Celebramos el día internacional de la poesía recordando su íntima conexión con la música.
«Musicar poemas no es algo especialmente difícil, siempre que sean poemas con métrica y rima. Poner música a versos libres es mucho más jodido, pero se ha hecho». Lo dice Fernando Alfaro en el espléndido libro La luz en sus entrañas. Conversaciones con Fernando Alfaro (Muzikalia, 2021), y cualquiera lo podría suscribir sin ponerle un solo pero. La poesía y la composición se rigen por normas distintas, sobre todo en cuestiones de métrica, de construcción de su propio lenguaje, de sonoridad y ritmo, pero tienen tanto en común en cuanto a su literalidad, en cuanto a la búsqueda de la belleza mediante las palabras. Hoy, en el día internacional de la poesía -fecha instituida por la UNESCO desde 1999- explicamos como un arte no se entendería sin la influencia del otro.
Sin la poesía no podríamos entender a gigantes de la música del siglo XX como Patti Smith, Bob Dylan o Leonard Cohen.
El día internacional de la poesía nos sirve para poner de relieve que hay carreras musicales enteras que no podrían entenderse son el poderoso influjo de ella: Patti Smith, el mismísimo Bob Dylan – cuyo apellido artístico ya fue directamente un guiño a un famoso poeta – o Leonard Cohen forjaron sus obras a partir de una clara inspiración poética. Solo uno de los tres tiene un premio Nobel en casa, pero lo cierto es que cualquiera de ellos ha hecho méritos para ello. Sin la influencia de Rimbuad o Baudelaire, quizá nunca hubiéramos llegado a conocer a la neoyorquina. Sin la de Yeats, Whitman o Lorca – a quien rindió tributo bautizando con ese nombre a su propia hija – tampoco se entendería a Cohen. Quien, por cierto, al menos sí tiene un Príncipe de Asturias de las Letras.
Podríamos discutir muchísimo sobre si las letras de muchas canciones son una forma de hacer poesía sin ceñirse a sus reglas más básicas. Si hay textos que son dignos de la mejor poesía, por sus cualidades literarias, aunque hablemos (al fin y al cabo) de disciplinas distintas. Siempre habrá quien vea en Joaquín Sabina, o en Fito Cabrales o en Robe Iniesta, por poner solo tres ejemplos, a tres poetas vestidos de músicos. Y también habrá, por contra, quienes simplemente les despachen como ingeniosos estrategas en el arte del ripio. Al fin y al cabo, todo en el arte es la suma de varias apreciaciones subjetivas.
Como dijo una vez Carlos Marzal, «una canción no es una letra por separado o una música por separado: es la suma de dos cosas que da más de dos: la canción». No es, en sí, poesía. No al menos para todos. Pero lo que nadie podrá discutir es la enorme influencia que la poesía sí ha tenido en todos estos músicos.
Una canción no es letra y música por separado, sino la suma de dos cosas que siempre da como resultado más de dos.
Tampoco podemos pasar por alto a esos músicos que han publicado sus propias poesías, al margen de los logros estéticos de sus propias canciones: Luis Eduardo Aute, Kae Tempest, Marwan, El Chojin, Rayden, PJ Harvey, Sílvia Pérez Cruz, Nacho Vegas, Pedro Guerra, Ricardo Lezón, Diego Ojeda, Alberto Cortez y hasta el triunfito Alfred García se han decantado, al menos una vez, por exponer sus textos en forma de rimas sometidas a su particular métrica, plasmadas en poemarios.
También hay cantautores cuya obra está profundamente marcada por la poesía: Joan Manuel Serrat sería nuestro caso más paradigmático, más de cinco décadas alimentándose de Machado, Benedetti, Goytisolo, Cernuda o García Montero, entre muchos otros. Poetas cuya obra ha sido redimensionada gracias a la música, como es el caso de Lorca gracias a Cohen y Morente, o el de Vicent Andrés Estellés gracias a decenas de músicos valencianos actuales. Y discos, álbumes enteros, como el notable The Raven (2003), de Lou Reed, y cientos de canciones inspiradas en poesías. «Stagger Lee» de Nick Cave, «The man who sold the world» de Bowie, «If» de Joni Mitchell, «How beatiful you are» de The Cure, «I Zimbra» de Talking Heads, «Overgrown» de James Blake y muchísimas más. Todas alentadas, en todo o en parte, por poemarios ajenos.
En resumen, que los caminos de la poesía y la música están tan íntimamente relacionados como ya lo estaban en la vida de los aedos de la antigua Grecia, aquellos poetas que recitaban con acompañamiento musical hace miles de años. Son dos formas de expresión, dos creaciones artísticas, que siempre han estado destinadas a entenderse. Y qué mejor día para disfrutar de ambos que hoy.