Hablamos con la artista catalana, quien publica un excepcional y delicado séptimo álbum que gira alrededor de las diferentes fases de la relación de pareja.
Todo lo que ocurrió hace dos años y medio cambió el chip a mucha gente. Como si nos hubiéramos dado cuenta, de sopetón, de que no valía la pena reservarse para mejores ocasiones, porque estas podrían no llegar nunca.
Recuperar el contacto con esos amigos a quienes hacía eones que no veías, desvelar una vocación oculta o ahogada, querer aprovechar el tiempo con los seres queridos tras meses sin poder verles más que a través de una pantalla o bien publicar discos a tumba abierta, en los que los sentimientos se plasmen sin subterfugios ni metáforas rebuscadas, que ya no estamos para mensajes opacos: si quieres decir algo, hazlo ya. Y alto y claro. También ha habido superávit de divorcios: eso también tiene que ver con esto.
Y parece que esa, la de los discos de emotividad sincera, fue una de las premisas de Contigo (Elefant, 2021), el disco que Maria Rodés (Barcelona, 1986) grabó junto a David Rodríguez (La Estrella de David) en torno a las diferentes fases de una relación de pareja, y sin el cual quizá tampoco se entendería el reciente Fuimos los dos (Elefant, 2022), el estupendo disco que Maria publica hoy mismo, que también refleja el enamoramiento y desenamoramiento, desde aquel primer flechazo casi (o sin casi) adolescente hasta lo complejo que se vuelve todo en la vida adulta. Hablamos con ella para que nos lo cuente.
Tu disco Lilith salió en 2020, Contigo, con La Estrella de David, en 2021, y este Fuimos los dos en 2022. Llevas una racha muy productiva, ¿no?
Bueno, supongo que ese espacio que nos dio el confinamiento nos dio para trabajar bastante (risas), y la verdad es que este disco lo compuse durante el confinamiento. Y el de Lilith (2020) también lo acabé durante el confinamiento. Y Contigo (2021) también, imagínate. Todos de la misma época, unos un poquito antes y otros un poquito después, pero el corazón de los tres está en ese momento.
¿Te resulta más inspirador el amor o el desamor? Lo digo porque en este disco hay de ambas cosas.
En este disco hay amor y desamor. Aunque algo más de desamor, porque la idea es la de una relación que se va deconstruyendo de alguna forma. Empieza desde la ilusión, y poco a poco se va haciendo todo más complejo. Aunque no sé si se pueden separar el amor del desamor, creo que son dos caras de la misma moneda.
Entiendo que también por eso la segunda mitad del disco es más sombría, porque refleja ese deterioro de la relación, ¿no?
Sí digamos que esa es la narrativa. Esas canciones reflejan más el proceso de ruptura. También refleja lo que muchos sentimos a medida que nos vamos haciendo mayores, que todo es más complejo, incluido el amor. Yo aún conservaba cartas de cuando era adolescente, que estuve revisando mientras estábamos confinados, y me veía mucho más desacomplejada en ellas al decir las cosas, por eso la primera canción dice abiertamente «Te quiero», que es algo que luego en canciones me ha costado mucho más poder decir. Lo he sofisticado todo más, y me apetecía hacer este juego de empezar el disco de una forma más naïf, podría decirse. Y que poco a poco todo se fuera haciendo más complejo.

¿Dirías que es el disco más íntimo de tu carrera? Te iba a decir «personal», pero es que al fin y al cabo todos son personales.
Es personal y es íntimo, en el sentido de que llevaba ya unos cuando discos conceptuales y en este me apetecía volver a hacer algo más personal. Aunque el primero que hice en solitario, Una forma de hablar (2010), también lo era. He querido volver a los orígenes.
Es también muy sencillo en las formas: guitarras, charango, cello y poco más. En muchas solo guitarra y voz. Supongo que esa austeridad también la demandaba el contenido y la temática de las canciones, ¿no?
Sí, da la sensación de que eso refuerza un poco más la sensación de intimidad. Pero también porque en este disco las canciones salieron del confinamiento, y cada día hacía una canción, algunas de ellas las fui incluso publicando por Instagram y en algunas redes, y luego lo que hice fue regrabarlas y trabajarlas un poco más, pero no quería alejarme mucho de esa idea, que era hacer canciones muy sencillas a nivel de instrumentación.
