Los productores Andrew Watt y Cirkut reconstruyeron con pulso de cirujano el clásico de Elton hasta convertirlo en un éxito disco house que hermana las carreras de dos artistas destinados a cruzarse por su disfuncionalidad.
La música pop se retroalimenta. Es como una hidra de mil cabezas que se enredan entre sí. Y cuanto más pasa el tiempo, más se entrelazan logrando que confundamos pasado y presente. Quizá el futuro ya solo pueda residir ahí, en esa combinación. Hace años que asistimos a la confirmación de aquella teoría según la cual el rango de melodías posibles al alcance de la humanidad, ahí disponibles para ser utilizadas como reclamos inéditos, va camino de agotarse. Si es que no lo ha hecho ya.
¿Puede una vieja canción de soft rock emerger cincuenta años después convertida en un hit rompepistas de pop sintético? Es obvio que sí. Sin salir de este 2022, ocurrió algo parecido con “Show Me Love” (1993) de Robin S cuando asomaba la cabeza como uno de los motivos melódicos de “Break My Soul” de Beyoncé (via sampler) y también cuando la melosísima “Sacrifice” (1989) y la mágica “Rocket Man” (1972) de Elton John se convertían en el éxito neo disco “Cold Cold Heart” de la mano de Dua Lipa y el propio Elton John.
¿Quién quiere una remezcla cuando se puede reconstruir?
Desde que internet cambió las reglas de nuestros juegos, sean cuales sean, las modas cíclicas han quedado prácticamente pulverizadas. Los revivals, obsoletos. Y lo sagrado reducido a la categoría del absurdo. Todo es susceptible de ser reutilizado sin que apenas advirtamos ni las razones ni un contexto que lo propicie. Ni siquiera hay que pedir disculpas para ponernos nostálgicos porque la propia nostalgia está más que institucionalizada, respaldada por toda una industria detrás.
¿Alguien podía esperar que la primera canción de Britney Spears en más de seis años, la primera que publica tras trece largos temporadas sometida a la tutela de sus padres, también la primera en asaltar las listas de éxitos en todo este tiempo, pudiera llegar de la mano de una vieja canción de 1972?
Eso es exactamente lo que ha ocurrido con “Hold Me Closer”, que en realidad no deja de ser un refrito dance -de lo más resultón, eso sí- de “Tiny Dancer”, la canción que abría el fabuloso Madman Across The Water (1972), el cuarto álbum de Elton John. Con algunos fragmentos de la letra de otra canción suya, “The One” (1992). En su portada aparecen ambos en sendas fotos infantiles. Britney y Elton, quienes saben muy bien lo que es ser esclavos de sus propias adicciones y demonios personales, saben que han venido aquí a jugar. Como todos. Al menos es a lo que deberíamos estar, vaya. Sin excepción.


Dos portadas separadas por cincuenta años: “Tiny Dancer” (1972) y “Hold Me Closer” (2022).
Vidas condenadas a cruzarse
Los productores Andrew Watt y Cirkut son los artífices del milagro. Ambos remozaron por completo la canción original. Es más que una remezcla. Es una reinterpretación. Es la misma, pero a la vez distinta. Quizá porque la cultura pop se comerá a sí misma antes de que nadie la pueda dar por muerta, como rezaba el nombre de aquella excéntrica banda británica de finales de los ochenta: Pop Will Eat Itself. El molde ya estaba hecho, y solo faltaba el topping. Y Andrew Watt, nacido en 1990, ha explicado en alguna ocasión que Britney fue para él lo que Madonna para los nacidos en los setenta: su gran ídolo femenino.
¿Alguien podría haber pensado alguna vez que los largos seis minutos de “Tiny Dancer” acabarían siendo bailados en discotecas? ¿O que supondrían la resurrección (ya veremos lo que dura) de Britney Spears? En lugar de hacer una vulgar remezcla, sus responsables pensaron que era mejor reconstruirla, con pulso de cirujano. Y acertaron. “Es la única persona que conozco que puede mencionar a Lizzo y a Jerry Lee Lewis en la misma frase”, dijo Andrew Watt sobre la vasta cultura musical de Elton John. Quizá era cuestión de tiempo que ambas supernovas acabaran cruzándose en una misma canción, tras su primer encuentro en 2014 (la imagen que encabeza este artículo) y aquel tweet de Britney en 2015 en el que afirmaba que “Tiny Dancer” era una de sus canciones favoritas.
Mucho se habla del sentimiento de liberación post pandemia, de la necesidad de volver a bailar y alargar el verano: ese es el sonsonete que ulula tras su engranaje promocional. En realidad, la perspectiva de un nuevo comienzo para Britney Spears, la gran estrella femenina para la generación millennial (eslabón entre Madonna y las Rihanna, Ke$ha, Robyn o Katy Perry), en alianza con otro genio tan aparentemente improbable, heterodoxo, contradictorio, poco normativo y disfuncional, asediado por sus propias inseguridades y adicciones, como siempre fue Elton John.