Resurrección del Hardcore canadiense
En 2025, dos discos casi imposibles de encontrar -y fundamentales para entender cómo se moldeó el punk más extremo en Toronto y Washington D.C.- vuelven a circular. Sin, de Youth Youth Youth, y Anything But the Critic’s Choice, de Law and Order, reaparecen remasterizados desde sus cintas originales: dos cápsulas de un momento en el que el hardcore no era un género musical, sino una manera de estar en el mundo.
Hay discos que no volverán a hacerse. No porque nadie quiera, sino porque para grabarlos tendría que resucitar un ecosistema entero. A comienzos de los ochenta, el punk había perdido su filo original y empezaba a absorberse en la industria. La respuesta fue una generación de bandas que aceleraron el tempo, endurecieron el sonido y eliminaron cualquier atisbo de glamour. No había managers ni estrategias. Había sótanos ruinosos, salas comunitarias, fanzines grapados con furia y un deseo compartido: sonar más fuerte que la realidad cotidiana. Fue una escena más que un estilo: física, comunitaria, DIY, irrepetible.
Toronto no solía aparecer en el mapa del punk de la época. “Toronto the Good”, como se la llamaba entonces, era una ciudad más relacionada con la corrección que con la disidencia. Hasta que llegaron Youth Youth Youth. El grupo, con el guitarrista Rob Mallion como eje creativo, nació casi por accidente: maquetas grabadas en habitaciones, encuentros fortuitos en paradas de autobús, cambios de formación impulsados por amistades inesperadas. En 1982, grabaron su primera maqueta casera. Un año después, entraron en los estudios Comfort Sound con el ingeniero Blair Packham, y de allí salió Sin, el EP que acabaría editando Fringe Records, la casa canadiense que publicaba a Dead Kennedys y D.O.A.
La banda duró poco, lo justo para colarse en recopilatorios esenciales como T.O.H.C. ’83 y aparecer en el documental Not Dead Yet. Luego desaparecieron tan rápido como surgieron, dejando un legado importante: ellos abrieron la puerta a una escena hardcore torontoniana que no existía hasta entonces. La reedición actual recupera las siete canciones originales de Sin, más nueve demos grabadas entre 1982 y 1983 y una versión final de Domination. Es un mapa completo de cómo creció una banda que, sin pretenderlo, cambió el sonido de una ciudad entera.
Washington D.C. vivió un proceso paralelo. Mientras Teen Idles, Bad Brains o Minor Threat definían las reglas del hardcore local, cuatro adolescentes -Beat Digger, William Dagher, David Clark y Mike Finnegan- formaron Law and Order. Tocaron con lo mejor de la primera oleada, estuvieron a punto de entrar en el histórico Flex Your Head de Dischord y, tras un tropiezo técnico, fundaron su propio sello: Fetal Records. Su primer 7”, con doce canciones en apenas unos minutos y una portada fotocopiada diseñada por el propio Finnegan, apareció en 1981 y captó la atención de la revista Flipside, que los situó junto a Dead Kennedys, Descendents o Black Flag.
Law and Order también desaparecieron demasiado pronto. Pero su breve impulso quedó archivado en la memoria de los iniciados. La reedición actual rescata el single original y añade trece demos inéditas, remasterizadas desde las cintas originales.
Lo bonito de revisitar a Youth Youth Youth y Law and Order hoy no es la nostalgia, sino la constatación de que estos discos explican mejor que muchos ensayos cómo nació el hardcore: sin industria, sin ambición comercial. Cuando no gobernaban sellos sólidos ni escenas consolidadas. Una escena donde el ruido era una forma de resistencia, la comunidad era la infraestructura y las canciones eran artefactos físicos que sucedían en salas pequeñas y estudios improvisados.
«Cómo se fabrica un sonido digital, un hit viral o un proyecto con identidad»… estas reediciones funcionan como un contraste refrescante, tienen algo sanador, pues recuerdan lo que fue durante un tiempo el punk. Un acto de presencia física, un grito literal, un aquí y ahora.
El 9 de diciembre, estas dos piezas esenciales volverán a circular.
