.
“Mis versiones son tan diferentes a los originales porque no tengo una gran formación, soy autodidacta”.
El material es muy diverso. ¿Cuál es la razón principal que te impulsa a versionar una canción?
La única razón es que me encantan. Eso es todo. Quiero estar cerca de ellas. Mi trabajo es fascinante, y me lo permite. Me siento afortunada de poder hacerlo. Lo siento como algo natural, propio de quienes nos ganamos la vida con la música. Me sorprende que no lo haga más gente. Cuando varios amigos músicos nos juntamos, es muy habitual. Pero la mayoría no graban y no publican ese material.
¿Has tenido algún feedback por parte de alguno de los músicos cuyo material versionas en el disco?
El único ha sido Iggy Pop. Me dijo que le encanta mi versión de “Endless Sea”, y que mi voz sonaba son mucho soul, muy espiritual. Fue muy dulce por su parte. Y con Lana Del Rey tengo amistad desde que me llevó de gira cuando saqué Wanderer (2018), y me parecía de justicia rendirle tributo con una versión de “White Mustang”, porque esa fue una época en la que nadie sabía muy bien dónd, ubicar mi disco. Bueno, y Jackson Browne solía venir a mis conciertos, tenemos un amigo en común y ahora mismo está tocando esa canción “These Days”, en sus propios conciertos.
¿Te resulta más fácil escribir desde el sufrimiento que desde la alegría?
Creo que la vida tiene ambas cosas. Muchas cosas alegres y tristes, que vienen y van. Muchas emociones. Como artistas, tendemos a ser más auto reflexivos o más interesados en las cosas de un modo distinto a como lo hace la mayoría de la gente que no se dedica al arte. No creo que sea necesario estar triste para escribir, tan solo ser un observador u observadora… los artistas son observadores de la realidad, y explican el mundo a través de su arte.
¿Crees que ser artista requiere un plus de sensibilidad que el resto de la gente no tenemos?
No, sensibilidad no es la palabra correcta. Creo que, por la razón que sea, todos tenemos las mismas emociones, sensaciones y vibraciones, pero los artistas se cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de explorar lo que hay, o todo lo que sugieren, aquellos aspectos de la sociedad a los que otros profesionales no llegan. No sé muy bien cómo describirlo. No creo que sean más sensibles, pero sí que, sea cual sea la razón por la que hacen lo que hacen, porque tampoco “especial” es la palabra, escogen de forma activa hacer algo al respecto. Ya te digo que no sé muy bien cómo describirlo.

¿Han cambiado mucho las cosas para ti tras ser madre? ¿Mayor conciencia de dejar un legado?
Ser madre te cambia por completo el enfoque sobre dónde encajas en este planeta. Antes, yo no tenía línea del tiempo, creo que nadie la tiene antes de ser padre o madre. No tienes plazos. Ahora tengo una certeza del tiempo. Y cuando te ocurre, surgen una nueva clase de miedo y una nueva clase de amor. Ambas cosas. Y con esa certeza del tiempo, te comportas distinto. Ya que hablabas de legado, los hijos lo son. Has de cuidar de su salud, de sus virtudes, y eso te hacer sentirte distinta. Más de lo que eras antes.
Un aprendizaje rápido y forzoso, supongo, porque crecen muy rápido.
¿Tienes hijos? ¿Qué edad tienen?
Una hija, de once años.
¡Oh, Dios! El mío es un chico, de siete. Crecen muy rápido, sí. Y quieren crecer muy rápido. Hacerlo todo ya.
Demasiado rápido. A esas edades no te das cuenta de que tienes toda la vida por delante. De que hay tiempo de sobra para experimentarlo todo. En general.
Sí. Y creo que es por eso que todas las revoluciones las han protagonizado los jóvenes. Escritores, pintores, artistas de todo signo, desde el Renacimiento. Todo eso ha comenzado con mentes jóvenes, frescas. Quieren crecer rápido, tomar el mundo al asalto lo más rápido posible. Y luego descubren la cruda realidad y la quieren cambiar demasiado rápido. Es increíble. El afán que tienen por ir a la Universidad, estudiar Trigonometría para hacer sus cálculos de la realidad o lo que sea, e intentar cambiar el mundo…
¿Ves también eso en la música, en los artistas más jóvenes? ¿Escuchas mucha música emergente?
No, en absoluto. Siempre he escuchado muchísima música a lo largo de toda mi vida, pero ya no tanta tras tener a mi hijo. Oímos mucha radio pública, algunos discos que nos ponemos en el coche, generalmente de hip hop clásico del estilo dirty south, y algo de jazz. Pero en casa… a veces descubro algo en Instagram, pero es que hay tantas cosas… ya he escuchado mucha música a lo largo de mi vida, y si algo me vuela la cabeza, no voy a rehuirlo, pero últimamente ya apenas me ocurre. Mira, hay una banda nueva, Viagra Boys, que suenan jodidamente cool. Les descubrí hace poco.
