Hablamos con Sílvia Pérez Cruz sobre su último disco, un excepcional trabajo en el que resume un ciclo vital a través de cinco fases y que cuenta con renombradas colaboraciones.

El octavo disco en la carrera de Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, 1983) es uno de los más impresionantes que podréis escuchar a lo largo de 2023 en nuestro país. Un excepcional trabajo que, haciendo honor a su nombre, Toda la vida, un día (Sony, 2023), resume un ciclo vital a través de cinco movimientos (La flor, La inmensidad, Mi jardín, El peso y Renacimiento), dedicados a las fases de la niñez, la juventud, la madurez, la vejez y el renacimiento, y que cuenta con las colaboraciones de Natalia Lafourcade, Carmen Linares, Juan Quintero, Liliana Herrero, Salvador Sobral, Pepe Habichuela, Rita Payés o su propia hija, Lola Cruz.
Noventa músicos en total, implicados en un disco inagotable, sin parangón en nuestra música, que integra flamenco, folk, jazz, bossa, bolero o ranchera sin que apenas se advierta, en un único e intransferible lenguaje. Motivo más que suficiente para charlar un buen rato por teléfono con quien fuera (además) Premio Nacional de Músicas Actuales en 2022.
Es paradójico que sea tu disco más personal, por temática, y al mismo tiempo el que más colaboraciones tiene, ¿no?
Creo que sí que es uno de mis discos más personales, porque además tiene una unión muy fuerte con 11 de noviembre (2012), que fue el primero de mi carrera, el más profundo, pero tiene una diferencia en lo de las colaboraciones, porque yo creo que estoy en un momento en el que me gusta mucho cuidar a la gente que me hace bien. Como celebrar las amistades. La persona. Y toda la gente que ha participado son personas que tengo muy cerca y que me han hecho aprender. Con quienes me he sentido querida, y que me hacen bien. Creo que tiene sentido por el momento vital en el que estoy: podría decirse que estoy en el tercer movimiento de los cinco que tiene el disco, que es como reivindicar el cuidado del amigo, por eso es una celebración de la amistad. Y un canto colectivo. Entender que, solos, no podemos hacer las cosas. Que la belleza se multiplica cuando la compartes, y que es muy importante saber pedir ayuda.
«Creo que sí que es uno de mis discos más personales»
Sílvia Pérez Cruz
Supongo que cumplir cuarenta años marca también un antes y un después, ves las cosas de otra manera. Quizá hace diez años no hubieras podido componer un disco así.
No hubiera sido posible. Tiene que ver con la edad que tengo ahora. Sí que hay una esencia que conecta con la Sílvia de siempre, y con ese mirarse y ser sincera con lo que siento, y narrar mis voluntades huyendo de lo que se espera, simplemente siendo valiente al escucharme, que es algo que he intentado hacer siempre. Pero es verdad que hay todo un aprendizaje, tanto a nivel de composición como a nivel de escritura, de producción o de organización… hay todo un trabajo previo que te da como un descanso, que te va vaciando y te permite ser más libre para el siguiente disco. Por ejemplo, el primer disco tiene una acumulación de cosas de muchos años y es más disperso. Luego empiezas a hacer discos cada dos o tres años, y son mensajes más concretos. Y aquí yo noto todo lo que he hecho antes. Y por otro lado, la temática creo que está muy influenciada por mi edad. Esta sensación de estar como en el medio de una vida. Supongamos que viviera ochenta años, como la edad más estándar si no ocurre nada: puedo hacer ya un repaso de mi juventud y de mi infancia, ver la madurez desde otro ángulo, y la vejez también la entiendo. Sin duda, la temática está muy influenciada por mi edad.
Nunca te has caracterizado por defender un estilo musical en concreto, aunque se puedan localizar, pero creo que en este disco es donde quedan más licuados. Donde más lejos queda cualquier sombra de ejercicio de estilo.
Qué bien. No lo sé, nunca pienso en los estilos. Tengo las herramientas que tengo, y quiero contar esto. Pocas veces pienso “voy a hacer una canción en este estilo”. Siempre pienso en la canción. En un sentimiento o en un recurso, pero no en un estilo. Supongo que con el tiempo esto se va volviendo más líquido y va quedando más mezclado, como bien dices. Cuando supe que el concepto del disco era una vida entera, y que lo podía ordenar en etapas vitales, en edades, me permitía trabajar las sonoridades desde conceptos relacionados con la edad y la madurez. Por ejemplo, pensaba que el primer movimiento debía ser confortable, y quizá eso sí tenga más que ver con el cantautor, por la sonoridad, también porque estoy yo con la guitarra y las cuerdas, e igual está ahí presente Nick Drake, como había estado siempre, pero más ordenado. En la segunda parte, al ser más experimental, entra todo, pero en la canción “Salir distinto” sí que pienso en tientos flamencos, porque eso sí que es muy concreto. Y en la canción “Toda la vida, un día”, que es del cuarto movimiento, pienso en una zamba, pero en realidad es un punto de partida porque acaba casi como un réquiem: es muy clásico el contrapunto. En todo caso, me alegra mucho que lo sientas así porque, en realidad, mi objetivo siempre ha sido ese. No pensar en estilos, sino en este sentimiento líquido, y usar todo el vocabulario que tengo para contar una emoción a través de una canción.

