No lo veréis formando parte del Arenal Sound, ni del FIB, ni del Mad Cool ni del BBK. Tampoco llenando pabellones deportivos ni plazas de toros. Pero eso no significa que el tercer disco del madrileño Germán Salto no sea uno de los mejores (con diferencia) que se han publicado en 2022 en España. Hablamos con él.
Es un artesano de la canción. De hechuras clásicas. Pero no en el sentido de fechadas en otra era, sino en el de atemporalidad. El músico madrileño Germán Salto publicó hace unos meses un tercer disco homónimo (Germán Salto, 2022), en el que era relativamente fácil localizar influencias tales como las de Burt Bacharach, Tom Petty o Brian Wilson.
Una delicia de pop en castellano excelentemente orquestado, con elegantes arreglos de cuerda, y unas melodías que quitan el hipo. Lo presenta en directo el 26 de noviembre en la sala El Sol de Madrid, el 25 de diciembre en la sala Niágara de Santander, el 26 de diciembre en El Tizón, de Gijón y el 23 de febrero de 2023 en el Loco Club de Valencia (concierto aplazado desde octubre). Uno de los mejores discos españoles de este año, que bien valen una charla telefónica. Germán nos atiende desde Dallas (EE.UU.), con algo de jet lag: es piloto de aviones y se pasa la mitad del tiempo viajando a otros países, en vuelos internacionales.
Es el disco con mejores críticas de tu carrera. También el que más escuchas tiene en streaming. ¿Te ha sorprendido?
Me ha alegrado. No sé por qué, con la crítica siempre me he llevado muy bien. Ha pasado con todos mis discos. Y cada reseña ha sido un poco más positiva que con las del anterior disco. Con este, en concreto, ha sido embriagador. He leído algunas críticas que me daban hasta vergüenza. Yo entiendo que la prensa tiene que polarizar y decir que “esto es maravilloso” o “esto es una mierda”, pero me da algo de vergüenza cuando leo algunas cosas porque pienso que no es para tanto. Como eso de “el Burt Bacharach español”: barbaridades que te ponen por la nubes. Te parece casi una broma. Pero hay una parte de ti que se alegra, claro que sí.
“Me da un poco de vergüenza cuando leo algunas críticas de este disco, aunque me alegren”.
También es verdad que es lógico que así sea, ¿no? Yo lo veo como un paso hacia adelante en tu trayectoria. Cambias del inglés al castellano, cambias de nombre grupal (Salto) a individual (Germán Salto) y te rodeas de una exuberancia instrumental en el disco más ambicioso y sofisticado que has publicado hasta ahora.
Sí, lo es. Incluso estaba tentado de seguir en la línea de los anteriores discos, ya que te hablaba antes de lo bien que les había tratado la crítica. Esto es una apuesta. El tener otro trabajo al margen de la música no me permite dedicarte de pleno a ella, pero por otro lado me permite hacer lo que me da la gana y creo que siempre será así. Tenía que hacer este disco porque antes que músico soy melómano. Quizá para el siguiente me apetezca hacer algo de rock and roll, no lo sé. Pero este disco de pop orquestal en castellano es algo que tenía que hacer. Son muchos cambios de golpe, pero de forma muy natural.
Precisamente te quería preguntar por eso: ¿si vivieras en exclusiva de la música, habrías hecho este mismo tipo de disco?
Es difícil de saber. Lo que me sale es decirte que sí. Es fácil decirlo desde mi posición, claro. No lo sé. Estoy justo ahora leyendo El Mundo de Ayer (1942; publicado en España en 2002), de Stefan Zweig, en el que habla de muchos artistas que conoció cuando era un chaval, y al final casi todos tenían otro trabajo, y eso era lo que les permitía ser un poco más auténticos. Que tampoco digo que tenga que ser así, que también hay gente que compagina la música con otros trabajos y hacen cosas horrorosas, al igual que hay quienes se dedican solo a la música y la hacen muy buena. Pero creo que sí que te da esa independencia. Al final, yo no dejo de ser un artista muy pequeño. Si mañana voy a tocar a Valencia y en lugar de ochenta personas hay treinta, tampoco es el fin del mundo. No me gustaría, obviamente, pero tampoco es algo que me vaya a cambiar la vida.

Lo del Burt Bacharach español será una exageración, pero sí que es cierto que su huella se aprecia aquí más que en ningún otro disco tuyo. ¿Es alguien a quien siempre has seguido, o tu interés por él es más reciente?