Son suecos.
¿Son suecos? Vaya, tiene sentido. ¿Y quién más me ha gustado últimamente? Ah, sí, el tipo este, Orville Peck. Suena como un cruce entre Elvis y… ¿quién más? En fin, trato de evitar ir a la búsqueda de nada, pero si algo me parece brillante, me ilusiona.
“Cuando tenía once o doce años me encantaban Hüsker Dü, Bob Dylan, Billie Holiday, Sugarhill Gang, crecí rodeada de música”.
¿Y a quiénes admirabas antes de empezar a componer tus propias canciones?
¡Oh, Dios! Cuando tenía once o doce años me encantaban Hüsker Dü, Bob Dylan, Billie Holiday, Sugarhill Gang… crecí rodeada de música.
Un gusto muy ecléctico para esa edad.
Sí, pero porque crecí rodeada de música. Era normal para mí.
¿Y en qué medida crecer en el sur te marcó cuando empezaste a escribir? Me refiero a toda esa pléyade de escritores de novela gótica sureña, gente como William Faulkner, Flannery O’Connor o Eudora Welty…
Crecer en el sur significa que vas a leer esos libros ya desde la escuela pública, y en todos hay la misma narrativa: la gente negra y pobre por un lado, y la gente blanca y rica por el otro. Y siempre es a la gente negra y pobre a quienes, obviamente, les ocurren las cosas más horribles. Es una narrativa que abanderó cierta clase de compasión, la que te enseña que has de ser generoso y justo con quienes menos tienen, pero el problema es que todos esos libros presentaban todo esto como si estuvieran dirigidos a niñas, como si fueran La Cenicienta. Y el mensaje no calaba de forma que las cosas pudieran cambiar. A la gente del sur le da igual. Siempre tuve un conflicto interior a la hora de leer esos libros. Los evitaba. Sabía que estaban escritos mucho antes de haber nacido yo, que hablaban de una época anterior, pero también que estaban repletos de mentiras. Sabía que fue el gobierno quien mató a Martin Luther King Jr, lo he sabido siempre, aunque no se hablara de ello hasta hace cuatro años, y hay pruebas que implican al FBI. Pero nadie te lo va a decir claramente. Esos libros sureños me parecen una fantasía. ¿Cómo alguien pudo escribirlos y que la sociedad no se revolviera para reivindicar la verdad? Por eso me fui del sur, porque era muy confuso crecer allí. Hipócrita, esa es la palabra. Con la religión y la cristiandad. Jesucristo no hubiera querido eso. No hubiera estado de acuerdo con esos fundamentalistas. ¡Esa no es la vibración! Perdona si no he contestado a tu pregunta. Me encanta Faulkner, me encanta Carson McCullers, pero su relato es… puedes entender que Faulkner se fuera a la India. Y que Carson McCullers se fuera a Latinoamérica. Y luego ver lo que escribían en otros sitios.

¿Dónde vives ahora?
En Miami. Supongo que conoces el libro Matar un ruiseñor (1960), de Harper Lee. ¿Oíste que alguien que trabajó en la CIA, reveló que lo que reflejaba su autora no era cierto? Quiero decir, es obvio que no era la verdad, porque es ficción, pero le dijeron que escribiera ese tipo de historia, con esas misma palabras. Luego vino la película, que completó el lavado de cerebro, como si fuera La Cenicienta. Está todo podrido. Bueno, yendo a lo que me preguntabas, perdona: llevo veinte años viviendo en Miami.
¿Y cómo te sientes allí?
Me encanta. Dejé Nueva York, que también me encantaba, ¿a quién no le gusta Nueva York?, pero mi salud mental necesitaba un cambio. Es todo increíble en Nueva York, pero tampoco te reserva muchas opciones saludables. Necesitaba irme cerca del océano y sentir su viento. Me iba a ir a México, en realidad, y luego a Rio de Janeiro, pero me decidí por Miami porque mi mejor amiga desde los tiempos del colegio se había mudado aquí desde Atlanta. Vivo a un bloque de la playa. Allí llevo veinte años.
Estarás rodeada de votantes y simpatizantes de Trump.
Antes de la pandemia no ocurría, fue justo después cuando mucha gente empezó a mudarse a esta zona, gente muy rica que vivía en Nueva York: era de locos la cantidad de gente del palo de Trump que empezó a dejarse caer por Miami. De hecho, estoy queriendo irme, pero la pandemia me ha dejado sin dinero, sin ingresos por la falta de conciertos, así que lo quiero es ahorrar algo y mudarme.
Tengo la impresión de que siempre has ido a contracorriente de los requerimientos de la industria: llevas tres discos de versiones, solo publicas trabajos cuando crees que tiene algo importante que decir y tampoco tienes mucha presencia en las redes sociales.