Supongo que las colaboraciones del disco, al margen de la afinidad personal que comentas, dependerán de la naturaleza de cada canción.
Sí, pero es muy natural, muy orgánico, son personas cercanas, con quienes ha habido un vínculo humano y emocional, no es solo profesional. No es pedirle un favor a alguien a quien solamente admiro. Son personas con quienes hay una admiración y un respeto mutuo. Con quienes te puedes ir a cenar. También quería que hubiera una representación de todas las edades. Porque quería reivindicar la belleza y la importancia de escuchar voces o reflexiones: cómo está cantando alguien que está sobre los setenta años, los cuarenta o los veinte. Por ejemplo, en “Salir distinto” tenía muy claro que debían estar Pepe (Habichuela) y Carmen (Linares) porque es una canción muy morentiana, y quién mejor que ellos, con quienes además tengo un vínculo súper cercano. Con Natalia (Lafourcade) quería hacer algo desde hace tiempo y compuse la melodía de “Mi última canción triste” pensando en ella. Con Salvador (Sobral) también tengo una amistad preciosa y compongo “Em moro”. Y Liliana (Herrero) es a quien conozco desde hace menos tiempo, pero es una canción absolutamente pensada para su momento, su voz y en todo lo que me hace aprender, y conocerla es lo que hace que se me ordene todo el concepto del disco. Ha sido muy natural. Me parece un milagro, porque es verdad que son muchas personas, momentos muy diferentes y geografías distintas, pero no ha habido nada forzado. No hizo falta. Fue simplemente dejar que las cosas fueran floreciendo.
«Las colaboraciones del disco son con personas con quienes hay una admiración y un respeto mutuo»
Sílvia Pérez Cruz
¿Consideras que la música es algo que te permite expresar aquellas cosas que solo con palabras no podrías?
Absolutamente. Si me tiene que conocer alguien, y me ha visto cantar, siempre pienso “bueno, me conoce un poco más”. Me parece que es un gran invento, no me puedo creer que exista algo así. Un espacio donde exista todo. Lo nombrable, lo innombrable… por un lado, a nivel de expresión, que sientas amparo, que todos tus sentimientos tengan una habitación donde existir, una imaginación emocional. Luego, que sea para todo el mundo. Del más poético al más matemático. Del más abstracto al más concreto. Tiene una amplitud infinita, que me da mucho alivio. Porque siempre encuentro amparo a todo lo que siento.
Supongo que la música, en ese sentido, también te puede servir para ordenar tus ideas, incluso como un ejercicio de inteligencia emocional.
Sí, totalmente. No es solo la emoción, sino también la cabeza. Supongo que por eso también me gusta todo el proceso de composición, arreglos y producción, porque es una parte más mental. La composición igual no, pero los arreglos y la producción son un juego mental que yo necesito también, porque mi cabeza está muy activa siempre, y eso es como algo que te permite pensar en muchas capas. En qué sonido es mejor, qué persona… Necesito darle ese tipo de alimento a mi cabeza. Y por otro lado, la parte más animal y emocional, que llega sobre el escenario, que no tiene nada que ver con el pensamiento, e irrumpe con esa libertad, es algo también súper sano, muy curativo a nivel emocional y corporal. Y luego, por supuesto que en todo trabajo y todo equipo está la empatía: saber entender con quién estás compartiendo esa canción. Me encanta que quien está conmigo sea precisamente esa persona y se esté realizando también a nivel personal, a la vez que entender al público. Esa sensación de borrar las barreras entre personas. No solo entre los estilos cuando compongo, sino decir “oye, tenemos muchas diferencias, pero nos emocionamos con cosas parecidas”. Y eso me reconcilia. Me ordena muchas cosas que siento. Porque a veces nos centramos demasiado en lo que nos diferencia, y en todos estos puentes hay mucha información que suma. Y es muy bello verlo en todas las formas, tanto a nivel musical como de equipo, de escucha, de reacción. Son muchas capas que me apasionan, hasta llegar al directo. En ese viaje creo que está todo.
Por cierto, que el tuyo es uno de esos discos largos que últimamente desafían todo esto que se dice sobre que nuestro rango de atención es menor que antes, y apenas dedicamos tiempo más que a canciones sueltas. Supongo que aquí la duración era obligada para contar todo lo que querías contar.