Siempre ha estado ahí, pero en los últimos cuatro o cinco años ha sido como una obsesión. Y es verdad que en el disco se nota. A mí me gusta obsesionarme con gente tan lejana y tan inalcanzable porque sé que nunca me voy a acercar a ellos. A veces voy a algunos conciertos en los que todo el mundo quiere ser del ciclo de cantautores, todo el mundo quiere ser Quique González y le imitan y tal… y hay cosas que no se pueden hacer. Pero si quieres ir por el sendero de Bacharach, siempre hay un sitio un poco tuyo, por defecto. Me encanta Burt Bacharach. Y hablando con Íñigo (Bregel, de Los Estanques), el productor de los arreglos, siempre estaba en nuestra boca. Es una influencia clarísima.
¿Habrías podido hacer un disco como este sin Íñigo Bregel?
En esto de la música siempre hay mucho peloteo, y las entrevistas suelen ser muy aburridas porque lees a los músicos ensalzándose unos a otros, pero es verdad que en el caso de Íñigo, más que nada por mi falta de conocimientos técnicos, él ha sido fundamental en este. Quizá cualquiera te lo diría de su productor. Yo lo creo así por su toque, su visión y su talento. No mucha gente en España te hace esto y encima le gusta este estilo de música. Creo que di con el hombre perfecto.
Te he leído decir que imponerte un concepto de disco puede matar la creatividad. Sin embargo, yo veo este disco como algo muy conceptual.
Ahora que te escucho es verdad que pueden ser contradictorios los dos mensajes pero es cierto que, en el momento de hacer las canciones, yo no tenía claro el tipo de disco que quería hacer. Es simplemente cuando ya tengo una colección de canciones que pueden ir por esta onda, y más cuando siempre he tenido la ilusión de hacer un disco de este estilo, y conozco a Íñigo (Bregel) que es como el hombre perfecto, porque encima escribe partituras y ha estudiado composición clásica, cuando me convenzo de que el disco puede ser así. También tenía otras que se quedaron fuera porque no encajaban. Ya con todo el material, sí que me dediqué a hacer algo más conceptual y redondo. Pero en el momento de hacer las canciones, que es a lo que me refería, me tengo que dejar llevar. Te he dicho hace un rato que me encantaría hacer un disco de rock and roll. Yo voy todos los días a mi local de ensayo cuando estoy en Madrid, pero si voy con la idea de hacer un disco de rock and roll a lo mejor me estoy dejando en el tintero alguna canción maravillosa porque estoy forzándome a hacer otras cosas. A la hora de componer tienes que dejarte llevar un poco.
“Lo que me enamora de una canción es la melodía: no necesité saber de qué cantaban los Beatles, los Rolling Stones o AC/DC”.
¿Te resulta más sencillo escribir en castellano que en inglés?
En realidad, no. Sí que es verdad que con el castellano soy un poco más exigente, porque lo va a entender más gente. Yo tengo letras en inglés que ni mis propios músicos saben de qué hablan. No soy bilingüe, hablo mucho mejor español. Pero no sé si por haber estado casado con una norteamericana, mi pareja actual me dice que cuando hablo por las noches lo hago en inglés. Una cosa que tampoco entiendo. Aunque en el trabajo también lo empleo. Digamos que en inglés me expreso bien. Pero hablo mejor en español, sin duda.
Se destaca mucho, y con razón, el trabajo que has hecho con este disco en las letras, y también que eres sobrino-nieto de Miguel Delibes, y sin embargo dices que para ti lo primero es la melodía, y luego ya vienen los textos, hasta el punto de que has necesitado que compañeros como Santi Campos te echen una mano escribiendo.
Posiblemente mi artista favorito de toda la vida sea Bob Dylan. Y estamos hablando de una forma de aproximarse a la música que es distinta a la que tengo yo. Pero es verdad que a mí lo que me enamoró de la música cuando era pequeño fue la melodía, por mucho que no supiera de qué hablaban las canciones de The Beatles, The Rolling Stones o hasta de AC/DC, con cuyas letras ni siquiera necesitaba sentirme identificado. Luego, con los años, descubres a Leonard Cohen, y te das cuenta de que eso también es maravilloso. Sí que es verdad que como oyente escucho cosas que a nivel musical son planas pero tienen unas letras maravillosas, pero para mí la música es la melodía de voz, y luego ya todo lo que puedes hacer alrededor, la orquestación o los arreglos, por supuesto que va a sumar. Y si has hecho una letra de mierda, te vas a cargar la canción. Pero lo que me enamora es la melodía. Hablé con tres amigos para algunas letras de este disco: Martí Perarnau (Mucho), Ángel Stanich y Santi Campos. Los dos primeros estaban enfrascados en el trabajo de sus próximos discos, lo cual siempre es complicado para estas cosas. Santi (Campos) se puso en mi piel y asumió el reto de poner letra a unas melodías ya existentes, que es algo que siempre hace al revés. Los dos nos conocemos mucho, y somos esa clase de amigos a quienes nos unió la música, cuando nos juntamos estamos hablando de música el ochenta por cien del tiempo, y para esto era perfecto.