«Me gustan mucho las músicas del mundo, la música brasileña o la andina, y de alguna forma se refleja».
¿Crees que este disco es estilísticamente como un resumen de todas las músicas que te han interesado? Te lo digo porque, aún siendo muy austero, hay alguna canción que recuerdan a la bossa nova, otra al fado, otra al reggae…
No es algo que haga a propósito, pero está claro que siempre está ahí. Me gustan mucho las músicas del mundo, y de alguna forma las incorporo. La música brasileña me encanta, por eso se nota en «Prefiero no decir nada». O la música andina, que esta en «Fuimos los dos». Son estilos que, sin querer, voy incorporando a mis canciones. Pero no a modo de resumen, simplemente vas jugando y va saliendo lo que te gusta.
¿Hay algún artista cuya música te haya marcado en los últimos tiempos?
Me gustó mucho Immensità (2019), un EP de Andrea Laszlo De Simone. Creo que influyó algo. Es como una nebulosa.
En «Algo que pudo ser», dices: «hoy no soy más que un borrador, algo que pudo ser». ¿Crees que todos somos algo en permanente construcción como personas, siempre aprendiendo de nuestra imperfección, como una obra inacabada o un work in progress?
Esa es una posible lectura. Pero esa canción habla también del placer de no hacer nada. Del estar quieto. Del dejar de hacer por hacer. Y del permitirse ser eso, un esbozo de lo que podría haber sido. Luego también está vinculada con el tema de la relación y de la ruptura, lógicamente. De aquello que podría haber sido pero no fue. Pero de una forma aceptada.

En «Salgamos juntos al jardín» dices lo de «tener jardín es una cuestión de vida o muerte», y debe ser literalmente pandémica, porque un buen jardín o terraza eran bienes más que preciados durante aquellos días… ¿o es solo una metáfora?
Me iban viniendo ideas y me imaginaba a los dos amantes confinados por separado, y con la idea de saltarse las normas para verse. La idea del jardín es como «ven a lo mío, que yo tengo jardín», una imagen con la que me gustaba jugar.
En «Oasis» hablas del mar con la añoranza de quien se ha criado junto a él pero lleva tiempo viviendo lejos. Eres catalana pero vives en Madrid.
Es así. Una de las canciones que hice durante el confinamiento tiene que ver con un cuadro que tengo de Dalí, este en el que sale Gala mirando por la ventana… yo estuve confinada en un piso enano en Madrid, que es verdad que no es mi ciudad, y el mar era para mí como un símbolo de libertad. Quise hacer una canción dedicada a ese cuadro, que era mi apertura al mundo, porque con tantas horas en un apartamento pequeño, ese cuadro era algo que me ayudaba a sentirme como en casa. Y tenía que llamarse «Oasis», como esa visión en el desierto, esa alucinación idílica que para mí representaba el mar.
«Lo que más me gusta del sello Elefant es que miman mucho lo que hacen, algo que debería ser normal pero no lo es».
«Siempre es domingo» me ha recordado al «Everyday Is Like Sunday» de Morrissey, por la forma en la que empleas la figura del domingo para describir la rutina.
Sí, no tiene nada que ver con ella, pero trata de eso, de la rutina cuando cada día es igual a los demás. Cada día era domingo, un poco melancólico. El disco nace de ideas que surgen al día y se transforman en canciones. Hice un video co esta canción y luego se convirtió en lo que suena ahora.
Este es tu primer disco con Elefant, segundo si tenemos en cuenta el que publicaste el año pasado con La Estrella de David (David Rodríguez). ¿Cómo te sientes con ellos?
Muy bien. Lo más me gusta de Elefant es que miman mucho lo que hacen. Escuchan el disco, lo comentan contigo y está todo muy trabajado. Y eso no es algo que te encuentres en todas las discográficas. Debería ser lo normal, pero no lo es. Y es un lujo cuando te lo encuentras. Me gusta trabajar con gente que se toma en serio cada detalle de lo que están haciendo.
¿Cómo vas a llevar el disco al directo?
Con la misma banda que ha tocado en el disco, en un formato muy acústico, con guitarra española, charango, bajo, cello y teclados.
Fotos: Erika Prufert.