Soy súper consciente de que vivimos este momento y yo también me reconozco con menos paciencia en la escucha. Hay otro ritmo universal. Supongo que de aquí a un tiempo igual volvemos a la lentitud. O no, quién sabe. Pero cuento lo que tengo que contar. Cuando veo todo lo que sale, amoldarlo a esa escucha y pensar… son tonterías. Son 69 minutos, ¿no? Cuando lo estaba editando pensaba que tenía que durar menos de setenta. Sobrepasar los setenta ya te da impresión. El 69 te da alegría ya solo de escucharlo. Igual queda como en el súper mercado, cuando ponen los precios a 9’99 euros (risas). Los movimientos en los que se divide el disco, que era algo que me ayudaba a nivel artístico, son como capítulos que me permitían trabajar con sonoridades distintas, y me encajaba con el concepto. Si puedo ofrecer este tipo de escucha… habrá quien pueda escuchar quince minutos una semana y otros quince a la siguiente, y también tiene un orden. Soy consciente de que la mayoría de gente escuchará canciones solas, y también está bien cuidarlas para que puedan ser independientes. Pero yo aconsejo siempre que, si uno puede hacer el viaje entero, lo haga, porque hay toda una experiencia física. En realidad, es todo psicológico, porque podemos ver series y películas y aguantar dos o tres horas seguidas, y no pasa nada. Lo tenemos más que asumido. Con este disco puedes permitirte una horita. Todos tenemos nuestra ansiedad, es todo muy fugaz, cualquiera de nosotros nos podemos ver sometidos en muestro trabajo a una ansiedad que no es sana, y hay que reflexionar sobre eso. Yo propongo este viaje, que a mí me ha salido así, Y me gusta confiar en que, si es así, quizá tenga una vida un poquito más larga, porque hay muchas semillas plantadas en este viaje y con su propio ritmo. Es un acto de confianza. Pero, como bien dices, es el tiempo que yo he necesitado para contar lo que quería contar.
¿De qué depende que cantes una canción en castellano o en catalán?
Cada idioma tiene una musicalidad, y te puede cambiar el sentimiento. Hay canciones y melodías que, si las cantas en castellano, pueden tener mucha fuerza o al revés, y con el catalán, igual. O canciones que desde que las compongo ya me suenan a inglés. En el caso de este disco, e igual volvemos a la primera pregunta, tiene que ver con que muchas canciones las he hecho pensando en alguien. Si te fijas, en el primer movimiento hay muchas en catalán, porque las escribí durante el confinamiento y eran canciones de cumpleaños para amigos, y si le canto a aun amigo catalán me sale escribirle en catalán. Y si le canto a una amiga brasileña, pues me sale en portugués, como fue el caso de la que es para Maria Gadú. Estoy hablando a la persona que inspira la canción.
«Cada idioma tiene una musicalidad, y te puede cambiar el sentimiento»
Sílvia Pérez Cruz

¿Cómo ha sido la experiencia de ir de gira con Damien Rice e incluso compartir unos minutos de concierto con él?
Ha sido un regalo para mí, absolutamente. Porque he podido estar en muchos países de Europa en los que no había estado, y en teatros muy grandes con un público muy respetuoso, que te escucha. Ha sido todo un aprendizaje. Me he sentido muy cuidada. Y me permitía hacer mi repertorio sola, por un lado, y escucharle a él solo. Y aprender de él, y de la música y de cómo la comparte. Y una tercera parte fue el tocar la guitarra, el clarinete o el sintetizador, que es algo que hacía tiempo que no hacía, y me encanta también. Me da mucha información sobre lo que siente uno cuando lidera, lo que siente uno cuando acompaña. También me ha hecho pensar en los músicos que tocan conmigo: cómo se sienten, la belleza de lo que pasa en el escenario. Ahora nos vamos a volver a juntar, porque él hace una gira en velero por el Mediterráneo y yo podré ir con él a tres conciertos en Italia. En Sicilia, Nápoles y Roma. Me hace mucha ilusión.
Estás contenta con los conciertos que has ofrecido aquí en las últimas semanas, ¿no?
De los mejores de mi vida, creo. Ha sido muy espectacular. Había podido hacer tres conciertos antes, somos cuatro personas tocando muchos instrumentos, y ya entendemos el viaje del animal, el concierto lo veo como una bestia a la que hay que entender. Qué vida tiene esto. En el disco aparece un coro de treinta personas que son cantantes de Barcelona con carrera propia, todos amigos. Y esto es muy difícil de llevarlo al escenario, es inviable meter a esas treinta personas en el autobús de gira, pero queríamos al menos probar a hacerlo con ellos en Barcelona, y ahí tuvimos tiempo para hacerlo porque entre el de Madrid, que también fue fenomenal, y el de Barcelona, pasó un mes para poder prepararlo. Mira, este disco me encanta porque me he dado con él el tiempo suficiente para cuidarlo todo. Por lo menos yo podía. Los descansos entre la composición, la producción y la grabación… y tener ahora el tiempo en estos conciertos para entender cada necesidad como se merece. Vivimos con esta ansiedad que a veces te impide cuidar incluso cosas que te gustan. Y creo que con este disco ha sido una plenitud del cuidado y la entrega de todos los músicos. Los últimos conciertos han sido dos días en el teatro, con todo lleno, y mucha emoción. Y una resaca emocional muy bella también, que me daba un poco de miedo por el bajón que me iba a suponer luego. Porque todo se olvida muy rápido.