¿Te influyen tus viajes por el mundo, por tu trabajo como piloto, a la hora de escribir?
Sí, pero de forma indirecta. Estás expuesto a un montón de estímulos audiovisuales que llenan un poco el pozo de la inspiración, pero no voy como un científico o un poeta que está viendo eso por la ventana. Voy centrado en mi trabajo. Ahora estoy en Dallas, iré en un rato a dar una vuelta por la ciudad y me empaparé de ella, me iré a tiendas de discos… es algo que me ayuda mucho pero de forma indirecta, no es algo que yo vaya buscando. Además, yo soy muy de sentarme a trabajar. Si no estoy con una guitarra en las manos y con un cuaderno, no estoy pensando en mí como artista. Me la suelo llevar de viaje en el avión.
Vamos, que no eres de esos que dicen que encuentran inspiración cruzando un paso de cebra…
Suelo decir que ese tipo de frases se las he escuchado a dos tipos de artistas: o a los genios absolutos, como Paul McCartney, capaz de hacer “Yesterday”, o a gente muy mala, muy mala (risas). No recuerdo en qué escuela de arte leí un estudio que hicieron de un profesor que cogió a la mitad de la clase y les dijo, “de aquí a final de año, esta mitad de la clase va a dedicarse a hacer una sola obra que sea perfecta, y esta otra mitad va a dedicarse a hacer muchas obras, las voy a puntuar por la cantidad”. Y al final, las mejores obras salieron de la mitad que se dedicó a hacer muchas. Puede sonar un poco cursi, a autoayuda. Yo soy de esas personas que necesitan sentarse, y si en un año hago ochenta, y de ahí puedo sacar diez, pues esas diez van a ser decentes. Pero si tengo que grabar todo lo que tengo… de hecho, me leí una autobiografía de Burt Bacharach, precisamente, en la que confesaba haber dejado de componer por problemas con la bebida, y con un divorcio de por medio, y dice que cuando se volvió a sentar a componer le costó muchísimo. La composición también es cuestión de práctica. Parece que si tocas la guitarra o la batería tienes que practicar muchísimo, pero si quieres componer basta con que seas un tipo muy especial y estas cosas tan bonitas que se dicen de happycracia, ese rollo de que todos somos creativos, y no. Hay gente que es muy mala, y no pasa nada por decirlo. Tú practica y haz 25 canciones malas hasta que la 26 sea la buena.
“No todos podemos ser creativos, por muchas cosas bonitas que nos dicte esta happycracia en la que vivimos”.
¿Has escuchado algún disco reciente que te haya atrapado?
Es un poco tramposo decirlo porque toqué con ella, pero he estado escuchando el último disco de Nikki Lane. Me ha gustado mucho.
Vaya, justo la entrevisté el sábado pasado.
A mí el disco me parece buenísimo. Y eso que estoy un poco desencantado del rollo de la americana, porque al final todos los discos me suenan iguales y no deja de ser un estilo muy fácil de hacer. Con tres acordes y un pedal steel, al final vas a hacer una canción que se la cuelas a quien sea. Me parece que hay que ser muy bueno en ese estilo, y el 90% me parecen mediocres, lo que pasa es que suena bonito y a la gente le gusta. Con Nikki Lane me resulta todo real, no está simplemente poniendo imaginería americana, sino contando cosas que justifican todos los clichés del género.
Sí, transmite autenticidad, ¿no? Que es un término que a mí me da un poco de repelús por la forma en las que a veces se emplea desde sectores muy rockistas.
Estoy de acuerdo, y a mí también me suele dar mucha grima. Más que estar atraído por la autenticidad, creo que a mí lo que me repele es lo contrario. Cuando veo que lo que quiere alguien es solo ser viral, me parece una falta de respeto a la música. Yo voy a seguir haciendo canciones aunque solo las grabe para mí. Estoy por la música, y me puedo equivocar. Pero hay gente que está solo por el hecho de ser mirada.
Por cierto, me ha sorprendido que te gustaran los Beastie Boys.
Sí, claro. Lo que pasa es que cuando haces un determinado tipo de música, la gente se piensa que solo escuchas esa clase de música. Pero yo escucho de todo, soy un consumidor y comprador compulsivo, estoy todo el día escuchando música. También me gusta Kanye West. O Bob Dylan, que será más cercano pero tampoco dirías que es una influencia escuchando mis discos. Sí que es verdad que entre los 18 y los 23 años escuchaba más o menos lo mismo: Son Volt, Ryan Adams, Lucinda Williams, Steve Earle… descubres eso y te vuela la cabeza. Pero ahora necesito escuchar otras cosas. Si no, me aburro.