Jajaja. La industria no se hizo para mí. La industria no se hizo para los artistas. Se hizo para los hombres que la crearon. Para que ganaran dinero a costa de los artistas. Managers, productores, promotores, compañías de discos, agentes de contratación, abogados, ingenieros de sonidos, gerentes de salas… todos son hombres, ellos son la industria y nosotros somos la vaca. Una línea de producción formada por vacas a las que ellos odeñan para alimentar al consumidor y ganar el máximo dinero posible, aprovechando todas las parte de la vaca. No me gusta complacer a la industria porque, en esencia, odia al artista. Y se supone que los artistas han de ser obedientes con ella. Cuando un artista elige hacer las cosas a su manera, contra las normas, es etiquetado como difícil y problemático. Y eso crea problemas a la gente de la industria, no a los artistas. Cuando un artista es inteligente y empieza a ser consciente de qué decisiones debe tomar y se empodera, es ahí cuando empieza a ser odiado, a ser percibido como alguien que no se mueve en la dirección correcta, en la que sigue casi todo el mundo. Quizá la industria no odie al artista, pero es descorazonador cuando pasas por ese estado de explotación por parte de gente que te dice que en realidad son como tu familia. Ahora estoy en un buen momento, y feliz de haber sobrevivido a una gran pérdida y de tener claro que el negocio es el negocio, y si quiero hacer las cosas a mi manera, es una cuestión de negociar. No significa que tenga que hacer todo a la manera en que la industria quiere, sino negociar. Antes me resultaba todo más difícil.
“No me gusta complacer a la industria porque, en esencia, odia al artista”.
¿Te sientes más cómoda en Domino, tu actual discográfica, que en Matador, la anterior?
Cuando tuve a mi hijo fue justo cuando mi sello me echó, y hubo un año entero durante el que no estaba segura… ya me había pasado antes, desde que era pequeña, esa sensación de ¿qué voy a hacer? ¿dónde voy a vivir? El ser madre te pone las pilas, te hace estar más centrada, pisar más con los pies en el suelo. Todo es nuevo. Como una nueva oportunidad que te da la vida. Una dosis instantánea de fuerza, energía y valor. Es una sensación que nunca había conocido antes. Así que durante aquel año, en el que me sentí abandonada por 200 personas y con el corazón roto, tuve al amor de mi hijo para curarme y para darme cuenta de que era algo que podía superar. Tuve tiempo para descubrir otros sellos discográficos, tener reuniones… me abrió la mente. Al respeto, al sentido de humor, al intelecto. Los hombres y mujeres que trabajan en Domino me demostraron que era el sitio donde más cómoda me iba a sentir. Claramente.
¿Te sientes con frecuencia incómoda tocando en directo? Te he visto dos veces: en una estabas francamente molesta por el sonido de los monitores. Fue en el FIB de 2014. En la otra, todo fue como la seda, en el Visor Fest de Benidorm en 2018. ¿Pierdes la concentración cuando sientes que algo no va del todo bien?
Cuando algo sale mal con el sonido, sobre el escenario, con los monitores, o con el feedback o si no puedo escucharme, hace que mi trabajo resulte imposible. Si no me escucho, no puedo cantar. Y es frustrante, me hace pensar para qué carajo estoy ahí. Pero si me oigo, me centro y hago mi trabajo. Es tan sencillo como eso.
“Creo que en España el público tiene menos miedo a demostrar lo que siente en los conciertos”.
¿Cómo te sientes en España? ¿Crees que el público aquí es distinto?
Sí, lo creo. He tocado en muchos lugares de Europa. En Escandinavia… y en Sudamérica o Latinoamérica. Pero en España siempre tengo la misma sensación. Mientras en otros lugares el público es cool y está relajado, aquí se ponen a gritar como locos. No sé si tiene que ver con el idioma. Es muy musical. Como si la música fuera parte de su alma. Es lo que noto. En Francia, Alemania, Inglaterra, Escandinavia o Australia, es como si tuvieran un acercamiento más intelectual a la música, es como si tuvieran más miedo a expresar cómo se sienten. Como si todo fuera más salvaje en los países de habla hispana. No sé cómo describirlo, ni sé muy bien por qué ocurre.
Pero si tocaras en modo folk singer, sola con tu guitarra y sin banda, quizá sentirías ese murmullo ambiental y esos gritos del público como una molestia.
Nooooo. No quiero decir que aquí hablen alto cuando toco, sino que les resulta muy fácil mostrar su amor. Gritan cuando salgo al escenario, mientras en otros países se limitan a aplaudir. En los países hispanohablantes notas que están felices de abrirte su corazón.
¿Escuchas música en castellano? ¿Rosalía, quizás?
No la he escuchado mucho, pero me gusta. Es normal que la música en castellano vaya al alza. Son cuatro billones de personas quienes lo hablan en el mundo. La dominación mundial de la música anglosajona es solo una parte del engranaje.